Observo
un especial cuidado en mencionar ciertos episodios violentos durante la
movilización popular burgalesa del Gamonal. De izquierda a derecha han
ido subiendo los tonos de condena. Injustos, salvo en el caso de la
policía, que no volvió a privarse de cumplimentar órdenes superiores con
la saña habitual. El respeto democratista de la izquierda española por
lo que se entiende como pacifismo a
ultranza, es una muestra irritante de lo hondo que ha calado la
propaganda enemiga durante las últimas tres décadas de calma chicha. La
derecha oficial y el TDT Party aumentan estos decibeles elevándolos
hasta el delirio. Lo cierto es que nadie, o casi, menciona la terrible
violencia que se ejerce de continuo sobre los sectores más desprotegidos
de la sociedad. No toda proviene del gobierno. Los grandes y medianos
empresarios aprovechan la reforma laboral contratando por monedas fuerza
de trabajo. La simétrica banda depredadora PP les viene de perlas. Esta otra pata de
la injusticia social esparce veneno constante, aprovechando al máximo el
ejército industrial de reserva que suponen seis millones de parados. En
el conflicto del Gamonal, una corporación empresarial corrupta y
monopólica comandada por delincuentes, se alía a los políticos del PP
locales en un negociado miserable y faraónico, realizado en base a 13
millones de euros restados al erario público, mientras la falta de
recursos para la atención médica y la educación sigue en pie.
Por acumulación de factores, sumados por el miserable gobierno de Rajoy, los vecinos de la zona, en la que los militares facciosos de Franco sentaron su primera plaza de mando durante la Guerra Civil, ganaron las calles del centro, concitando la solidaridad de otras ciudades del mapa. En este marco, los episodios de cierta violencia local, protagonizados por algunos jóvenes burgalenses no debe alarmarnos. No porque aún no sean mayoritarios, sino porque su naturaleza rezuma lógica.
Cuando la tensión popular acumula grandes cuotas de rabia y furor plenamente justificados, son sus núcleos juveniles, víctimas mayores del paro en España, quenes responden con más nervio. Los déspotas actuales les imponen multas y penas de cárcel tras apalearlos sus mastines de uniforme. Que los vecinos les defiendan es justo y necesario. Ellos manifiestan lo que la mayoría siente, aunque no lo descargue en igual medida.
Aquellos que quiebran las normas del Estado de Derecho y la equidad social, privando a las grandes mayorías de una vida digna, debieran saberlo. Y si aún no lo saben, tarde o temprano se van a enterar.
Por acumulación de factores, sumados por el miserable gobierno de Rajoy, los vecinos de la zona, en la que los militares facciosos de Franco sentaron su primera plaza de mando durante la Guerra Civil, ganaron las calles del centro, concitando la solidaridad de otras ciudades del mapa. En este marco, los episodios de cierta violencia local, protagonizados por algunos jóvenes burgalenses no debe alarmarnos. No porque aún no sean mayoritarios, sino porque su naturaleza rezuma lógica.
Cuando la tensión popular acumula grandes cuotas de rabia y furor plenamente justificados, son sus núcleos juveniles, víctimas mayores del paro en España, quenes responden con más nervio. Los déspotas actuales les imponen multas y penas de cárcel tras apalearlos sus mastines de uniforme. Que los vecinos les defiendan es justo y necesario. Ellos manifiestan lo que la mayoría siente, aunque no lo descargue en igual medida.
Aquellos que quiebran las normas del Estado de Derecho y la equidad social, privando a las grandes mayorías de una vida digna, debieran saberlo. Y si aún no lo saben, tarde o temprano se van a enterar.
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