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lunes, 13 de enero de 2014

QUÉ DEMOCRACIA?


La democracia en cualquier Estado se mide por su grado de equidad social, y la participación colectiva de alto valor cultural garantizando trabajo, vivienda, salud y educación a todos sus ciudadanos. Un Estado de Derecho que no observe esos factores se deslegitima. En tal sentido, España comporta hoy el más penoso ejemplo de Democracia formal, vacía de contenidos que la legitimen. Qué derechos asisten a los seis millones de parados, integrantes en su mayoría de los diez de pobres que malviven con una pensión baja, almorzando en Caritas, cuando no en los restaurantes de barra libre de los vertederos, o el exit de los restaurantes y fondas. La falta de asistencia médica y ayuda a los discapacitados aumenta el número de enfermos crónicos, con el flagelo de la desnutrición infantil en pavoroso avance. La carga de otros-hablo de familias enteras, compuestas por jóvenes o gentes de mediana edad-, la soportan los más viejos, abuelos solidarios bajo el régimen de pensión con hijos y nietos, que viven el crepúsculo tras una vida de esfuerzos, sin derecho a la tranquilidad y un cierto desahogo. A los que perdieron la vivienda o no pueden con las facturas de la luz y el gas la democracia les suena a tambor lejano. Una fantasía grata a la clase media que aún sobrevive a la crisis, potenciada por los más ricos y sus "puppetoons", o muñecos articulados de la política y los medios.
Cada vez más, lo que mentan el gobierno basura y la oposición complaciente suena a eventos y falsos pleitos desarrollados en una galaxia lejana, para los excluidos del consumo y el bienestar.
En las tertulias de radio y TV se observa, salvo contadísimas excepciones, la práctica abierta de la fantasía, situando las supuestas polémicas entre periodistas que obedecen las burdas consignas del gobierno, o a los patrones de sus cadenas, respetuosos de la farsa "democrática". El uso abusivo de "la presunción de inocencia", amparando la opinión de mercenarios, o la impunidad para con sospechosos públicos de corrupción evidente, que aún no son condenados, o ni siquiera juzgados por los tribunales, bajo amenaza de denuncia y juicio por parte de los aludidos, es otra de las providencias que esta estafa política perpetra, asfixiando la libertad de opinión.
En esta turbia atmósfera sectorial, todos, los malos, buenos y peores, "lamentan la penuria de muchos ciudadanos", defendiendo sibilina o abiertamente, las medidas genocidas del gobierno.
Aunque sea justo absolver parcialmente a los que hacen periodismo de investigación y denuncia, desde medios virtuales financiados con voluntad y esfuerzo por periodistas honrados y suscriptores, pocos se atreven desfondando a esta falsa democracia y su miserable Estado de Deshecho, término que me robó el mercenario argentino Ernesto Ekaizer con toda impunidad, desde su condición mediática.
Así obran muchos, en este país para ricos donde a los precarizados sólo les cabe la exclusión de la pobreza, la enfermedad, o la muerte. Tan vinculada esta última (como en la novela negra americana) a los impuestos con que un tipejo como Cristóbal Montoro grava la azarosa vida de los asalariados, y los millones que hoy viven a salto de mata en España.

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