Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 12 de enero de 2014

LA HORA CERO


Al parecer, hay un antes y un después para el gobierno del PP tras el proyecto de ley sobre el aborto, elucubrado entre Gallardón y los obispos de Rouco Varela. La herida transversal abierta en la sociedad sangra votantes de la derecha, y aún expectantes de centro, sobre un supuesto "resultado final victorioso" de las medidas económicas oficiales.
Unos y otros van cayendo en la cuenta de que Rajoy y sus bárbaros son una panda de perturbados y retrógrados, empeñados en volver, de últimas, a la España de la posguerra.
La nueva medición de Metroscopia es sólo el comienzo de una voladura anunciada. A nadie se le pasa por la cabeza defender ministros sin la menor capacitación abordando sus áreas, y que en varios casos bordean el ridículo en palabras y hechos. Rajoy los ampara como una madre, desde su propia incapacidad. Como si ello fuera poco, insiste en defenderlos públicamente, haciendo gala de una imbecilidad que pretende representar firmeza y autoridad, cuando las encuestas registran su acreditación de personaje público más odiado por casi un 80% de españoles. En ese odio, manda sobre todo el desprecio. El presidente es un personaje ridículo, al que ya se califica como un "menda". El ser insignificante al que una mala circunstancia histórica otorgó once millones de votos. La insistencia en arrogarse esa validación tras haber traicionado todo lo que prometió a bombo y platillos, redunda otra insentatez, tal vez la mayor cuando, oh, sorpresa!, la única promesa cumplida en intención, termina causándole la mayor de las catástrofes, dentro y fuera del gobierno y su partido.
Quizá la alarma consiguente determine la intención de componer el destrozo mayor, destinandole a Gallardón una remota embajada o algo por el estilo. Pero el ex alcalde madrileño no es el único cuestionado de su grotesco elenco ante la sociedad civil. Ninguno llega al aprobado en las encuestas. Las torpezas últimas de Soria y Fernández Díaz los igualan prontamente a Montoro, Bañez Mato y Wert, aunque Gallardón y su miserable proyecto tapicen el fondo de la fosa séptica.
En mi opinión, no estimo que la causa única del rechazo al mismo haya sangrado votos a un partido y gobierno sin líderes aceptables. La suma de atentados contra el equilibrio social, el empleo y la dignidad del salario, unida a la permanente erosión del espacio público de bienestar, salud y educación, han llevado a que la mayoría de los ciudadanos de este país no confíe en la seriedad del gobierno y sus pronósticos, enfrentados a una realidad de inversa simetría, desde hace dos largos y crueles años. Tampoco la leve ventaja del PSOE en la acreditada intención de voto debe atribuírse a un capital propio. La única verdad, radica en que la derecha española y su formación política han rebasado la cuota de tolerancia pública. Y que su terrible gestión, a dos años de las presidenciales, y cuando aún median otras compulsas decisivas, se acerca progresivamente a la hora cero.

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