Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 9 de enero de 2014

RETRATO DE FAMILIA


Cuatro horas atrás colgué en mi muro un video polémico e inquietante. Ahora vuelvo a los renglones con el mismo actor y su escenario actual, trazando un previo retrato de familia.
De otros eventos en la vida y obra de Juan Carlos I tampoco se habla en España; país donde en los medios no se suele hablar de cosas que importan de verdad.
Sabemos que la imputada por el juez Castro es su hija favorita, por encima de Elena y de Felipe, Príncipe de Asturias y virtual heredero del trono. Sin ser exactamente bella, la hija de su alma salvaje es vistosa, cualidad ausente por completo en Elena; que sin embargo semeja más atinada y circunspecta. El fracaso del matrimonio con el más feo de los Marichalar, familia de linaje, contrastaba hasta hace poco con la pieza que capturó Cristina Federica, vistoso como ella.
Bilbaíno de alta planta, aire nórdico, y rotundo plebeyo de cualidades exiguas entregado al deporte, proyectaba Iñaki Urdangarín el imaginario del yerno ideal, pasible de ser manipulado, e inducido al delito en nombre de la avaricia que se respiró desde siempre en el Palacio de La Zarzuela.
Ella y él formaban, en apariencia y hasta que los alcanzó el gran percance judicial, destapando el continuado chorizaje, un matrimonio modelo, apto para la promoción y los negocios de la Casa Real.
En lo referente a Felipe, tan cicunspecto como Elena, siguió en cambio la fórmula marital de la hermana menor desposando a una plebeya con facciones de ave, presentadora de TV y encima divorciada, aunque sin hijos, luego de serle vetada una previa novia que él frecuentó durante años. El heredero, padre ya de dos pequeñas, estudioso y bien preparado para asumitr la jefatura del Estado -según comentan los serviles periodistas españoles de derecha y centro- cuenta con el devoto cariño de su madre y el recelo menifiesto del padre, que le sigue llamando "peque", a pesar de que el mozo ya cumplió cuarenta y cinco años.
En este punto, la egolatría del vanidoso monarca, falsamente campechano y conocido crápula, aficionado a las mujeres, el buen vino, y que lo glorifique la Historia, lo lleva a creerse necesario ad eternum. En consecuencia, su grado de levitación es asombroso.
Pese a un estado físico deplorable y una creciente impopularidad, insiste en permanecer en primer plano, habiendo resignado las francachelas y las amantes al limbo de la añoranza, propia de aquellos tiempos en los que era glorificado como campeón de la democracia, desde la conjura del 23F. Lo cierto es que, en aquellas fechas demoró varias horas antres de salir al cruce de la conspiración maquinada por su gran mentor, el general Armada, y otros nostálgicos del franquismo, o los deseosos de pactar con los socialistas una fórmula semejante a la de Primo de Rivera (padre), sosteniendo al nieto (al igual que el dictador con su abuelo) como Jefe del Estado.
El caso Urdangarín y las maniobras reales, acosando a un humilde juez de villa que sólo cumple con su deber, en nombre de intereses propios, se suma a otras tramas corruptas que asolan la España actual, ya de dominio público, desnudando en su caso la leyenda del Rey democrático, al dejarle en cueros. Casi como cuando Dios lo trajo al mundo (y luego Franco al poder), pero con muchos más años y cargando en sus espaldas un tremendo desgaste. 

En esta vida cada uno uno busca su destino. Él se lo trabajó con creces y terminó encontrándolo, aunque no se lo acabe de creer.
Ahora mismo la patética criatura real desfila en muletas; fingiendo lo que ya no representa; empecinado en exponerse pifiando frases en sus breves discursos oficiales, y visiblemente canijo.
Así, en cada cada uno de sus actos fallidos, Juan Carlos de Borbón i Battemberg se adentra en las sombras de la Historia para perderse en ellas con pena y sin gloria. Junto a muchos otros que creyeron, y otros que aún creen, poder llevarse gratis el mundo por delante.

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