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domingo, 12 de enero de 2014

LA LUCHA DE CLASES


La lucha de clases late continuamente en todos los tramos del planeta a lo largo de la historia humana. Sin embargo, reconoce pausas en las que reduce sus efectos, hasta desfigurarlos masivamente en apariencia.
Cuando volví a Catalunya tras 33 años de ausencia, proveniente de una sociedad hiper politizada, donde la lucha de clases asumía contornos dramáticos, me encontré con otra bastante despolitizada. Corría julio del ´82, y los restos de las movilizaciones de los años 70 se diluían bajo los efectos del conformismo político y social. Felipe González se aprestaba a arrasar en las futuras elecciones, adhiriendo su socialismo a fómulas neoliberales, mientras Jordi Pujol iniciaba en el norte de la costa mediterránea una catalanización burguesa sin parangón, borrando mediante el uso de la lengua y las añejas tradiciones los restos de clasismo en el territorio autonómico; escenario en aquel julio, cincuenta años antes, de la sublevación revolucionaria de los obreros y campesinos más avanzada del siglo XX, contra el golpe de Estado militar-clerical del fascismo.
Mi decepción no pudo ser más grande. Yo creía que la democracia formal iba a ser transformada por las masas en provecho de los derechos sociales, pero España se desarrollaba afirmando una clase media cuya ideología, de pobre base cultural, era el consumo, tras la conjura pasada del 23F. Operaba entonces la llamada Transición. Un secuestro de la memoria colectiva, articulado desde una Monarquía Constitucional, entre restos de franquismo y políticos oportunistas ansiosos de fama, fortuna y poder.
Los treinta años siguientes fueron de voto pasivo y acentuado conservadurismo, bajo un trasfondo de corrupciones diversas, y timos político y económicos ocultos bajo la alfombra de la relativa prosperidad. Lo mismo, con variantes, sucedió en los países del norte y el sur continental.
Por ende, cuando afirmo ahora, que España y el territorio europeo vuelven a la lucha de clases, parcialmente abandonada, al menos políticamente, no niego lo dicho por Marx, e incluso antes por otros pensadores sociales. Afirmo sin embargo, que las masas reconocen plenamente a su enemigo cuando padecen su continuo azote. Es lo que está sucediendo ahora en la Europa del sur. La regla social nace del individuo mismo y su naturaleza. Los seres humanos aprendemos a base de equivocarnos muchísimas veces, sufriendo por ello incontables penurias, hasta que decidimos romper con el pasado ominoso, superándolo, so pena de hundirnos más. El mismo fenómeno discurre en las sociedades. La demora en manifestar rebeliones masivas, tan necesarias en el presente contra nuestros burgueses vendepatrias, empecinados en arrebatarnos despóticamente aquellos derechos al trabajo, la vivienda, la educación y la salud, que la ingenuidad de muchos creían consolidados, es el "Hic rodas, Hic salta", certero axioma del viejo Marx, proyectando la hesitación que precede al salto social cualitativo. Esencial para cambiar las tornas declinantes, desde una perspectiva auténticamente democrática y civilizada. El bautismo ideoloógico de ese estado de gracia llegará luego. Lo importante hoy es concebir la criatura. La denominación de origen despuntará en el horizonte, apenas nacer.

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