Para
cualquier europeo que haya vivido un cierto desarrollo como el de España
hasta el 2007, y no conozca América Latina, el contraste social en
Brasil le causará pavor. En cualquier suburbio carioca hay gente en
harapos echada a un costado de la acera. El centro de Río no presenta
esas imágenes. Sin embargo, los edificios rezuman vejez y falta de
estilo en concreto. Mientras, las
veredas quebradas superan en posibles tropezones las del centro de
Buenos Aires. Esta mañana, desde el noticioso de la TV, observé que en
el flanco vial de una autopista, a centímetros de coches y camiones
desplazándose a velocidad, que una familia se había montado una vivienda
con cartones y latas. La policía intervino vallando provisionalmente el
tramo lateral, con los indigentes en el interior.
Hace diez años, el escenario global de la sociedad era mucho peor. La democracia de tinte social con recetas económicas aceptables da sus frutos. Pese a los malos números del 2013, Brasil es un país de infinitos recursos con buenas perspectivas de crecimiento. Lo contrario sucede en los países del sur y el este europeo, en pleno retroceso a causa de políticas económicas y sociales altamente regresivas -de hecho criminales-, impuestas por los ricos del norte, su moneda extorsiva, y los vendepatrias locales de turno.
Hace diez años, el escenario global de la sociedad era mucho peor. La democracia de tinte social con recetas económicas aceptables da sus frutos. Pese a los malos números del 2013, Brasil es un país de infinitos recursos con buenas perspectivas de crecimiento. Lo contrario sucede en los países del sur y el este europeo, en pleno retroceso a causa de políticas económicas y sociales altamente regresivas -de hecho criminales-, impuestas por los ricos del norte, su moneda extorsiva, y los vendepatrias locales de turno.
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