1. Las entrañas de este viejo Continente abrigan intenciones siniestras. La de Alemania no es nueva. El Siglo XX lo ha testificado ampliamente. Ante la globalización y tras haberse unificado con la buena voluntad circundante, los alemanes vuelven a las andadas, esta vez, mediante su neoliberalismo hegemónico de gran potencia acreedora, aliada al poder financiero en esta fase del capitalismo; otrora ejemplo de pujanza y desarrollo.
    La presente ruina de Grecia, Portugal, Irlanda y España, amenazando a Italia como siguiente víctima en el listado del sometimiento y la dominación, cuenta con poderes aliados en cada uno de estos territorios. La deuda exterior y el Euro, junto a la compulsiva reducción del déficit, comportan la indivisible fórmula empleada, de ejecución servil.
    El caso de España proyecta el derrumbe más espectacular de todos por la altísima e indetenible tasa de paro, sembrando incesantes franjas de miseria en un país de apariencia próspera, en líneas generales, hasta el 2007.
    Desde hace quince meses, el Gobierno de la derecha más cerril y corrupta del Sur europeo, perpetra salvajes e incesantes ataques contra el Estado de Bienestar, hoy en la UVi, como tantos valores sociales del pasado. 
    El drama español no parte de quienes gobiernan, elegidos democráticamente aunque haya caducado el apoyo inicial, sino del aguante ciudadano ante mentiras y trapacerías constantes, vertidas con el mayor descaro desde el Ejecutivo, su partido y las estructuras de mando en el Parlamento, las alcaldías y gobernaciones que controlan, en medio del descontento, y un descrédito que multiplica tantos constantes.
    Pese a haber fracasado incumpliendo una a una sus promesas electorales, destrozando tejido social y productivo, nadie renuncia ni se mueve un milímetro desde el poder. 
    La certeza de monopolizar la mentira constante vistiendo de gala el desacierto, esconde, de no ser derrotada, un peligro: el de integrar definitivamente al cuerpo social y su imaginario esta perversa estructura de entender la política y la economía, beneficiando a unos pocos, en detrimento de las grandes mayorías.
    Viene a constituír la estrategia y su evidente hoja de ruta, una prolongación de la fábula merkeliana y neoliberal de "Una Europa unida", y de hecho cuenta con cómplices objetivos en otras formaciones, como el PSOE, CiU, y esa suerte de franquicia cavernaria que es UPyD. 
    Hasta ahora y, pese a las caídas en la intención de voto, el Gobierno y sus falsos o torpes enemigos, representan una clara mayoría social. Por eso se sostiene este Gobierno/ basura, pese a los escándalos de Bárcenas, Gürtel y el saqueo de los dineros públicos por parte del PP, mientras sus poderes en el Estado depredan, privatizan y empobrecen abrumadoramente la nación. 
    El respaldo de Merkel, el BCE y ahora la administración Obama (así lo manifestó el Secretario de Estado, Kerry) operan en simetría en la espantosa conjura de la necedad y el horror. No estamos solos en la encrucijada, ya lo he dicho. Pero nadie nos sacará las castañas del fuego de no hacernos cargo de la hondura que acredita el drama.
    El proyecto alemán, no hay que engañarse, pasa por abordar mercados asiáticos y latinoamericanos, mientras sigue abasteciendo a los núcleos sociales que en la Europa del sur puedan comprar sus vehículos, la famosa tecnología y otras yerbas. Mientras tanto, sangra mano de obra migrante y profesionales cualificados de los países arruinados, que de inmediato impulsarán los sueños imperiales, cobrando de paso los viejos créditos que nos hundieron.
    Ver la realidad es lo contrario de ser pesimista si se la asume. Aunque las soluciones existen, y no pasan por aguantar lo inaguantable: a Rajoy y su banda, el pago compulsivo de la deuda (pública y privada), la trampa de la moneda asimétrica y esta rendición. Abominable y patética, como todas. 
    Volver a la nación es la única posibilidad de España, Grecia, Portugal e Irlanda. Alemania lo ha hecho, y aunque sus dirigentes y bancos digan que velan por la salud del Continente, lo primero es el único apotegma tangible. 
    Por ende, ya va siendo hora de imitarlos...