De
seguir así, es probable que Europa vuelva a ser el campo de batalla de
otra guerra mundial. Ésta, la tercera, será de clase. Explotados, contra
la que desarrollan hoy mismo los explotadores. Por ahora, los últimos
llevan la ofensiva empleando títeres. Viejos mascarones de proa de la
política tradicional, que obedecen sin rechistar las órdenes de ataque
frontal contra los restos del Estado de
Bienestar, empobreciendo a las grandes mayorías. España es el mayor
ejemplo continental de este plan sistemático del gran capital financiero
y el neoliberalismo, con eje en el IV Reich, dirigido a devaluar la
fuerza de trabajo hasta esclavizarla, conservando altas cotas de paro
que quiebran el espinazo de la resistencia activa desde fábricas y
empresas. Con la juventud, temida especialmente por ellos a lo largo de
la Historia en todo el mundo, se ponen en práctica desmoralizantes
medidas de exclusión, mediatización y exilio masivo. A los mayores de
humilde condición, se les destina la enfermedad, el desampoaro y la
muerte. A lo largo de esta crisis que ya dura seis años, crecen la
injusticia de los ricos y la indefensión los pobres, sin que se
produzcan grandes movimientos de masas. Pero todo indica que la presión
social en los países del sur crece ante la violencia empleada por el
enemigo desde los poderes públicos. Y que, tarde o temprano
desembocaremos en una etapa prerrevolucionaria de ajuste de cuentas.
Si así no fuese, el caos y su barbarie generalizada signará el derrotero del siglo XXI en Europa y el planeta.
Si así no fuese, el caos y su barbarie generalizada signará el derrotero del siglo XXI en Europa y el planeta.
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