Ya
escribí sobre el ego del juez Silva (a quien apoyo desde el minuto cero
contra los que prucuran lincharle). Hoy toca hecerlo con el catedrático
de izquierdas Pablo Iglesias. Como toda enfermedad, la egolatría no
respeta ideología alguna. Ella se manifiesta no en lo que que la víctima
de la tara diga sobre si misma, sino en aquello que vaya desprendiendo
su comportamiento. Hechos que no muy
visibles para el común de las personas; sí en cambio, para los que
tenemos mundo, experiencia, y no nos quedamos aguardano el Nirvana en la
superficie de las cosas. La situación crítica de millones de españoles
ante el conservadurismo de sus políticos demanda nuevos liderazgos en el
área social, en procura de una definición política. Y ahí es dónde hace
su paulatina y firme aparición el señor Pablo Iglesias.
Con independencia de respaldar su presentación electoral (cosa que hice), mis recelos sobre la estructura de su personalidad se mantienen en pie. Anoche, por ejemplo, durante la emisión de "La Sexta Noche", el catedrático se dirigió a Marhuenda (a quien llamó "lameculos" en un pasado reciente) como "Francisco" por la condena explícita del sirviente de Rajoy al chorizo Blesa, a lo que el otro miserable asintió complacido dibujando una sonrisa. Estos requiebros a gentuza de lo peor no son novedad. Días atrás definió a Jaime González, jefe de opinión del "ABC" y vitual mono circense de la derecha mediática, como "una buena persona" durante la tertulia de Jesús Cintora en "La Cuatro". Los caballerescos respetos de Iglesias se habían extendido a Federico Jiménez Losantos, Carmen Morodo y otras basuras, de la calle, hoy a oscuras, durante y después de su periodo en la mesa infame de "Intereconomía".
Creo que la política social en España y cualquier parte, precisa gente alejada por completo de la política florentina y su carga oportunista. El catedrático aludido y comunista confeso, aunque "demócrata", como gusta definirse, no prescinde del factor, y eso no es una buena señal. Que se presente para las elecciones europeas tampoco. El parlamento de la Eurozona es el gabinete en funciones del neoliberalismo continental que sirve al IV Reich, y desde cualquiera de sus escaños poco puede hacerse. Son las entrañas mismas del monstruo. España precisa líderes que combatan a diario y codo a codo con la emergencia de la sociedad civil, guardando distancias con sus enemigos. La frialdad operativa del señor Iglesias se permite licencias que delatan su sed de poder. Cualquier político sin esa sed no haría viable ningún combate. El problema empieza cuando intenta calmarla bebiendo agua salada. El ego se la pide; ahí está el detalle.
Con independencia de respaldar su presentación electoral (cosa que hice), mis recelos sobre la estructura de su personalidad se mantienen en pie. Anoche, por ejemplo, durante la emisión de "La Sexta Noche", el catedrático se dirigió a Marhuenda (a quien llamó "lameculos" en un pasado reciente) como "Francisco" por la condena explícita del sirviente de Rajoy al chorizo Blesa, a lo que el otro miserable asintió complacido dibujando una sonrisa. Estos requiebros a gentuza de lo peor no son novedad. Días atrás definió a Jaime González, jefe de opinión del "ABC" y vitual mono circense de la derecha mediática, como "una buena persona" durante la tertulia de Jesús Cintora en "La Cuatro". Los caballerescos respetos de Iglesias se habían extendido a Federico Jiménez Losantos, Carmen Morodo y otras basuras, de la calle, hoy a oscuras, durante y después de su periodo en la mesa infame de "Intereconomía".
Creo que la política social en España y cualquier parte, precisa gente alejada por completo de la política florentina y su carga oportunista. El catedrático aludido y comunista confeso, aunque "demócrata", como gusta definirse, no prescinde del factor, y eso no es una buena señal. Que se presente para las elecciones europeas tampoco. El parlamento de la Eurozona es el gabinete en funciones del neoliberalismo continental que sirve al IV Reich, y desde cualquiera de sus escaños poco puede hacerse. Son las entrañas mismas del monstruo. España precisa líderes que combatan a diario y codo a codo con la emergencia de la sociedad civil, guardando distancias con sus enemigos. La frialdad operativa del señor Iglesias se permite licencias que delatan su sed de poder. Cualquier político sin esa sed no haría viable ningún combate. El problema empieza cuando intenta calmarla bebiendo agua salada. El ego se la pide; ahí está el detalle.
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