Aparte de ofrecer su más que dudosa invisibilidad en un futuro gobierno
progresista, y regalarle un libro histórico sobre el Basquebol español a
este deportista amateur, Pablo Iglesias no hizo concesión alguna a
Pedro Sánchez. Con toda humildad en el tono de la oferta, acepta que
Ciudadanos libere a los socialistas de su acuerdo, resignándose a la
abstención ante un Gobierno a la valenciana, la fórmula frentista 161
del voto, contra la fallida del 131,
fallida dos veces hasta hoy. De esta forma invierte el envite que Rivera
y Sánchez vienen haciéndole a Podemos, poniéndoles contra las cuerdas mediáticas.
Pues, si hay alguien que resiste un gobierno de progreso, serán los
actuales socios en la ruina, dispuestos para otra clase de Pacto a tres.
Por fortuna, el transformismo de Pablo Iglesias se encalló en su
programa social, incompatible con la derecha del PSOE y C´s. Sabe que el
futuro está ahí, y no en la obediencia al IBex 35, pese a que se
realicen nuevas elecciones, de pronóstico incierto para los tentativos
miembros de la Gran Coalición. El seriamente dañado en sus resultados
sería el de los socialistas de las rebajas, apiñando el voto más
conservador, a costa de liberar el más izquierdista, según deseaban los
Barones de Cizaña Díaz, tras el transformismo de Sánchez y su ejecutiva
luego del voto en la primera instancia.
Lo cierto es que si algo
cambió mediante esta boutade, fue en favor de Podemos. El PSOE marcha a
su pasokización regalándole más popularidad y votos al enemigo natural
que pretende heredar el cetro de la izquierda en España. Pero también
acelera el que los falangistas, que nacieron y morirán perdedores, sean
quienes enjuaguen los lagrimales y mocos en el regazo emporcado del PP.
Probablemente la canallesca yunta de ambos pueda ganar las elecciones.
Pero, a diferencia del 2011, tendrán una sólida oposición por la
izquierda. Y la distancia con aquel gobierno de dictadura parlamentaria y
reales decretos, mediando seguras movilizaciones, no será poca...