Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 31 de marzo de 2009

LA PERVERSIÓN INTELECTUAL DE UNA ELITE FALLIDA

José Pablo Feinmann imitando a la estatua de Rodin, sin el encanto de la piedra.

No es casual que quienes denunciaban la corrupción del menemato vaticinando el magma argentino, respalden hoy a los Kirchner.

Horas atrás quedó con las vergüenzas al aire el señor Daniel Muchnik. De las imposturas de Feinmann ya me ocupé en el pasado. Recientemente acentuó su default intelectual rescatando de la tribu militar que tanto dañó al país, al difunto General Alejandro Agustin Lanusse.

El pretexto no sólo radicó en compararlo favorablemente con Videla, Massera y la monstruosa partida de gansters uniformados que perpetraron el horror procesista.

Yendo más lejos, guardó silencio sobre su larga trayectoria de conspirador gorila (purgada con un encarcelamiento del que lo rescató la llamada Revolución Libertadora en septiembre de 1955) , y su resuelta intervención en cada una de las sucesivas dictaduras castrenses, abiertas o apenas camufladas en el rígido control de tres mandatarios civiles y el sucesivo derrocamiento de dos (Arturo Frondizi y Arturo Illia).

El eje estratégico mediante el que este "pensador" ensaya el rescate del represor Lanusse, se basa en dos premisas. Una es la defectuosa aplicación de la teoría de la relatividad; la otra el sentido "ético" de pertenencia de este oficial de caballería a "su Ejército", oponiéndolo a la desintegración moral que el cuerpo padeció entre 1976 y 1983.

La relatividad se apoya en las tres patas del ogro de uniforme menos malo. Lanusse derrocó a dos de ellos: Onganía y después Levingston. erigiéndose en nuevo dictador. Durante el periodo los mandos del Ejército y la Armada secuestraron, torturaron y asesinaron a obreros y militantes de la izquierda. La masacre del penal de Trelew, a cargo de marinos, lleva a que Feinmann atenúe la responsabilidad del dictador, sujeto- según él- a presiones del Arma rival.

Lo más grave amanece en su pluma cuando encomia el sentido de pertenencia -para el caso de propiedad- que atribuye a Lanusse, en relación con un Arma de Tierra posteriormente corrompida, fragmentada y lanzada junto a las dos restantes, a aventuras criminales dentro y fuera del territorio.

"Era su Ejército"- insiste Feinmann henchido de pasión sanmartiniana. No, claro, el subordinado por imperio constitucional al poder civil que determina el sufragio universal, libre y secreto.

El omnipresente Ejército de Roca, Riccheri, Ramón Falcón, Uriburu, Justo, Perón y Mercante, Lonardi, Aramburu, Rauch, Toranzo Montero, López Aufranc, Onganía, él mismo y los asesinos seriales que gobernaron después.

Es obvio que Richeri, o Perón y Mercante, no actuaron como los otros, pese a que el segundo y el tercero no puedan ser evaluados desde un mero punto de vista militar. Sin embargo todos, en una forma u otra operaron tutelando, por la fuerza, la persuasion o las dos cosas, a una sociedad civil que les pagaba el sueldo.
Salvando a Riccheri, fundador estrictamente profesional del moderno Ejército Argentino, los representantes de la sociedad militar se valieron de los fierros para imponer una expresa supremacía sobre la débil sociedad política y la caótica sociedad civil.

Hoy el Ejército -privado de los conscriptos que nutrían la base social de su poder político- y subordinado al poder civil, no gobierna ni influye en los asuntos de Estado. Empero, Feinmann -como buen teórico peronista- lo añora.

La tierna remebranza de Lanusse así lo revela. Por ello no vacila en quitar hierro, plomo y picana a su último tramo dictatorial, ponderando las carantoñas de la época con Salvador Allende, su verbal conversión al centroizquierdismo, (la forzosa) entrega del poder a Héctor Cámpora y la última rebelión (también verbal y que le costó varias sanciones) ante el último bloque de poder castrense.

El pensamiento idealista emprende la edificación de sus rascacielos imaginarios desde la azotea.

No es posible escindir el culto a Perón o reclamar su viva herencia quitándole el uniforme ni eviscerándole la concepción de mando, típicamente militar. El perfil deFeinmann corresponde tan luego a esa moral.

Ante los avatares de los Kirchner, "setentistas" de bolsillo lleno y mano larga en los negocios por cuenta del poder Estatal, el imaginario de este pensador sectorial, romántico alquilón al servicio de sus majestades, no trepida en idealizar un conglomerado despótico y criminal que no volverá.

Lo peor de su impostura señala una vez más la perversión intelectual de quienes criticaban con justas razones los dislates de Carlos Saúl Menem.

Lo hizo Muchnik antes y mejor, auxiliado por su ciencia economica y sin embargo ahí está, decrépito, intemperante y sin fórmulas que impulsen el debate universal. Más empírico aunque mejor escritor, Feinmann delata los mismos síntomas.

La reciente foto de Atilio Borón (amigo de Muchnik) junto a Castro y su chándal en la Habana, retrata la decadencia del sector. Hay muchos más en la acera, y la de enfrente. Estimo que codo a codo, no cabrían en el Estadio de Boca Juniors.

Son encarnaciones de una elite fallida en esta democracia criolla de baja densidad. De ahí que el correlato político entre las facciones peronistas y sus contrincantes no realicen otra hazaña que la de manifestar impotencia, debilidad y falta de soluciones.

Así, mientras la crisis que hoy devasta las economías del Primer Mundo, avanza con la potencia de un tsunami hacia el Cono Sur y su país austral, algunos burgueses criollos, incapaces de enfrentar la realidad, ensayan la histeria manifiesta, los viajes fraternos a La Habana, o el retorno imaginario al país del nunca jamás.












LA RESPUESTA QUE CENSURÓ EL SEPULTURERO.

La prueba de la infamia es la vista previa del comentario que el cooperante periodístico del almirante Massera (¿te acordás de "Convicción", hermano?) no aceptó publicar tras su intento de vejación y ninguneo contumaz. A continuación la haré legible reproduciendo el texo.

"Creo que me entendió, aunque no del todo. Cuando dice que comparte algunas afirmaciones, falta a la verdad. Casi todas van dirigidas a usted y sus discípulos favoritos. Alguno de ellos reside en la " Atalaya"; asunto que para el caso no parece molestarle.

Mire, por si no está enterado, soy autor de seis libros (dos sobre Argentina) y tengo blog propio. Mi compromiso con la democracia es universal. Con eso no gano dinero, sólo me curo en salud.

Para la gente como yo no hay podio, ni gasto vanidad alguna. Lo mío es patear sendero ensayando, cuando se tercia, diálogo fecundo.

Créame, no preciso colaborar en su taifa ni en ninguna otra. Lo que me separa de ciertas personas lo reflejan mis obras y ponencias (que ud. se esfuerza en ignorar pese a que tengan más futuro que otras).

Hace bien. A la hora del crepúsculo solo se agoniza una vez.

Está claro que mi previo post, redactado con altura y estilo, fue una despedida.

Desestimo expresamente, caballero, alimentar el ego y la intolerancia de cualquiera. Tampoco vengo a ser el gallo de un reñidero, como sugiere con la perversidad debida.

Es quién vierte ofensas de esta clase el que retrata su impostura.

Para la del estribo, le brindo una perla histórica que sabrá apreciar.

Curiosamente, cuando sus partidarios le cuestionaban ciertos proceratos históricos que él cuidaba de no variar de bronce, Perón les decía "¡No hagan olas!"

¿Le suena, "profesor"?

Le suene o no, juro dedicarle a usted el artículo que se merece.

No se moleste en visitarme, se lo enviaré yo.

Atte

Joan Benavent

pd. Si como presumo rechaza usted el presente post, lo agregaré a mi crónica."

lunes, 30 de marzo de 2009

"DETRÁS DEL TELÓN" LA ESCENA APESTA

El morro de un manipulador quintacolumnista del diario argentino Clarín. El prototipo de ejemplar decrépito y perturbado.

Daniel Muchnik, siervo actual del todopoderoso Héctor Magnetto, es un amigo del poder actual en la Argentina. Articulista de pulso semanal, administra un blog ("Detrás del Telón") en el mejor estilo de los antiguos patrones de estancias. Licenciado en Economía e Historia, conferencista, escritor y profesor, esquiva puntualmente criticar a su patrocinadores y amigos.
Quienes colaboran en su espacio vía internet se avienen a ponderar sus constantes exabruptos, matizados por demagógicos cariños y algunos azotes del jefe. Actualmente, el delirio que aqueja de continuo a esta víctima de la deformación profesoral y espiritual, le han llevado a nombrar un "Embajador" argentino, residente en España desde hace algunos años.
Este otro pájaro leyó por casualidad mi primer tomo de Perón, quedando conmovido. Le pasó a unos cuantos, pero en él operó el deseo irrefrenable de comunicarle el peligroso hallazgo al "maestro".

El mismo acusó recibo, pasado a otros asuntos. Sin embargo, el legatario insistió. Por toda respuesta, Muchnik desconoció mi existencia y la del libro (que en realidad son dos). Advertido de la circunstancia giré el segundo tomo en PDF al felón, para que se enterase.

Igualmente previno a su séquito el no estar dispuesto a relacionar a Perón- y menos a un libro que no es capaz de escribir- con ningún tema. Luego negó haber recibido el texto. A esa altura yo ya terciaba con algunos post revulsivos, alborotando el gallinero.

Su terquedad negándose a abordar lo que todo el mundo discute en la Argentina de hoy desvela raíces patológicas, y un miedo especial a que lo echen del periódico (más o menos oficialista, aunque no tanto en los últimos tiempos).
Mi intervención peleona y la conmoción de "su embajador" (un tal Mauricio, para más señas residente en Galicia y devoto del PSOE) multiplicaron sus miedos desatándole el cordón de la ira.

Si algún visitante de este blog desea inspeccionar las alternativas que las últimas horas desataron la histeria en este viejo carcamal, simpatizante de la dictadura cubana y el populismo kirchneriano (según cuadre a Magnetto), podrán calibrar los modos que gasta con sus sirvientes, repasando el artículo sobre "El escrache" y los comentario interactivos que le siguen.

Allí asoma con todo relieve la catadura de un sujeto levitante que opera como monarca absoluto en su feudo de papel.

No se requiere ser peronista para encarnar la intolerancia y el absolutismo.

Muchnik, de vasta trayectoria en los medios, es otro de los gerontes que, de un modo u otro puso el hombro en la consecución del desastre nacional.

Sus malas cualidades son el reflejo de una trayectoria infecunda, que proyecta las frustraciones de hoy...

sábado, 28 de marzo de 2009

EL TIMADOR PARANOICO QUE QUISO REINAR Y LA SOCIEDAD QUE LO PRODUJO.

El corpóreo perfil de un gran embustero y aspirante a Rey de Wall Street.
Que un solo individuo time al prójimo en 64.800 millones de dólares viene a ser una suerte de hazaña al revés. Bernard Madoff lo consiguió en base a dos premisas básicas: el desprecio por los seres humanos en general, y la singular capacidad de capitalizar en su provecho la codicia de los más ricos; o si se quiere, los menos pobres.

La tarea de planificar la mayor estafa individual de la Historia contemporánea requiere tiempo, paciencia, dotes excepcionales de estratega, y un sentido táctico de la oportunidad realmente único.

Madoff empleó 20 años de labor más o menos honesta como broker en Wall Street para ganarse una reputación. Lo demás, corrió a cuenta de una polarizada estructura social.

La concentración de la riqueza sectorial, operada en el mundo moderno durante los últimos veinte años, y su potente reflejo americano, favorecieron los planes del que soñaba ser Rey en la nueva Babilonia.

Por ello, si la fortuna de las elites era propicia, nada mejor que tentar a las mismas con su vertiginosa reproducción.

Munido del talante y firmeza adecuados a una impostura creíble, trabajosamente camuflada en los pliegues de su frágil moral social, Madoff se lanzó al ruedo aprovechando su integración a los cenáculos donde se respiraban los aromas de la fortuna, el confort y la codicia insaciable.

Este pescador de grandes piezas conocía a fondo las debilidades de sus acaudaladas víctimas, consistentes en el natural afán burgués de acumular nuevas ganancias lo más fácilmente posible. Eran su correlato de clase, y hacia ellos no guardaba afecto o lealtad alguna.
En verdad, su densidad emocional no rebasaba el estrecho perímetro familiar. El resto de su vida interior lo ocupaba un feroz instinto selvático.

La carnada de unos intereses que llegaban a oscilar entre el 8 y el 12%, de beneficios para el inversor en su secreto montaje piramidal, surtió efecto por razones operativas de astuta captación, unida a la desaprensión de sus víctimas.

Para cualquier observador sagaz de la realidad económica con una pizca de honestidad intelectual, la "honra" de intereses semejantes sólo podía señalar ingentes lavados de dinero negro, procedente del narcotráfico, la mafia internacional y el crimen organizado.

O de algo en lo que casi nadie (salvando al broker y escritor Henry Markópulos, pionero en ventilar el revés de la vieja trama) imaginó.

A estos miles inversores de la high society (equivalentes a los "awilus", o aristócratas babilonios) les importaba un pimiento de dónde Madoff rascaba la ganancia que motorizaba el trapicheo, en tanto cumpliese lo pactado.

Sin embargo, los pactos empezaron a resquebrajarse cuando ante los primeros síntomas de la actual crisis, sus víctimas propiciatorias le reclamaron un total de 7.000 millones, que en modo alguno podía satisfacer ante la mengua de nuevos inversores.

Sobre el que quiso ser Rey de Wall Street, extraordinario realizador del viejo tocomocho adaptado a las finanzas que supimos conseguir, no tardó en desplomarse su propia pirámide financiera, templo convertido en ruinosa tumba del porvenir inmediato.

En el fondo de esta miserable historieta de ricos y codiciosos (incluido el señor Elie Wiesel y su "Fundación para la Humanidad", o algunos millonarios dados a la filantropía para detraer impuestos), hecha pública gracias al derrumbe financiero norteamericano y su vasta proyección mundial, se articula el delirio paranoico del psicópata y estafados que distaban de ser ángeles.
Uno de los factores que activa la sed inagotable de la riqueza en un mundo desigual, es la búsqueda de la seguridad eterna a través de la diferenciación pecuniaria. O sea, cuánto más tengo menos vulnerable soy al invierno de la desgracia que abate de continuo a los pobres.

Humilde judío oriundo de Queens, quién pasará el resto de sus días en garyola aplastado por demoledoras condenas de mil vidas que no alcanzará a completar, desde un setenta aniversario inaugurado tras las rejas, deberá conformarse con apagar allí mismo la mortecina llama de su sed de poder.

De aristócrata judeo - babilonio con delirios de grandeza, Barnard Madoff pasó a ser "wardú" o esclavo, pero de la Ley actual.

Otros predadores algo más comedidos aunque con delirios invariables, se amparan aún en las sombras de una clase social que nos ha llevado al colapso. Las primas de barra libre que se cobraron los ejecutivos de AIG a cuenta del tesoro norteamericano son apenas un botón de muestra.

A ellos, junto al mancado sujeto y su demolida pirámide financiera, les ha traído al fresco los que desde siempre fueron víctimas de la exclusión.

Ahora, por obra y gracia de los financistas, banqueros y mercachifles del universo, campeones de la fortuna individual -y los demás que se jodan- seremos muchos, muchísimos más...


jueves, 26 de marzo de 2009

PANORAMA DESDE EL ASTRID: QUILMES EN LOS AÑOS ´50.

El Hotel Astrid fue para Quilmes lo que el edificio Cavanagh para los porteños.

Un Monte Himalaya de entrecasa, desde cuya terraza -que yo conocí Sala de Fiestas- se dominaba el horizonte de la ciudad, y algo más.

Además de salir todas las mañanas, el diario "El Sol" imitaba al astro rey, aventajándole incluso en los días nublados, de cielo cubierto y tormenta en ristre. La instantánea capta su letrero en este primer plano contrapicado de la calle rivadavia.

Entonces, los pocos automóviles podían aparcar junto a las aceras, y nosotros, sentarnos en los bordes mordiendo el último churro, tras salir del cine Cervantes y sus sesiones de "Continuado" los días miércoles.

La alternativa era cruzar la calle y entrar a "La Vascongada" en la acera de enfrente. Te atendían los concesionarios de la marca, Don Pedro Labiano y su cuñado, el más apagado Julián, sirviéndote leche malteada o una cremosa variedad de yogures.

Entonces, mi familia vivía a pocos pasos de la que comandaba el jocundo Don Pedro.

Mi hermana era muy amiga de sus hijas: Angelita y Lila. La primera, alta y huesuda, era el calco emocional del padre, la segunda, de una madre que adoraba la soledad, mientras las migrañas la adoraban a ella en la penumbra de su pieza.

Recuerdo que la hermana de la señora noviaba con el panadero y su carro de expendio a domicilio; tipo musculoso y jovial, cercano en ánimo al que sería su concuñado. Por suerte para él, la novia era linda y abierta como una flor en primavera.

Secretamente, me gustaba Lila, rubia y taciturna. Cuando jugábamos, como no me atrevía a besarla (era tres años mayor), la estrangulaba un poco. Ella echaba el cuello hacia atrás y cerraba los ojos, creo que extasiada. Entonces, yo, con siete u ocho años me imaginaba Bela Lugosi en "Drácula", cinta atisbada fragmentariamente en alguna parte.

Al mudarme de barrio, les perdí la pista; reencontrada apenas al habitar la familia los altos que la propietaria del 202 de Alberdi edificó, cuándo aún "los gallegos" vivíamos allí.

Después supe que se fueron lejos, creo que a Córdoba. Y que al menos Lilita no se casó. Era obvio que reproducía el lifestyle de la madre (hermana de Julián).
Desde luego, no volví a estrangular mujeres, ni en broma ni en serio, pese a que alguna se lo merecía.

Vuelvo al contrapicado de Rivadavia, para destacar la sobriedad de la arteria en los ´50. Era una calle limpia, de comercios y bancos con fachada impecable. Podías circular por sus veredas a cualquier hora sintiéndote seguro. Lo mismo en las calles aledañas.

La gente humilde comía caliente y vestía con decencia. Ricos no había muchos. En la ciudad de entonces, imperaba la clase media próspera, con sus chalecitos de planta baja y un jardincito. Incluso, los obreros de la Cervecería u otras fábricas(sobre todo textiles) se hacían su chalé.

La sensación que se tenía, es que la prosperidad no era una quimera. El esfuerzo rendía.

Por eso, en el país aquél mandaba el respeto por lo público, y los quilmeños lo reflejaban puntualmente en sus rituales diarios.

En las casas de Alberdi, Moreno, Lavalle o Alsina -entre tantas- las familias salían en los atardeceres descargando los banquitos o las sillas plegables y el termo dispuesto en las veredas, para conversar el mate, con factura o masitas; y de paso sacarle el cuero al prójimo, mientras los pibes, ajenos al dime y el direte, armábamos carpas indígenas en la plazoleta, jugábamos a las figuritas o nos entregábamos a las habilidades del balero.

A la foto captada desde el Astrid en algún calendario impreciso de los ´50, agregamos retazos cotidianos y estilos de vida que, en detalle, pertenecerán siempre a las leyendas barriales de la ciudad mientras de ellas alguien guarde testimonio...







martes, 24 de marzo de 2009

QUILMES: EL AYER DE MI CIUDAD

El tranvía que llevaba a la Plaza de Mayo en las calles céntricas de Quilmes durante los años ´30. Más tarde fui un pasajero más.

No nací en Quilmes. Llegué a comienzos del ´49, a lo que era un pueblo próspero de pequeños talleres, algunas fábricas grandes, un club de fútbol con futuro y la famosa Cervecería, expropiada por Juan Perón a la familia Bemberg, con apenas cinco años.

Entonces, las calles que circunvalaban el centro de la ciudad eran empedradas, con plazoletas que por tramos partían en dos las calles.

Allí viví doce años de mi vida, también partidos en dos. El más feliz fue el de la niñez, en la esquina de Alberdi y Moreno. El menos, transcurrió en la otra punta del mapa urbanizado; calle Hipólito Yrigoyen (ex Uriburu) al 1100, desde dónde veía pasar los raudos trenes de ida y vuelta del Roca.

Vuelvo al primero, de pantalón corto, profusas lecturas de revistas de historietas, visitas a las salas de cine (había 6) y correrias o juegos barriales con chicos y chicas de mi edad.

En mis muy posteriores visitas al barrio de los sueños infantiles, descubrí a mi ex vivienda convertida en posta de remisero. En el número 202 aún se conservaba el portón de pino hacia 1999. Luego desapareció. También cambiaron otras fachadas y sus contenidos. Algunos de sus moradores de antaño se habían mudado, otros habían muerto, y los menos permanecían allí, ya viejos o a punto de envejecer.

El deplorable estado de los chalecitos quilmeños empeoró en el 2001. Despintados, con los garajes herrumbrados y los timbres colgando de cables desteñidos fuera de uso, semejaban el cementerio de una época próspera, devorada por la marabunta de la pobreza y el desánimo.

Equidistantes de mi esquina a una cuadra por ambas bandas, los almacenes de Manzi y Faggioli habían desaparecido con sus propietarios.

Manzi era peronista; Faggioli radical. Ellos representaban el país de la época en los ´40 y ´50.

El hijo varón del primero, abogado, juez y político, siguió la tradición paterna. El que sobrevivió del segundo (pues el hijo más pequeño -Horacio- falleció tiempo después de ser torturado por las bandas de López Rega, que en realidad buscaban al hermano) montó un pequeño quiosco en el que fuese gran almacén.

Ex comunista y varón sensato, Norberto, a quien el valiente Horacio no delató, habla con amargura del país actual.

Tiene motivos.

Durante los siete viajes- siete, que realicé entre el ´99 y el 2007, no dejé de charlar con él un rato tras recorrer el barrio de punta a punta. La penúltima vez entré en la escuela número siete, en la que cursé el primero superior, el segundo grado y el tercero.

El boliche de Norberto la enfrenta en diagonal desde la esquina, junto a la Iglesia dónde me empollé el catecismo, preparatorio de la Primera Comunión.

No tengo palabras para expresar mi pena ante el estado de mi escuelita, recién edificada a todo gas junto al primero superior de guardapolvo blanco y mate cocido en 1951.

El lustroso escenario dónde un final de curso bailé el Malabo vestido de gaucho, estaba a la miseria. Los viejos maestros y el legendario director ya no existían. Sin embargo, entre tanta tristeza a veces uno recupera el ánimo. Por una de esas reparaciones del destino, reencontré allí mismo a Ernesto Prom, que dirige el Instituto Secundario Almirante Brown (ex Escuela Normal).
Con Ernesto habíamos compartido algún curso del colegio nocturno en Bernal; por consecuencia de nuestro común interés por el País y la Historia, devino prologuista argentino del segundo tomo de Perón. Luz y Sombras.

Rematando el apunte, destaco un comentario enhebrado con Noberto sobre Quilmes y sus viviendas de propiedad horizontal, multiplicadas en los últimos años.


-¿Te acordás, "Norber", de la libertad asombrosa que respirábamos cuándo pibes?

-Claro. Y del cielo abierto. Se podía mirar para arriba. Incluso cuando caía un chaparrón. En cambio, ahora...

- Si. Cada vez que viajo descubro menos chalés y más edificios, viejo amigo...

-Lo peor es que nos tapan el cielo cuándo más lo precisamos. ¿Es igual en España?

-Es peor.

-No calienta, "Nano". Con suerte, viento a favor y desde dónde sea, vos y yo llegaremos a tocarlo con las manos...y los pies.

domingo, 22 de marzo de 2009

SILLAS DE MONTAR CALIENTES: ¿UN FILM PREMONITORIO?

El cándido sheriff negro de Mel Brooks, inicialmente nombrado por la pandilla de corruptos políticos del wild west, que en la escena le acosan.

Quizá la desopilante Blazzing Saddles (Sillas de montar calientes) anticipe el periplo de Barack Hussein Obama en la Casa Blanca.

Se edificó líder en Illinois, puerto franco de cargos congresuales que se compraron y vendieron al mejor postor en los últimos años. Luego ganó posiciones en el Partido Demócrata, controlado en gran medida por el matrimonio Clinton & asociados.

Entre que Barack Hussein se les colara o le colaran ellos, me quedo con la segunda opción. En la tradición yanqui los afroamericanos han desempeñando un plausible rol de compañía.

Sin Bill "bojangles" Robinson, la primorosa Shirley Temple no se hubiera lucido tanto en La pequeña coronela, ni tampoco Jack Benny prescindiendo del popular Mantan Moreland en las célebres emisiones radiales de los años ´30.
Ni qué decir de la magia de Mandrake faltándole Lotario.

Rebasando impoluta el nuevo siglo, la consigna sigue funcionando en los filmes o las series televisivas de blancas pieles estelares, donde los afroamericanos se lucen estampando el "toque humano de humilde rectitud" en sus tramas.

Pues bién; Obama desempeña idéntico papel escoltando el monstruoso poder de las finanzas y los cartels en los EEUU.

Ello explica que una de las principales medidas anticrisis encaradas por el flamante mandatario del imperio fuese la entrega de 180.000 millones de dólares a la aseguradora AIG (American Internacional Group), columna de las finanzas norteamericanas.
Poner zorros a cuidar gallineros no mejora la producción de huevos.
De ahí que, ni cortos ni perezosos los capitostes de la entidad resolvieran socializar entre 78 altos ejecutivos la minucia de 218 millones, resguardándose el futuro por los importantes servicios prestados antes de la debacle del gigante de los seguros.

Ahora el Fiscal General, Richard Blumenthal recibió las denuncias pertinentes sobre esta estafa infligida al erario público, sin que por el momento cesara el Presidente a su Secretario del Tesoro.

Quizá, por faltarle el símil justiciero del filme, encarnado por Gene Wilder, redentor del sheriff de color, un ex esclavo manipulado por malvados.

Tal como pinta el friso, el flamante mandatario - diplomado en Harvard, a diferencia del otro- vendría a representar el señuelo votable que la añeja corrupción de los grandes partidos dispuso en la emergencia.

El esponsor competente, que en su momento corporizó durante ocho largos años el dócil Ronald Reagan para los republicanos y los grandes trust; de piel levemente oscura hoy.

De momento, y a la vista del señalado trapicheo, el rastro delictivo legado por el escándalo de su parroquia estadual no tiene buen pronóstico. Menos aún la desvergüenza de los chorizos de AIG.
Es cómo si operasen con licencia de hábito invariable.

¿En qué medida permaneció ajeno Obama al común denominador político? ¿Es casual que dos altos funcionarios designados por su voluntad renunciasen prematuramente al desvelar la prensa incompetencias éticas con sus cargos?

El tiempo, que pone todo en su sitio, resolverá los misterios que se ciernen sobre nuestro carismático personaje, y la jungla en la que se formó y creció como animal político.

La espesa telaraña del entramado elitista que precipitó este desastre financiero de proyección universal no tiene relevo fácil.

Sus políticos, managers y economistas son lo que hay, y el inquilino de la Casa Blanca les debe teórica obediencia. Por ahora le ecompañan veteranos de la vieja política, empezando por Joe Biden y Hillary Rodham Clinton...

Las atractivas leyendas del Oeste y sus heroicos cantares de gesta, de protagonistas capaces de avanzar contra la corriente del mal desestimando el riesgo, no se vislumbran.
Quizá por que parirlos lleva mucho más tiempo que realizar una premonitoria farsa sobre la corrupción... en el wild west.

De seguir avanzando esta debalce universal, Europa Occidental y América del Norte volverán, según sus propias tradiciones, al estadio de barbarie.

¡Ojalá me equivoque!

sábado, 21 de marzo de 2009

LA CAJA DE PANDORA DEL SUBCONSCIENTE: LAS DESVENTAJAS Y LOS TEMORES DE BARACK HUSSEIN OBAMA.

Barack Obama ante el presentador Jay Leno en su show.

No haré hincapié en el error de Obama amparando a su Secretario del Tesoro tras el escandalete de los bonos AIG y sus fabulosas primas con cargo al Estado; o el manifiesto buen talante hacia Irán y sus Ayatolás.
Me interesa el acto fallido que ventiló un prejuicio bien guardado hasta anteayer. Hablo señores, de la gracia presidencial sobre su torpeza jugando a los bolos, equiparándola al quehacer paralímpico.
Voltear los palotes del bowling requiere precisión y habilidad. Rendir pruebas deportivas partiendo de carencias físicas es otra cosa. Entre los bolos y los impedimentos media el esfuerzo gigantesco, soportado en una firme autoestima y la voluntad de vencer.

Si bien el jefe de prensa de la Casa Blanca salió inmediatamente al cruce de las críticas que llovieron sobre la broma y el bromista, esa es una mancha indeleble, de las que no se borran fácilmente. En cualquier caso, se borre o no, de momento nos ofrece una valiosa pista sobre la naturaleza del funcionario de mayor rango.

Ser negro en una sociedad blanca presenta una clara desventaja. Detrae cierta movilidad social, pero no física. Esta última es mayor para cualquier humano. Superarla parcialmente a través del deporte es posible. Así lo demuestran dentro y fuera de los EEUU los atletas paralímpicos y sus increíbles hazañas.

Barack Obama probó que la pujante y esforzada movilidad social alcanzada por los afroamericanos en el último siglo, ha permitido a uno de sus representantes sentarse en el Despacho Oval que ocuparon hasta ayer los invariables mandatarios blancos de su país.

Viene a ser otra proeza aunque sólo parcial, pues ante la gravedad volcánica de esta crisis económica mundial y su proyección vernácula, queda por acreditar el triunfo final, o bien la completa debacle de los Estados Unidos de América, gran nación de cuestionado liderazgo en los nefastos años de George Walker Bush y Dick Cheney.

Vuelvo la mirada al acto fallido -proyectado en público y enmascarado en sonrisas por el subconsciente presidencial y la desdichada fórmula-, escarbando en el humus de su materia viva.
A lo largo de sus 47 años, Obama debió sentirse en desventaja más de una vez. Su talento y habilidad social le permitieron sortear zancadillas en varios campos. Unos más minados que otros. Los ejemplos cuentan. Excelente intérprete de ficciones, Sidney Poitier conseguía triunfar en el cine, mientras el reverendo Martin Luther King, líder de los derechos raciales, era asesinado.
En cambio, esta cruza de americano y kenyata superó la performance de ambos, desembarcando en la Casa Blanca tras vencer a Hillary Clinton en su territorio, y al candidato republicano en el opuesto.
Personaje singular y ambicioso, ha realizado un sueño imposible de ser imaginado un lustro atrás. A cambio, debió asumir la responsabilidad de lidiar con la mayor crisis económica, política y moral de los últimos setenta años.

En tanto que símbolo de una nueva era y aunque lo niegue, este gran fondista viene a equipararse en realidad con los disminuidos físicos que afrontan el desafío vital de superar su cuota de invalidez mediante el deporte.

El de la política y su gestión al frente de un gobierno que el resto del planeta observa con esperanza, no es moco de pavo. Equivale a la suprema Olimpíada; la más difícil de ganar que se haya visto en lo que va del siglo.

Por ende estimo lógico que, ante la tensión de un poder seriamente comprometido por el riesgo que conlleva -sólo comparable al que afrontó Franklin Delano Roosevelt ante la gran depresión de entreguerras- ciertos prejuicios, especialmente mimados por el temor al fracaso, violenten el cerrojo de su propia Caja de Pandora.

La Caja es común a todos los mortales. En ella, intangible pero real como la vida misma, guardamos aquello que por una u otra razón no nos atrevemos a exhibir por temor a vernos reflejados, y en ocasiones brota de improviso, como el clown de resorte que nos sorprende o abochorna, sembrando el estupor en los demás.

Sin querer Obama la abrió anteayer ante sus compatriotas y el universo desde los estudios de la NBC, en Burbank, desvelando que no le gusta igualarse a un atleta paralímpico, ni siquiera jugando a los bolos. Paradojalmente, el venerado Roosevelt, su antecesor pilotando tormentas, era víctima tardía de la poliomielitis y debió ejercer sus periodos presidenciales desde una silla de ruedas o usando muletas.
El nuevo Presidente no es un aristócrata blanco conectado a la créme funcionarial y las altas finanzas ni un antiguo figurante de hollywood (como Ronald Reagan) pasado al macartismo. Es un mulato tenaz que tras una carrera política emprendida desde el bowery en Illinois, encontró su circunstancia y la aprovechó a fondo.

Más joven, en plena forma física y con un carisma que envidia la elite política occidental, este hombre de dos mundos, el buen pater familia y heraldo de una América al borde del abismo, es por ahora el hombre de color más poderoso del planeta.
El acto fallido cabalga justamente en un subidón de poder.

Por la misma razón (y de ello, a no dudarlo es consciente), de fracasar en esta dura prueba, la sociedad que ayer le votó y el mundo que le observa, se lo harán pagar.
Y lo peor del caso es que, en una forma u otra lo pagaremos todos.




viernes, 20 de marzo de 2009

UNA NATURALEZA CANALLA

El demandado Federico Jiménez Losantos durante el juicio que le ganó el señor José Antonio Zarzalejos (sentado a la derecha en la instantánea).

Sobre las 10:30 de la mañana, la radio de mi Ford Focus capta la voz de Losantos en la Cope. Emitía desde Córdoba y en su digesto horario consumó una de las peores infamias que le escuché.

En la ocasión la perpetró contra los maoríes de Nueva Zelanda, con el pretexto de comentar un lejano viaje periodístico integrando la comitiva de prensa durante un viaje de Juan Carlos I y Doña Sofía a las islas.

No tengo palabras para describir la mezcla de asco e indignación que me provocaron los epítetos despectivos y soeces que este sujeto destinó a los universitarios maoríes y sus coloridos rituales de agasajo a los reyes de España.

Muy suelto de cuerpo ante un auditorio que no le festejó mucho las gracias, les llamó monstruos rebosantes de fealdad y antropofagia.

Los maoríes llegaron a las islas mucho antes que los descubridores españoles, los colonizadores holandeses y la dominante colonia británica de proletarios que allí se instaló, imponiendo su idioma y parte de sus tradiciones. Las otras pertenecen a la nación Maorí, de la que la mayoritaria población blanca asimiló influencias muy enraizadas en la vida social.

New Zeland o Aotearoa (en maorí) es una democracia parlamentaria, asimilada al Commonwealth. Sus dos islas presentan contrastes diferenciados, complementando desarrollo comercial e industrial (en el Norte), y variedad ecológica (en el sur).

Con poco más de cuatro millones de almas, es una tierra próspera y bien gobernada, en la que se favorece el estado de bienestar de sus habitantes.

Pero al Pequeño César le importan poco los neozelandeses, cómo no sea para ridiculizar la lejanía y aislamiento geográfico del territorio.

La befa nazi destinada a los maoríes juzgándoles feos y propensos al canibalismo (infamia sugerida mediante siniestra chanza especiarlmente remarcada) comprende desde luego a los blancos que con ellos conviven, tolerándoles.

Por fortuna creo que en Aotearoa, tierra de Kiwis (así se autodenominan sus ciudadanos) no acreditan la presencia soez de un Jiménez Losantos.

En cambio nosotros sí. Y se lo debemos nada menos que a la Conferencia Episcopal, propietaria de la Cadena Cope (dixit "¡Somos libres!").

Si alguien desea cerciorarse de lo que comportan los abismos de una naturaleza canalla, puede acudir al archivo sonoro de la emisora. En el que corresponde al día de hoy sobran los motivos para que cualquier organización humanitaria denuncie públicamente a este racista contumaz y sus patrocinadores.

Lo mismo cabe si acaso a la embajada neozelandesa; legación a la que remitiré este post.


Pd. Por cierto: el distinguido Jesús Cacho integraba la tertulia de comentaristas y no abrió la boca. El que calla, otorga. Al menos, éso dicen...

jueves, 19 de marzo de 2009

LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

Cartel revolucionario soviético en tiempos de Lenin y Trotski

Mis apuntes sobre el trotskismo y la fallida experiencia libertaria que comportaron el Estado soviético y sus sucedáneos no mengua el reconocimiento a un esfuerzo inicial extraordinario, por parte de los campesinos y obreros rusos en la edificación del nuevo Estado; aislado del mercado mundial y amenazado por fuerzas de la reacción interior y exterior.

Tampoco omitiré el reconocimiento al impulso de los revolucionarios bolcheviques; en especial a Lenin, Trotski, Kamenev, Zinoviev, Bukharin y otra larga lista de cuadros duramente reprimidos por el zarismo.

Sin embargo, en la trágica historia del experimento comunista los errores y horrores cuentan más que el valor y la abnegación de sus pioneros.

El brillo inicial del poder soviético fue breve y agitado. La supresión de los partidos independientes se completó con la absorción forzosa de los sindicatos obreros por el Partido Comunista, dueño absoluto del Estado. A partir de allí, creció desmesuradamente la burocracia estatal, imponiendo su ley militar y policial, sobre obreros y campesinos brutalmente explotados en nombre de la "gloriosa patria soviética", cercada por el capitalismo mundial.

Los disidentes fueron reprimidos con dureza, y asesinados a menudo "por contrarevolucionarios".

Tras la muerte de Lenin la represión se extendió al interior del Partido, ejecutada por su Secretario General, Josif Djugasvili (Stalin), previamente designado por el propio patriarca rojo en vida.

El georgiano de ojos crueles y rostro picado de viruela, extendió hasta límites genocidas esta política de gobierno, masacrando a los campesinos ucranianos y a los de otras regiones por millones. Entonces, Trotski ya era un exiliado, con más suerte que Kamenev, Zinoviev y Bukharin y otros viejos bolcheviques, puntualmente masacrados tras juicios en los que fueron obligados a beber sus propias heces, sin que la abyección y la sumisión al nuevo zar soviético les librase de morir.

Este proceso de breve brillo y constantes sombras que degeneran en baños de sangre, o carceles y exilios, se observa en casi todas todas las revoluciones con principios. Las primeras no tardan -como el dios Saturno- en merendarse a los segundos.

Echando mano a mi carácter de investigador, vuelvo a los textos que redacté sobre Perón y su tiempo.

El temple innovador y revolucionario de este líder de masas surgido de los cuarteles dio paso a un tirano prebendario al que terminó por preocupar mucho más su destino que el del país que gobernó durante diez años.

Lo mismo cuenta para Josip Broz (Tito), Mao Ze Dong, Ho Chi Minh o Fidel Castro.

Hubo antes y después varios más. Me refiero a individuos que esgrimieron ideales de equidad social para alcanzar el poder. Unos pelearon duro desde el llano contra enemigos poderosos, a otros les costó menos imponerse. Pero en todos los casos se observa que, una vez instalados en el centro de su universo, empieza la cuenta atrás, marcada por la corrupción, el nepotismo y el despuntar de las peores cualidades.

Éstas ya anidaban en los pliegues de cada ambición; aunque avizorarlas previamente sólo sea posible equilibrando ideas de democracia social, con fórmulas políticas de organización democrática. Sin los tres poderes de Montesquieu y la participación ciudadana, quedan librados a la entraña de los justicieros sociales los gérmenes que conducen a la opresión y el terror de quienes juzgan sus enemigos, viejos y nuevos.

A medida que un ejemplar autoritario se afirma en el podio, la cosecha de opositores u obsecuentes crece por fuerza.
Unos se indignan ante su prepotencia, por ideales o intereses, otros proyectan sobre él su propio yo grandioso patológico. Los necesita a todos y cada uno por partida doble para vivificar desteñidas ideas o estandartes del pasado, que él mismo y su régimen de oprobio fueron enterrando.

Los conspiradores bolcheviques, los guerrilleros comunistas guiados por Tito o Mao, los barbudos de la Sierra Maestra, o incluso aquellos peronistas de los orígenes vieron menguadas sus filas, siendo reemplazados por aquellos más dóciles al poder del líder de turno.

Mis comentarios sobre J. Posadas o Trotski cobran ese matiz diferenciador entre propósitos y consecuciones.

Mi experiencia juvenil registró ese análisis sobre el primero; vigoroso organizador militante de origen humilde entregado a ideas de igualdad social, pervertido en su atroz declive. El que fui realizando sobre trotski y el trotskismo fue posterior, aunque no menos lapidario.

En el fondo, por uno u otro motivo incrustado en la historia familiar de cada joven militante de aquel partido, precisábamos un grupo de pertenencia, entregando lo que creíamos mejor de nosotros.

Dormíamos cuatro horas diarias, íbamos a la fabrica otras ocho o nueve, luego pintábamos paredes o celebrábamos reuniones de célula, y los fines de semana catequizábamos a los obreros en las barriadas fabriles.

Nuestra vida sentimental era exigua, aunque por lo general nuestras parejas militaran también. El sexo apenas contaba, y los placeres del consumo eran francamente pecaminosos. Entre el jamón serrano y la mortadela elegíamos lo segundo. Vivir con lo mínimo, vestir con lo sucinto, eran compatibles con la cotización de parte del salario a la organización.

La obsesión por un mejor mañana era la razón de nuestras vidas. Éso al menos creíamos. Y así fue para los que en cualquier época lucharon por un mundo feliz combatiendo injusticias.

La otra cara de la ilusión fue lo que en cada uno de nosotros había de ambición y autoritarismo, al considerar nuestras razones como algo absoluto y fuera de toda discusión.

Cuándo años después de abandonar aquel enfoque insensato conseguí alumbrar mi yo autoritario, cruel y despiadado, resolví avanzar en el sendero autocrítico sin flaquear un instante.

Otros no lo hicieron y ahí están, con sus estandartes guerreros de antaño, tan viejos y desflecados como sus propias vidas. Resistiendo a brazo partido abordar la democracia para enriquecerla y enriquecerse interiormente; descartando cualquier lección que la Historia imponga a la vida humana.








martes, 17 de marzo de 2009

NATALIA

La sencilla belleza de Natalia Sedova Trotski, en una instantánea de temprana madurez.

Pocos sobrevivientes de un trotskismo moribundo recuerdan la ruptura de la viuda de León Troski, con las urdiembres teóricas y los dislates tácticos y estrategicos del fracturado mosaico troskista que siguieron al asesinato del profeta por el estalinismo en el Coyoacán de 1940.

Natalia Sedova, abnegada compañera de un animal político inteligente, ambicioso y narcisista, negó veracidad comunista a los llamados "Estados Obreros deformados" que los miembros de la IV Internacional defendían cómo tales frente al Imperialismo.

Si bien a la finalización de la Guerra Mundial ya sostenía la tesis evaluando el carácter reaccionario de la URSS, Natalia la reafirmó por escrito en 1951 ante la efectiva esclavización de la Europa Oriental por el Kremlin.

Lo que no dijo ni manifestó luego, fue la causa del fracaso comunista en términos igualitarios (no como feroz dictadura). De hacerlo debía referir que la causa por la que ella y su marido habían entregado su vida (y obra) era un fraude de Ley.
Ya el Leo Davidovich Bronstein (alias Trotski) de 1905, había señalado a Vladimir Ilich Ulianov (alias Lenin), como un "peligroso candidato a dictador".

Sin embargo pudo más la fuerza del neomarxismo pustchista del segundo que las prevenciones de su posterior aliado en la conspiración política que devino en la octobriana toma del poder y la entronización de una férrea y cruel dictadura.

Lenin, Trotski y sus camaradas la ejercieron sin piedad, convirtiendo la vieja Rusia zarista en una cárcel bolchevique, dónde la disidencia comportaban la prisión o el fusilamiento.

Destacada intervención tuvo Trotski en todo ello, hasta que le tocó el turno de purgar crímenes a manos de otro criminal más organizado.

Una vez exiliado, quien organizó el Ejército Rojo venciendo a las blancas huestes de la reacción en la posterior guerra civil -masacrando de paso a los honestos marinos rebeldes de Kronstadt- fundó la IV Internacional, en oposición a la III, fiel a Stalin y su poder omnímodo.

Las contribuciones de Trotski a la dudosa epopeya del Partido Comunista Ruso fueron mitigadas por sus documentadas tesis sobre el terror estaliniano; empero, sostuvo hasta el final de sus días la defensa incondicional del Estado Soviético ante la izquierda universal.

Siendo en parte su hechura, era comprensible; aunque no justificable.

Las recetas de Trotski para remediar "el retroceso objetivo de la Revolución" consistieron en fomentar una ilusoria "Revolución Política" en la URSS, cómo si la burocracia gobernante nada tuviese que ver con la estructura social y su movilidad.

La idealización del proletariado -sujeto histórico poco activo en el pustch bolchevique de octubre en el ´17- fundó la base de una maltrecha utopía que Stalin no podía consolidar sin el auxilio de su enemigo. La fábula, rematada por "la defensa incondicional de la URSS"que Trotski y sus revueltos discípulos se empeñaron en sostener sin voluntad autocrítica alguna, finalizó en realidad con el pacto Molotov- Ribbentrop, reiterándose cuando el Ejército Rojo que el exiliado crease con tanta pompa, invadió Finlandia; junto a una parte de Polonia, y las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania.

Mediante "En defensa del marxismo"(su último ensayo antes de que Ramón Mercader Del Río le clavase la pica en el cráneo ), procuró desde su exilio mexicano aprobar parcialmente el accionar de su antigua tropa, a la vez que deslizaba ante una Guerra Mundial ya declarada, que tras ella, o bien las fuerzas revolucionarias en el interior de la URSS derrocaban a la burocracia estalinista, o el Estado Obrero retornaba al capitalismo.

Más realista que los discípulos de su finado, Natalia Sedova refrendó poco después esta última conclusión; hecha pública en toda regla hacia 1951, incorporando incluso al régimen yugoslavo de Tito -entonces bien visto por muchos trotskistas a causa de su enfrentamiento con el Kremlin- al bloque burocrático y represor que era preciso combatir.

Ninguna fracción trostskista de las muchas que se disputaron la herencia teórica de León Trotski le llevó el apunte. De hacerlo, se derrumbaban la IV Internacional y las ilusiones revolucionarias de sus miembros. Con ellas, el mito del proletariado combativo ad eternum y la teoría de la Revolución Permanente - supuestamente desatascada en perspectiva, de resolverse la contradicción entre el proletariado y la crisis de su dirección revolucionaria- se hubieran ido al garete.

Yo mismo conocí tarde a esta valiente mujer. En cualquier caso, de haber leído un documento póstumo en el que derrumba mitos, con 17 años y poca experiencia en la vida, lo hubiese oteado apenas. Entonces Cuba, Vietnam y las guerras nacionalistas en Asia y África parecían señalar otro sendero para la humanidad.

Un último apunte sobre Natalia (fallecida en París hacia 1962, a los 70 años): Trostski declaró que ella le había introducido en el mundo del Arte, del que era devota especialista.

El marido le devolvió el favor encamándose en Coyoacán con la excéntrica pintora Frida Kalho, liberal anfitriona de los exiliados rusos junto a su pareja de entonces, el eminente artista Diego Rivera...










viernes, 13 de marzo de 2009

J.POSADAS, EL PROFETA PARANOICO DEL TROTSKISMO SUDAMERICANO

Una de las raras fotos de Homero Rómulo Cristali (1912/1981), perorando algún dislate entreverado en cierta sonrisa.

No le conocí en persona aunque le pasó raspando durante cierta Escuela de Cuadros desarrollada en la prudente clandestinidad que el gobierno de Arturo Illia -celosamente vigilado por los militares- exigía entonces, pero sus constantes intervenciones -transcritas en Voz Proletaria- me eran familiares desde meses antes.

Con apenas 17 años me había incorporado al trotskismo del Partido Obrero gracias a lo bien que asimilaba el discurso de este ítalo argentino, escindido del Buró Europeo pablista poco antes. Jefe del Buró Latinoamericano, Posadas aplicaba inicialmente el legado de León Trotski, diferenciando la base obrera del peronismo (potencialmente revolucionaria) de su dirección política y sindical (el exiliado Perón y sus burócratas sindicales).

En la ruta del maestro, sostenía otro tanto respecto de la URSS, China, Cuba y las democracias populares del Este europeo, contrastando el burocratismo staliniano o maoista que regía estos "Estados obreros degenerados (sic)" con el supuesto impulso vanguardista de las masas soviéticas y chinas.

Es decir que, en uno y otro caso el fallecido maestro y su discípulo criollo escindían la dirección burocrática o burguesa de la restante estructura social, en vez de conectar ambas piezas del producto y analizarlo como un todo.

El fatal error del primero devino intentando justificar su propia intervención en la Revolución Rusa y el mohoso credo leninista, sin acreditar al estalinismo como un lógico producto del fracaso colectivista ensayado desde octubre de 1917.

Para el nuevo profeta desarmado (pues el icono armado fue temible y cruel en la edificación comunista sin renegar de la misma en el exilio), era preciso realizar la revolución política para restaurar en los Estado Obreros, direcciones revolucionarias que enfrentasen cara a cara al capitalismo mundial y su punta de lanza: el imperialismo yanqui.

Posadas no fue el único discípulo de esta idealización monstruosa del proletariado universal; aunque sí coherente aplicando la tesis al peronista. Según el ex jugador de fútbol y zapatero de profesión, era preciso abrir una vía de clase en el movimiento para llevarlo a un frente único con los auténticos principios bolcheviques (encarnados -qué duda cabe- por su versión del trotskismo).

El atractivo de estas teorías superaba la barrera que el Partido Comunista local alzaba contra toda crítica a sus financistas de la URSS. Además, mi calidad de temprano lector de textos políticos, entre los que figuraban autores como el propio Trotski, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Karl Kosch o George Orwell, definía, junto al fuerte impulso de Cuba, mi ruta en esos años.

El atractivo mayor de Posadas era su lisonjera interpretación del proletariado como sujeto histórico de cambio, y la cierta condición para el militante, de integrarse a labores fabriles, para desde allí ganar adeptos, organizando cuerpos de delegados capaces de enfrentar al patrón y al burócrata sindical en procura de estimular el desarrollo masivo de una conciencia de clase que impulsase nuestro Programa de Transición.

La estrategia parecía funcionar a largo plazo, aunque en medio de grandes dificultades, por la labor combinada de los patronos y sus aliados promoviendo constantes despidos. Semejante razonamiento ocultaba el auténtico fracaso del radicalismo político en el seno de la clase obrera.

Con todo, el visionario Posadas y su plana mayor, constituida por militantes de prestigio fabril y cierta capacidad teórica, consiguieron fundar secciones de funcionamiento regular y periódicas publicaciones en varios países de Latinoamérica (Perú, Bolivia, Uruguay, Brasil, México, Cuba) y otros de Europa (Italia, Francia, Gran Bretaña, Grecia, España) y alguno de África (Argelia).

El mayor brillo de esta labor mancomunada entre cuadros experimentados y contados izquierdistas de esos territorios se produjo en los años ´60, durante las conmociones asiáticas y africanas de lo que entonces Posadas y el grupo denominaban "Revolución Colonial".

Salvando Guatemala, donde la guerrilla del Movimiento 13 de noviembre se alió a las maquinaciones de Posadas, no se planteaba la lucha armada en ningún territorio que contase con una sección partidaria.

Los problemas para la organización asomaron con crudeza en previas instancias de Cuba y México. Los Castro y sus secuaces encarcelaron a varios miembros de la sección, y a otros -José Lungarzo y Ángel Fanjul- procedentes de Argentina. Lo mismo hizo el gobierno azteca con el periodista criollo y enviado del Buró político Adolfo Gilly.

A los dos primeros les liberó por los pelos el Che Guevara. Gilly pasó en cambio algunos años en la cárcel, donde escribió un importante libro sobre la Revolución Mexicana y su virtual interrupción a manos del PRI, polemizando ya en libertad, con Octavio Paz. Controversia que retrata el último en "El ogro filantrópico".

A Gilly llegué a verle durante otra Escuela de Cuadros, poco antes de su detención en el Distrito Federal. A Lungarzo y Fanjul los conocí a fondo. El primero, hombre humilde, paciente y por temporadas entregado a reparar neveras sin que nada ni nadie consiguiesen volverle al redil, era un legendario dirigente obrero de SIAM (cuando el emporio del metal fabricaba neveras).
En cambio Fanjul era un abogado tucumano sectario y maula. El típico aparatchik de izquierdas que, bastón en ristre (era cojo) te pone el pie encima ante el menor síntoma de independencia.
Un rol más suave desempeñaba el monocorde Guillermo Almeyra, un diligente heredero no confeso de Posadas, hoy colaborador de La Jornada ( de México) y otros panfletos del sector.
El común denominador de ellos y la mayoría de los militantes era su frialdad emocional y un criterio fuertemente enlazado al grupo de pertenencia creado por Posadas; una suerte de iglesia marxista sui generis donde el rol de cada uno se ajustaba al previo organigrama operativo y el nivel de sumisión a la causa y su magno sacerdote.

Todos y cada uno capitaneaban la fatal glorificación de un sujeto que les aventajaba en carácter, genio y capacidad de organización, proyectándose como un formidable pastor de ovejas rojas.
La capacidad de previsión del sujeto determinaba que el capitalismo, la burocracia comunista y el imperialismo tenían las horas contadas. En la cuenta de las horas imperaba el fervor militante y el nacimiento de insólitas formulaciones.
El ritmo "revolucionario" de la época daba pie a que Posadas fabulase, por ejemplo, que Argelia era un "Estado Revolucionario en tránsito al socialismo", o que "la guerra atómica preventiva de los estados obreros contra el imperialismo, era imprescindible para avanzar hacia el comunismo, con lo que quedara de la humanidad".

Llegados a este punto de barbarie teórica (que incluyó además la rotunda negación de la muerte del "verdadero" Che Guevara por el Ejército boliviano y el CIA), el ideario del Partido Obrero y los documentos teóricos de sus secciones pasaron a denominarse posadistas, acentuando una rápida declinación que culminó con la abierta paranoia del jefe, tras su sorpresiva detención en el balneario uruguayo de Shangri- la.

Una vez en la calle luego de una vibrante campaña "Internacional" por su liberación, el siempre itinerante Homero Rómulo acentuó incipientes teorías sobre la "condición socialista de los platillos volantes" y una supuesta "regeneración" de la burocracia soviética.
No contento con situar al ogro Breznev y sus acólitos en un proceso restaurador del leninismo en la URSS, se entregó a seducir varias militantes casadas, solteras o viudas, provocando sendos ataques de cuernos en los damnificados y la estupefacción de otros militantes.
A estas alturas le habían abandonado sus propios lugartenientes, a la vez que se desmembraban una a una las secciones continentales. Poco antes, un pleito con la guerrilla guatemalteca de Yon Sosa, acusándole de robarles 50.000 dólares, remataba el penoso final de un experimento atacado en público por los Castro, y luego por Perón durante su última presidencia.
Después estalló la cruel verdad, al hacerse público que en los iniciales años ´40, el delirante Homero Rómulo Cristali Frasnelli -tan seguro de sí en apariencia- había vacacionado unas temporadas en instituciones psiquiátricas.

Por mi parte, ya en 1968 y a fuerza de desengaños constantes tendí a recuperar mi sensatez, tras ser atacadas mis "veleidades pequeño burguesas" mediante misiva por el propio Posadas y en persona por Fanjul.

En cierto modo llevaban razón. Yo era un militante tan abnegado como díscolo, pero lo cierto es que estaba harto de ellos, sus sórdidos tejemanejes y una prepotencia burocrática que autodefinía semejante tara como "Centralismo democrático".

Era otro legado de Trotski y Lenin, los profetas de un mundo perfecto... en los predios del camposanto.












miércoles, 11 de marzo de 2009

¡SOCORRO, LOS DIBUS NOS GOBIERNAN!

Horas atrás el señor Pedro Solbes señaló que en modo alguno deseaba renunciar a su cargo, pues se encontraba "cómodo" desempeñándolo.
En plena crisis, con cuatro millones de parados, que probablemente redondeen cinco a finales de año, este clon del Oso Yogui, que no sólo deglute miel e inverna en lo posible, sino que viene desparramándola por doquier junto a obscenos ronquidos, emplea un término ofensivo para con los miles de ciudadanos que día a día se hunden en la miseria.
En vez de cesarlo ipso facto por ésta y otras desvergüenzas, ZP flexiona su invariable sonrisa, enfatiza el evanescente discurso de todas las horas, y sigue actuando cómo si viviéramos en el mejor de los mundos.
El monclovita tiene toda la traza de sentirse cómodo (aunque no se atreva a confesarlo) con el desparpajo del Vicepresidente Económico que su potestad nos legó.
La traza de este socializador en jefe del paro, semeja la de otra celebridad animada: La Pantera Rosa.
Y así, inmersos nosotros en esta hecatombe que hunde nuestras reservas de liquidez y templanza, caemos en la cuenta de que, aquellos personajes que tanto entretuvieron nuestra infancia cobran vida para, en su versión gore, acelerar desde el Palacio de La Moncloa y las plácidas meriendas de Gabinete nuestro viaje al cementerio...

sábado, 7 de marzo de 2009

LA GRAN OBSESIÓN DEL CHE GUEVARA

La escena de mujeres y niños en un basural se reproduce por doquier en este planeta desigual.

La actual crisis económica las extenderá muy pronto a países desarrollados del mal llamado Primer Mundo. Con todas las críticas que merezca el Che, debe reconocerse que el odio por la marginación y la miseria ocupaban el centro de su corazón.

Y no es que otros sentimientos menos solidarios y francamente dañinos le fueran ajenos. Pero en muchos líderes que invocan o han invocado la justicia social para justificar el cesarismo, los elementos conforman un todo, sellado por la ambición personal, y la voluntad de vencer a heraldos del privilegio.
La intervención de Guevara y Castro en la Sierra Maestra fue legítima, en tanto que procuraba liberar de un tirano la patria de José Martí. Lo que vino después desligitimaría los principios democráticos entonces esgrimidos por el Movimiento 26 de julio y sus líderes. Cincuenta años de comunismo tropical y dominación castrista arrojan el patético saldo de hoy.

Defender la democracia universal desde el egoísmo de la buena vida no presupone una exacta virtud. Sólo la comporta, en tanto hagamos carne de sentimiento el imperio universal de la justicia social, y la defensa del débil frente al poderoso.
Cuando observo a políticos, escritores o historiadores reaccionarios criticando al Che, a Perón o la experiencia cubana (donde a pesar de los demás horrores no se apreciaban o aprecian dramas como el de la instantánea) y el régimen venezolano (menos excluyente que otros), sin equilibrar el juicio que se merecen experiencias falsamente democráticas del pasado y presente, no puedo menos que contraatacar la perversión que supone disfrazar las pústulas del privilegio y la exclusión con blancas togas recién sacadas del tinte.
En tal sentido, señoras y señores, comparto la gran obsesión del Che Guevara.
Solo en ése...

viernes, 6 de marzo de 2009

CHE -SEGUNDA PARTE- GUERRILLA. UN ESPECTÁCULO TRAMPOSO Y POCO CONVINCENTE


La segmentación de los tupidos rollos que imprimió Steven Soderbergh ha dado lugar a la segunda parte de Che. El argentino, agobiante relato del virtual suicidio de Ernesto Guevara en la selva boliviana.
Siendo su final una muerte largamente anunciada por la ruptura política entre Fidel Castro y su mano derecha en la Sierra Maestra, este relato no aborda el hecho.
Tampoco menciona el primordial rol de Guevara en los fusilamientos masivos que siguieron al triunfo del castrismo, ni sus sonados fracasos como alto funcionario del gobierno, o en la demencial aventura congoleña ensayada en los años siguientes. Remitiéndose a destacar su publicitado discurso en la ONU.

Lo cierto es que desde tiempo atrás el implacable Castro tenía resuelto desprenderse entre otros "camaradas" prominentes, del argentino, propósito que aceleró tras encarcelar al comandante Huber Matos, luego de que su gran amigo, el popular Camilo Cienfuegos desapareciera en oscuro accidente de avioneta jamás aclarado.

Más atrás aún y con Batista en el Palacio de Gobierno, la oscuridad de una misteriosa emboscada de la policía secreta -en la que algunos dicen, intervino el soplo de Vilma Espín, miembro del Partido Comunista y luego esposa de Raúl Castro- segó la vida de Frank País, dirigente supremo del Movimiento 26 de julio en La Habana.

Tanto Matos, cómo Cienfuegos y País, eran demócratas poco inclinados al comunismo del lampiño Raúl (alias La niña), y el Che. El sendero revolucionario marcó esa ruta, conveniente para el megalómano y ambicioso Fidel, devenido en inevitable peón internacional de Moscú, con intereses propios de nuevo Bonaparte rojo.

El cordobés no tardó en posicionarse en contra de la alianza entre una revolución joven -que buena parte del planeta observaba entonces con cierta ilusión-, y los burocráticos herederos de otra, ya enterrada junto a sus millones de víctimas.

Inclinado hacia el primitivo comunismo maoista, idealizado hasta el delirio por un sector juvenil de Occidente y Latinoamérica, Guevara -que había criticado en sus barbas a los jerarcas moscovitas- visitó a Mao y Chou EnLai en China, extendiendo el periplo al universo tercermundista; estrategia personal que le llevó a establecer fraternos lazos con el egipcio Gamal Abdel Nasser y otros exponentes del populismo socializante, entonces muy en boga.

A estas alturas, perdida la confianza de los enfurecidos hermanos Castro, el Che ya estaba condenado a perecer. De manera que, cuando una vez fuera de Cuba el misterio sobre su paradero fue creciendo, el líder supremo de la revolución le rindió su falso homenaje leyendo en público una carta (sin fecha) de Guevara, aclarando que abandonaba el gobierno para desarrollar su ejemplo de antiimperialismo combatiente en otros páramos. La suerte de luto que guardaba en aquellos días su segunda mujer, Aleida March, reflejaba los páramos con claridad.

Era obvio que Castro se había librado de él, cómo Stalin de Trotsky, aunque sin necesidad de clavarle un pico en la cabeza.

El sombrío episodio de Bolivia -del que Soderbergh recoge apenas la anécdota presentando a tenebrosos funcionarios del CIA en el ajuste final de cuentas- retrata ese final, sin alumbrar sus causas ni la disputa política y personal, entre el voraz y frío Fidel Castro y un febril paranoico compulsivo atrincherado en sus principios.

Si repasamos el listado de supervivientes de las purgas que el primero y su hermanito Raúl realizaron entre sus colaboradores iniciales, sólo hallamos pensionistas de sus mazmorras, exiliados a la fuerza, marxistas acomodaticios, o dóciles cancerberos al estilo de Juan Almeida.

Cercano a los penados en su consecuencia, el radical Guevara fue expulsado de la isla sin halaraca, y en parte de mutuo acuerdo. Fidel sabía que lejos de Cuba "el argentino loco"(dixit) intentaría validar su propia revolución en algún país sudamericano.
Eligió el peor de los que limitaban con Argentina, ignorando su circunstancia y el peso de un campesinado que, beneficiado por la Reforma Agraria iniciada en 1952, se había conservadurizado. La prueba viviente del tránsito entre la servidumbre al amo oligárquico de antaño y la pequeña propiedad parcelaria era el respaldo a la dictadura militar genocida del general René Barrientos Ortuño; favorito de la Casa Blanca.

En cuanto a los heroicos mineros bolivianos, derrotados por el recompuesto Ejército años después de haberlo vencido, y ferozmente machacados por Barrientos, resultaron puntualmente ignorados por los planes catequizadores del Che, deslumbrado por el recuerdo de los campesinos cubanos y su apoyo a la guerrilla de la Sierra Maestra.

Si a ello sumamos el sabotaje de los comunistas bolivianos a su campaña, junto a la ausencia de medios materiales provistos por La Habana, redondearemos la magnitud del aislamiento final de un hombre poco reflexivo y violento.
Otro de los asuntos que desestimó este soliviantado médico asmático (con vocación de carnicero revestida de idealismo) fue la enorme popularidad ganada en su patria por Fidel Castro, gracias a audaces aventuras antibatistanas (como la del Asalto al Cuartel de Moncada y el juicio posterior, o la odisea del "Granma"), unidas a un gran ímpetu, indeclinable fuerza de carácter e indudable carisma personal.

El liderazgo de este hijo bastardo de un terrateniente gallego y su fámula se fundía a la historia cubana desde los inicios gansteriles en la Universidad habanera, y es seguro que sin su existencia y peso político, el retoño de una familia cordobesa de rancio linaje criollo y escasos recursos hubiera sido un izquierdista más en el Continente.

La muerte en condiciones penosas de vagabundeo selvático en tierra extraña lo remite a ese perfil, pese a su previa leyenda, enlazada a la causa específicamente cubana y el triunfo de la revolución.

En otros artículos ya intervine acerca de su inamovible conversión en icono. Comerciante al fin, Soderbergh lo potencia sin la cierta objetividad conceptual y narrativa del primer largometraje.

En cambio, el puertorriqueño Benicio del Toro sigue metido en su piel, pese a que la fortuna de disfrutarlo no justifique la edición de este biopic, francamente bélico y por instantes monótono en su crispación, gratuita sólo en apariencia.

Seguro que por los motivos expuestos, "Ché -segunda parte-Guerrilla", gustará más aún que la primera entrega al putrefacto régimen cubano y sus amigos.

Si en la otra, la heroica lucha armada contra un feroz dictador justificaba el mensaje, aquí no figura retratado quién, con el pretexto de la justicia para todos se erigió en verdadero sucesor tiránico, expulsando de su pretendido paraíso comunista a otro disidente, nada democrático y con clara vocación suicida.

Aunque según su ley y la de muchos profetas sociales o patrióticos que sumaron ingentes cuotas de sangre al turbulento siglo XX, Ernesto Guevara de la Serna muriera matando...