Cada
día, la mayoría de los españoles amanecemos victimas de una nueva
canallada, por la vía del recorte en la prestación sanitaria, o
educativa, y de nuevas subidas impositivas y tarifarias.
La sed de destrozos por parte de este gobierno asesino y su corte medieval, no conoce precedentes desde la victoria de Franco. De hecho, están sumiendo a diez millones de habitantes en las calamidades propias de una posguerra civil, sin que las armas hayan tronado. Empero, las víctimas no sólo existen entre los parados, desahuciados, o los estafados por las Preferentes. La perspectiva del camposanto generalizado va ganando terreno entre los más débiles y desprotegidos, o quienes, presa de la desesperación, son alcanzados por el desequilibrio emocional, y la enfermedad no conjurada a tiempo. Los repagos constantes, la crucial demora en la atención sanitaria y las intervenciones quirúrgicas por falta de personal así lo establecen.
Ayer comentaba las cifras aterradoras que amontona el taxativo voto conservador en España, sin mencionar aquellos en blanco que, seguramente revelarán las elecciones al parlamento europeo. El odio masivo a los políticos actuales -en especial destinado a los más conservadores del PP, PSOE y CiU- se dejará sentir entonces. Pero está claro que el voto, cualquiera sea el resultado, no va a arreglar este prolongado estropicio.
De no resolverlo la gente en las calles, exigiendo la caída de los responsables con Rajoy y sus cómplices a la cabeza, junto al consiguiente juzgamiento por delitos, públicos y privados que todos conocemos, ellos proseguirán la faena de aquello que saben, quieren, y hasta ahora pueden hacer con soberana impunidad.
En tal sentido y a modo de contundente respuesta, la iniciativa movilizadora de Diego Cañamero, Pablo Iglesias, Julio Anguita y sus camaradas, abre un periodo de agitación, tendiente a organizar objetivamente el Frente Social que llevo proponiendo desde hace dos años, cuando, sin medios masivos a mi alcance pero muy bien informado, anticipé lo que haría el PP en el gobierno-auxiliado por la postración socialista, la flojera sindical y de la izquierda parlamentaria-, y aquello que debíamos hacer nosotros para evitarlo.
La sed de destrozos por parte de este gobierno asesino y su corte medieval, no conoce precedentes desde la victoria de Franco. De hecho, están sumiendo a diez millones de habitantes en las calamidades propias de una posguerra civil, sin que las armas hayan tronado. Empero, las víctimas no sólo existen entre los parados, desahuciados, o los estafados por las Preferentes. La perspectiva del camposanto generalizado va ganando terreno entre los más débiles y desprotegidos, o quienes, presa de la desesperación, son alcanzados por el desequilibrio emocional, y la enfermedad no conjurada a tiempo. Los repagos constantes, la crucial demora en la atención sanitaria y las intervenciones quirúrgicas por falta de personal así lo establecen.
Ayer comentaba las cifras aterradoras que amontona el taxativo voto conservador en España, sin mencionar aquellos en blanco que, seguramente revelarán las elecciones al parlamento europeo. El odio masivo a los políticos actuales -en especial destinado a los más conservadores del PP, PSOE y CiU- se dejará sentir entonces. Pero está claro que el voto, cualquiera sea el resultado, no va a arreglar este prolongado estropicio.
De no resolverlo la gente en las calles, exigiendo la caída de los responsables con Rajoy y sus cómplices a la cabeza, junto al consiguiente juzgamiento por delitos, públicos y privados que todos conocemos, ellos proseguirán la faena de aquello que saben, quieren, y hasta ahora pueden hacer con soberana impunidad.
En tal sentido y a modo de contundente respuesta, la iniciativa movilizadora de Diego Cañamero, Pablo Iglesias, Julio Anguita y sus camaradas, abre un periodo de agitación, tendiente a organizar objetivamente el Frente Social que llevo proponiendo desde hace dos años, cuando, sin medios masivos a mi alcance pero muy bien informado, anticipé lo que haría el PP en el gobierno-auxiliado por la postración socialista, la flojera sindical y de la izquierda parlamentaria-, y aquello que debíamos hacer nosotros para evitarlo.
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