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miércoles, 15 de enero de 2014

LA MIRADA CRÍTICA DE UNA PROMOCIÓN



Habiendo vivido la política intensamente, y la historia propia desde la cultura como analista y escritor, hace tiempo que me impresiona la conducta moral de alguien por sobre las ideas que enuncia. Me refiero a las de izquierda y sus representantes, por que la derecha que padecí en Argentina y España no ofrece ideas plausibles ni moral alguna compatible con un mundo mejor. Resulta ahora que, en España, el catedrático y tertuliano Pablo Iglesias amaga presentar su candidatura, arropada por otros miembros del sector, tras el desafío de recoger 50.000 firmas. Sus posiciones oficiales son democráticas, pero un atento repaso a su trayectoria mediática me lleva a dudar de su sinceridad. Ha intervenido con frecuencia en "Intereconomía", y lisonjea a personajes tan poco elogiables como Jaime González (del ABC), el cantante Bertín Osborne (conocido entuisiasta del PP) o Carmen Morodo (de La Razón).
La tara "democratista", grabada a fuego en la conciencia colectiva por la Transición, reconoce en su comunismo manifiesto un olvido genérico de lo que significó, y significa aún, el estalinismo en el planeta. La adaptación del también comunista y diputado Alberto Garzón al parlamentarismo desde las filas de Democracia Plural, señala los límites políticos de adaptación al sistema imperante, demostrados largamente por el viejo PCE, artífice, es cierto, de la resistencia popular a Franco en la posguerra, pero también de su penosa capitulación ante la Monarquía Constitucional; contradictoria herencia del régimen y el paso del tiempo.
Yendo más trás, a la Guerra Civil, por ejemplo, nos encontramos con un PCE represor desde el interior del campo republicano. Leer a Orwell y su libro sobre Catalunya en 1937 retrata esa turbia atmósfera criminal que tan dramáticamente debilitó al antifascismo y el ansia de libertades del pueblo español.
Pablo Iglesias, comunista confeso, ignora o desestima las lecciones de la Historia. Por eso y otras maniobras que he observado, le considero un manipulador de izquierdas.También a Jesús Cintora, periodista algo más entregado al comercio que, desde los medios coincide con él y lo promueve.
Aclaro que mi firma integrará las que procura el catedrático, sin duda alguna, pero desde la prevención de una mirada crítica. Por ende, confieso desconfiar bastante de los catedráticos. El púlpito desarrolla un síndrome sacerdotal de infalibilidad más bien profético. Es la deformación profesional que suele aquejar la práctica de cualquier especialización; en especial la sociológica. Además, en la España que he conocido, disfrutado y padecido durante tantos años, la ausencia de grandes debates y polémicas que abonan buenas síntesis, propias de una cultura avanzada, no han existido. Por esa razón entre algunas otras, de las que son responsables las sociedad civil y sus élites, cuajó este gobierno miserable y destructor, de la pobre democracia que se supo conseguir.

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