El
vicepresidente de asuntos económicos de la UE, Olli Rehn, ha señalado
que "la crisis económica española tardará diez años en arreglarse".
Créase o no, la frase es literal.
De paso, el exfutbolista nórdico, fiel sirviente de Merkel y Draghi, echa un balde de agua helada a las previsiones del gobierno local, y su calculado optimismo, tan falso como su propia naturaleza.
Para sus integrantes y el burócrata de Bruselas, la miseria popular en España y la Europa del sur no pasa de ser un concepto más, vacío en realidad de cualquier contenido humano. Qué más da, entonces, que sean dos, diez o veinte años en la estacada, para generaciones enteras de franjas poblacionales condenadas a la pobreza, los empleos precarios, el dolor y la muerte temprana.
Él, como todos los altos funcionarios de la Comisión europea, el Banco Central y su parlamento, tienen un más que excelente pasar, al que se suman cantidad de privilegios propios de la nueva casta/ tapón que representan. Envejecido socialista, entregado a estas labores paneuropeístas, tan lesivas para los españoles, Joaquín Almunia es un ejemplo cercano y palpable del poder de cooptación que desarrolla el moloch burocrático de la CEE, tan similar en sus diktats opresivos al Komintern staliniano.
No conocer privación de confort y medios materiales blinda confortablemente a los Almunia periféricos (el portugués Durao Barroso, anfitrión de Bush, Blair y Aznar en las Azones durante los días previos a la invasión de Irak), para que sus labores sean las que convienen al IV Reich y los mercados financieros, que hoy cortan el bacalao en Europa y el planeta.
Gobiernos obedientes y sumisos como los de Rajoy, Samaras o Passos Coelho garantizan, al brazo persuasor de la Troika (la cara menos amable de todo el tinglado), el debido cumplimiento de las tareas de "normalización fiscal", encomendadas a los esbirros menores contra sus propios ciudadanos. Consisten, como se ha visto y padecido durante el último quinquenio, perpetradas en nombre de una Europa provechosa para algunos, y para muchos otros despiadada. Aunque por sobre todas las cosas, implique el abono puntual de intereses de cada país deudor, sobre montos globales, públicos y privados, imposibles de pagar.
Rehn finge confiar que será posible hacerlo, imitando el modelo de desarrollo alemán desde el empobrecimiento masivo, durante diez largos y devastadores años.
Ningún economista serio lo cree, pese a que diga o escriba otra cosa por conveniencia. Tampoco Legarde, la bruja madre del FMI, incapaz de mirarse en el espejo, preguntándole cuál es la bruja despiadada más bonita de la economía mundial.
El caso es que, mientras la vaca surta leche cabrá ordeñarla, hasta que exausta, muera. Así son y piensan los cerebros globalizadores, sus cómplices y lacayos en Europa, España y todas partes. No hacen más que reproducir una vez más, el viejo sueño autocrático de creerse eternos.
La pócima mágica de dinero y poder, de ingesta constante, les lleva a creerlo a pie juntillas. Es un craso error que cobra caro la Historia. Pese a lo que haya dicho Francis Fukuyama sobre su final...
De paso, el exfutbolista nórdico, fiel sirviente de Merkel y Draghi, echa un balde de agua helada a las previsiones del gobierno local, y su calculado optimismo, tan falso como su propia naturaleza.
Para sus integrantes y el burócrata de Bruselas, la miseria popular en España y la Europa del sur no pasa de ser un concepto más, vacío en realidad de cualquier contenido humano. Qué más da, entonces, que sean dos, diez o veinte años en la estacada, para generaciones enteras de franjas poblacionales condenadas a la pobreza, los empleos precarios, el dolor y la muerte temprana.
Él, como todos los altos funcionarios de la Comisión europea, el Banco Central y su parlamento, tienen un más que excelente pasar, al que se suman cantidad de privilegios propios de la nueva casta/ tapón que representan. Envejecido socialista, entregado a estas labores paneuropeístas, tan lesivas para los españoles, Joaquín Almunia es un ejemplo cercano y palpable del poder de cooptación que desarrolla el moloch burocrático de la CEE, tan similar en sus diktats opresivos al Komintern staliniano.
No conocer privación de confort y medios materiales blinda confortablemente a los Almunia periféricos (el portugués Durao Barroso, anfitrión de Bush, Blair y Aznar en las Azones durante los días previos a la invasión de Irak), para que sus labores sean las que convienen al IV Reich y los mercados financieros, que hoy cortan el bacalao en Europa y el planeta.
Gobiernos obedientes y sumisos como los de Rajoy, Samaras o Passos Coelho garantizan, al brazo persuasor de la Troika (la cara menos amable de todo el tinglado), el debido cumplimiento de las tareas de "normalización fiscal", encomendadas a los esbirros menores contra sus propios ciudadanos. Consisten, como se ha visto y padecido durante el último quinquenio, perpetradas en nombre de una Europa provechosa para algunos, y para muchos otros despiadada. Aunque por sobre todas las cosas, implique el abono puntual de intereses de cada país deudor, sobre montos globales, públicos y privados, imposibles de pagar.
Rehn finge confiar que será posible hacerlo, imitando el modelo de desarrollo alemán desde el empobrecimiento masivo, durante diez largos y devastadores años.
Ningún economista serio lo cree, pese a que diga o escriba otra cosa por conveniencia. Tampoco Legarde, la bruja madre del FMI, incapaz de mirarse en el espejo, preguntándole cuál es la bruja despiadada más bonita de la economía mundial.
El caso es que, mientras la vaca surta leche cabrá ordeñarla, hasta que exausta, muera. Así son y piensan los cerebros globalizadores, sus cómplices y lacayos en Europa, España y todas partes. No hacen más que reproducir una vez más, el viejo sueño autocrático de creerse eternos.
La pócima mágica de dinero y poder, de ingesta constante, les lleva a creerlo a pie juntillas. Es un craso error que cobra caro la Historia. Pese a lo que haya dicho Francis Fukuyama sobre su final...
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