Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 22 de marzo de 2014

UN ARTÍCULO Y SU RESPUESTA

EL BLOG DE EVA ORÚE


El pudor como agente editorial


PANORAMA SOBRE EL PUENTE
¡Cómo han cambiado el panorama! Cuando se iluminó por primera vez este Círculo en Divertinajes.com la mayoría de las editoriales independientes pequeñas que tanta riqueza han dado al mundo editorial español eran apenas un proyecto en la mente de sus impulsores, Tusquets todavía no había entrado en Planeta, Herralde aún no había vendido vende Anagrama a la italiana Feltrinelli
… y Ediciones Generales seguía siendo un proyecto editorial sólido. El runrún de su venta llevaba en marcha años, el cambio de propietario se había anunciado en varias ocasiones, pareció frustrarse definitivamente hace unos meses, cuando con todos los papeles a punto de firma el vendedor pisó el freno, pero ya está: Santillana, perteneciente al Grupo Prisa, ha vendido Ediciones Generales (es decir: los sellos comerciales Alfaguara, Taurus, Aguilar, Suma de Letras, Punto de Lectura, Altea, Fontanar y Objetiva) a Penguin Random House, del grupo Bertelsmann. (Pueden leer la Nota de prensa.)
Con esta operación, se nos dice, Santillana busca centrar y reforzar su línea educativa (que el año pasado representó el 87% del volumen de ingresos de todo el sello) con una gran tradición y presencia en España y América Latina, donde es líder.
En cuanto a Penguin Random House, un gigante en el mundo anglófono (“publishing some 40% of the world’s commercial book titles in English“, resumieron los medios en el momento de la unión de Penguin con Random House), se convierte en un gigante también en español.
Es una vieja obsesión. El grupo alemán Bertelsmann busca desde hace años consolidar una posición dominante en el mercado editorial en nuestro idioma. Quedó claro cuando a finales de 2012 anunció la compra del 100% de Random House Mondadori: “Bertelsmann cree en el potencial comercial y creativo de la industria editorial”, explicó en un comunicado Thomas Rabe, Presidente y CEO de Bertelsmann, “Al adquirir la totalidad del capital de Random House Mondadori tenemos la oportunidad de mejorar nuestra posición en el mercado editorial español y el acceso a los mercados hispanohablantes en crecimiento de América Latina.”
Y en ello siguen.

MI RESPUESTA


Joan Benavent en 22 marzo, 2014 en 19:37 dijo, respondiendo al artículo de la señora Orúe:


La concentración editorial es un nuevo campo alambrado, guardado por torres de tiro y mastines a la greña, vigilando que los renglones lúcidos, rebeldes e innovadores no crucen la barrera de la publicación en papel. Sin embargo, cuando ese campo no existía, padecíamos otro: el de la desmemoria y el olvido , impuesto por la Transición. Los de Moura, Herralde y etc, respetaban estos principios. La calidad de los autores que fortalecieron esos emprendimientos (hoy olvidados en su mayoría) se ajustó a esa premisa, representada en la prensa diaria por “El País”. Así, con la égida de Planeta, cuna del fraquismo impreso, se erigió la moderna industria editrial española. Usted, señora, es, quiéralo o no, producto de aquello, que en varios formatos (el político, económico y social) ha derivado en esto. El reino de las multinacionales, por ud aludido, no ha cambiado el enfoque de los pequeños aldeanos, enajenadores de su propio esfuerzo editorial vendiendo activos. Se adaptan al mercado solvente que hoy puede comprar libros. Los diez millones de españoles bajo los umbrales de la pobreza, y muchos jóvenes ilustrados que han debido emigrar en procura de horizontes, no pueden. Mi experiencia escribiendo, y hasta editando textos propios en la primera mitad de la década presente, ha sido un fracaso de público. Las cartas de Prisa invitándome a comprar espacios en papel y la SER, firmados por la hija de Ángel Harguindey, debieron desestimase por falta de medios. Pude editar, no publicitar. En realidad, la crítica literaria no existe en España. Son notas de pago o favorecen amigos, aglomeradas en formatos aparentes de cultura. Hace décadas vivimos una trágica siesta cultural. La peculiaridad de España tuvo correspondencia en el pleno desarrollo económico de un país con poca industria, y con pésimos estándares educativos. La cultura del silencio, extendida durante el franquismo a los hogares españoles, y su herencia posterior, ha depreciado la riqueza del lenguaje, negando el uso de metáforas y símbolos. Sencillamente porque no eran necesarios para el régimen.
Es otro de los dramas que, pervividos en el tiempo, justifican los seis millones de parados. La industria editorial es una superestructura, de una estructura global, a la que sirve como un perro fiel. Mi suerte de escritor español ha sido formarme en la inmigración latinoamericana. A ella he vuelto tras décadas desiertas que marcaron el retorno patrio de treinta años. Mi blog y textos, en papel y kindle integran el orgullo literario de un serio esfuerzo. España, admito, me ha pemitido escribir, y leer textos con forzosa tranquilidad. Ellos son hoy mi patrimonio. Del mismo, nada debo a editores que me han estafado y saqueado. Ni a agentes miserables, propios de un país debilitado en términos culturales. Hoy caen las máscaras promocionales con bombo y platillo de los premios nacionales e importados, bajo el empobrecimiento generalizado y la negación de derechos fundamentales, bajo patrocinio del IV Reich & asociados.
Con ciudadanos que masivamente no superan el uso de las doscientas palabras es difícil acreditar una buena industria cultural. Buena porción de los libros vendidos en el último cuarto de siglo han dormido en bibliotecas y anaqueles sin ser abiertos. Pocos lo merecieron. Siempre fue así. Empero, la los rebeldes contumaces nos queda el libro virtual, medio desde el que se puede alzar la voz; aunque desde los restantes se nos ningunee, ensayando esa forma tan común de mordaza.
El campo alambrado, aludido por el dicente en los inicios del comentario presente, opera recogiendo los perversos valores que proyectan sus sirvientes del papel. Los mismos poco venden. De ahí la reiteración potenciando a García Márquez, Cortazar, Borges o el miserable Vargas Llosa. No tienen otros tan acreditados. La crisis cultural de Europa y parte de occidente así lo indica, pese a los inventos y alquimias que nacen y mueren de un año para otro, o en unas pocas semanas.

Le envío un saludo, entre cordial y crítico, desde Río de Janeiro
Joan benavent

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