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miércoles, 5 de marzo de 2014

EL MUERTO, SUS VIUDAS, Y LA DENUNCIA DE UNOS IMPRESENTABLES

 
La falsa sonrisa no puede ocultar la agonía de un miserable sujeto


Este comentario proyecta doble denuncia y respuesta a las "viudas" de Horacio Vázquez Rial, un sujeto canalla y venal que yo no está en este mundo. Las consortes en cuestión son los miserables de "Pensódromo", comandados por el argentino Enrique Odell, ex izquierdista residente desde hace cuarenta años en Barcelona. Su empresa comercial intenta hacer negocios en el mercado literario virtual, resturando la pobre obra del cuatrero difunto, al presentarla como el fruto del genio.
Ya dediqué en vida del sujeto venerado, varios artículos en mi blog. Me había robado, con malas artes y su impostura de siempre, los originales de mi primer libro sobre Perón. De poco le valió abordando su propia biografía del personaje.
La trayectoria del felón arrancaba desde su adscripción al PSOE tras unos años en Barcelona. Eso el valió una columna de opinión en "El País", pero oh, las vueltas de la vida decretaron su expulsión por Herman Tertsch, el espantajo de hoy, entonces "progresista", desde un periódico en el que ocupó durante años altos cargos. Falto de público sus libros grises y muy endeudado, Vázquez Rial se entregó de pies y manos a "Libertad Digital" y el equipo de Mariano Rajoy. Ello no evitó que el cáncer de su conciencia y los fracasos constantes le tomaran el cuerpo por asalto; asunto que le comenté a él mismo en un mail sin respuesta. Una vez muerto, no antes de prestar servicios y documentar su agonía en un lúgubre y sombrío documento ("sombra de la noche", obtenible en youtube), desde imágenes que le imprimió Eduardo Montes Bradley, el propio Rajoy firmó un sentido pésame público en su memoria, fabricado por su oficina de prensa.
Los mercenarios de "Pensódromo" intentan explotar esa veta, con algún texto miserable y la de incautos que caigan en la red.
Mi mensaje privado a ellos responde a otro que me giraron, ensayando una suerte de mensaje de ultratumba al utilizar su correo privado. Esta veneración responde inicialmente a encargos virtuales de pago por parte del agónico sujeto, frutos de su asesoría en las altas esferas del PP. Ahora, una vez digitalizados no tienen a quién vendérselos.
El mensaje que sigue fue congelado en la "moderación" del servidor de la gentuza. Otra providencia, no hecha pública, consistió en girarles uno de mis artículos documentando la condición de ladrón del muerto que publicitan.
Este otro comentario, y denuncia de mi parte, van destinados a alertar a inadvertidos escritores sobre la materia moral quienes integran "Pensódromo 21", ofreciendo sus servicios de E book.

El requiem a Vázquez Rial se lo escribió Mariano Rajoy. Es su medalla póstuma entregada a la infamia de un sujeto venal y cuatrero, por otro de iguales características.
No hay quien pueda reflotar a este rumboso y mediocre calígrafo. Un oportunista y malvado toda su vida. Seguramente os pagaron esta labor de reedición virtual. A nadie en su sano juicio se le puede ocurrir resucitar, desde la imbécil veneración, a un muerto en vida, y menos desde que la perdió. Vuestro bautizo del pseudo sello editorial lo dice todo. Lo titulásteis “Pensódromo”, como si los que escribimos lo pensado participáramos en un símil de perros que compiten dejándose las vísceras en un “canódromo”. A vos, Odell, te conocí en Barcelona, por Jorge Baletto desde Buenos Aires, mediando su recomendación antes de viajar. Esta amistad personal y “literaria” con el miserable difunto, muestra para dónde rumbeaste con el paso de los años. Éste negociete fue un fracaso en toda regla. No calienta. A lo mejor, desde el gobierno y aledaños hasta os sueltan otro trozo de carne podrida. De momento, me habéis enviado tiempo atrás un mensaje usando su correo, a partir del que le giré antes. En el correo aludido, asegurabas que me equivocaba pronosticando el fracaso post mortem del sujeto. Y acerté. Otro no cambiará lo que pienso de gente como ustedes. El tono y conceptos de mi mensaje es muy explícito.
Por cierto, repugnante y estéril el cortomentraje del moribundo. No dice nada ni hay legado alguno. Es otra sombra, pero de las que se pierden en la noche de los tiempos.

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