Marine Le Pen se ha propuesto ser "la Evita"
de los franceses. A la segunda mujer de Perón se le pueden criticar
muchas cosas, no por cierto la xenofobia. Fue una mujer socialmente
inclusiva, no excluyente, salvo de los
oligarcas, enemigos jurados a los que no perdonaba una. Con la
pretensión vana de parecerse a ella, la populista de derechas proyecta
una fórmula desconociendo la Historia. Pasa con muchos políticos
europeos y buena parte de la sociedad civil. Siguen mirándose el
ombligo, confundiendo churras con merinas, o la poco digerible Marine. El caso de la
"ultra" francesa vuelve a poner la bochornosa ignorancia en el tapete. En
instantes de peligroso debilitamiento de la izquierda, su pretensión
apunta a ganar más terreno electoral, para mal de una nación en la que
el pasado más conservador vuelve a cristalizarse en forma amenazante. El
resultado del paneuropeísmo que impone el IV Reich conlleva estas otras
purulencias. Y las que vendrán.
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