Para
un escritor de raza, la palabra y el renglón equivalen al pentagrama
musical y sus códices sonoros, llenos de imágenes vivas. Se trate de un
apunte, artículo, ensayo, cuento o novela, la forma de narrar musicando
es lo que distingue el talento singular, de quienes carecen de pasión
por contarnos una pequeña, mediana o grande historia; aunque administren
oficio. Ponerle alma y emoción a la letra y su flujo; esa es la
fórmula ideal, fundiendo el don al esfuerzo. En ese singular proceso, es
donde la literatura alcanza el milagro único de transformarse en arte.
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