Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 2 de marzo de 2014

AMAR LA LECTURA


Flota en la atmósfera social una suerte de decálogo no escrito, de lo poco que se lee...lo escrito. Suena a paradoja, aunque es veraz. El ciudadano medio del área hispanohablante, menos desarrollada que la anglófila en términos globales, ha ido sucumbiendo a otras tentaciones menos esforzadas.
Leer, significa interpretar, descifrando el código de imágenes que dibujan las frases o renglones expuestos a nuestros sentidos, desde el ocular. Y ello requiere activar la voluntad de hecerlo. Otra cosa es que un texto cualquiera, sea nota de prensa o libro, no nos interese. Ahí manda el criterio personal. Lo preocupante para la salud y robustez de la gimnasia mental, es que no interese leer nada, o muy poco.
En el pasado, las historietas, mezclando texto y dibujos, eran un estímulo gimnástico para acometer otros emprendimientos desde la niñez. El cinematógrafo lo complementaba. Pero con el rampante desembarco televisivo en los hogares, fue desarrollándose un abusivo derecho a la pereza intelectual y perceptiva, que acentuó extraodinariamente el fenómeno virtual, sus tributarios videojuegos y otras modernas tecnologías.
El imperio de la imagen industrial, ya en el siglo pasado fabricó una incompleta sentencia, asegurándonos que "Una imagen vale más que mil palabras", descartando que también "Hay palabras que valen mil imágenes". La pobreza actual del lenguaje de uso cotidiano, refleja esa tara, humanamente tan gravosa por cuanto afecta la materia sensible de los individuos y su comunicación social. No negaré, por cierto, la tremenda importancia de la imagen. El Arte en todas sus formas, antiguas y modernas, es su indisputable y magno tributo. Pero para apreciar la excelencia de cualquier imagen funciona el código cultural, que la acepta o rechaza. Y en ese código, la lectura ejerce su propia esfera de dominio. Privarnos de Homero, Shakespeare, Tolstoi, Kafka, Withman, Dos Passos, Freud o García Lorca, entre los cientos de miles de autores literarios o científicos que pueden excitar nuestra imaginación, visualizando in mente el contenido de sus textos, reduce a la agonía el intrínseco factor asociado que desarrolla la propia creatividad. De hacerlo, nos vedaremos también el considerar las grandes imágenes que nos entregan los mejores pintores, escultores, arquitectos, fotógrafos, dibujantes y cineastas, afectando por fuerza mayor otra fuente de placer y belleza: la cultura musical. Cuando no la científica.
Una mente humana bien entrenada, es capaz de armonizar creativamente y por sí sola, las piezas del conocimiento en diferentes formatos, que va incorporando a lo largo y ancho de la existencia.
La lectura es una gimnasia imprescindible para desarrollar la imaginación, la calidad del lenguaje y sus contenidos. Como toda gimnasia, precisa del esfuerzo sostenido. La flexibilidad intelectual y su peculiar musculatura nos conecta a la belleza de los fenómenos circundantes y esa Naturaleza de la que formamos parte, acentuando la precisión de conceptos.
Leyendo buenos textos de cualquier extensión nos volvemos más reflexivos y humanos, mejorando una calidad de vida que no siempre depende del dinero, aunque el llamado vil metal nos facilite vivir y reproducirnos, estableciendo lazos familiares y amistosos. Tan absolutamente imprescindibles, como el hoy rezagado amor por la lectura.

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