Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 23 de octubre de 2007

MATAR EL TIEMPO

No hablaré de ese estado bobo y sin norte que significa matar el tiempo. Matarlo por pereza o estulticia es cosa de cada uno. Que te lo maten es otra cosa.


Por ejemplo, te lo matan en estos días si vas a la Estación Cercanías, en busca del transporte habitual que te lleva al trabajo. El desastre barcelonés, causado por la imprevisión oficial ante las obras subterráneas del AVE, conmociona la conciencia pública.


Aún está fresca la otra imprevisión, que autorizó torrentes de agua pluviosa arrastrando montañas de residuo forestal el taponar los desagües en una localidad, provocando su inundación, y con ella el virtual desahucio de muchos pobladores.


La destrucción de viviendas, mobiliario y mercancías, pulverizó el esfuerzo que significó crearlos.

A la rabia y el dolor se sumarán otros, que deberán optimizar las autoridades evitando que nuevos diluvios precipiten la consiguiente tragedia.


Otra forma menos comentada de que te maten el tiempo se consigue haciendo la tanda en los cajeros de La Caixa de Pensions.

Si te lo miras bien, es un secuestro técnico. Atarte al palenque por necesidad es éso.


Hablo de sucursales grandes y medianas; aunque también sucede en las pequeñas.


En lo posible, intento resolver trámites bancarios mediante el cajero automático. Así lo procuran casi todos los clientes. Sin embargo, hay circunstancias que fuerzan diálogo con el personal. No me refiero a la entrevista con el delegado o el interventor, procedimiento que requiere cierta espera en cualquier entidad.
Un cobro indebido o dudoso, el pago realizado con retraso, el involuntario descubierto o el detalle de un listado de debe y haberes en créditos o comisiones, determinan la casi obligada tanda ante los cajeros; hoy sin rejas y abiertos al público.


Mediando la penosa circunstancia, te tiras media hora o tres cuartos aguardando turno. En vez de colocar más personal en estas bocas de expendio y trámite, la entidad sobrecarga de trabajo a sus empleados y secuestra parte de tu tiempo. El productivo o el que dedicas al ocio.

Si lo miras bien, eres un virtual rehén, capturado por medios civilizados y hasta legales.


Justamente, en estos días se emite por la tele un rimbombante y galáctico spot de la entidad. Se gastaron la pasta realizándolo. Y no sólo lo hacen con su dinero, o el que te cobran por la hipoteca, las tarjetas de crédito o los talones que llegan de otra entidad.


Es con el nuestro, contante y sonante.


Me refiero al que nos resta; al que podríamos ganar y no ganamos por causa del fatigoso turno en las tandas. Para que ellos le agreguen el que, a nuestra costa ahorran en nóminas, prestaciones sociales, y en no atendernos como es debido. De paso, en la suerte de gulag, esperamos turno matando el tiempo, por narices. Los jubilados y nosotros; aquellos que aún no lo estamos. O las madres con sus hijos pequeños.

Yo, más que matar el tiempo, confieso masticar rabia, manifestándola a menudo en voz alta. Lo hago en forma civilizada y desde luego resonante. Ello me ha convertido en un cliente molesto. Y doblemente mal atendido.

Iam sorry, gentlemen, mi antigua hipoteca me impide romper lazos con vosotros. Por desgracia, es el caso de la mayoría de los sufridos tanderos.


Estimo que la relación calidad-precio de la prestación se ha degradado en los últimos años, a punto tal, que las oficinas de la entidad son lo más parecido a una mala oficina de correos (la que hay en mi pueblo es buena) o la pésima atención que uno recibe de Telefónica.


Ya viene siendo hora que el Banco de España, la OCU o quién sea, tome cartas en el asunto.


¿Qué derecho tiene una entidad financiera, a matar nuestro tiempo sin conmiseración, crispándonos junto a su propio personal, sobrecargado de trabajo y estrés?


La optimización del plusvalor y la cuenta de beneficios no justifican la penuria de nadie.

Y menos la de los dueños de la pasta que, al fin y al cabo, disponiendo de poco o mucho, somos nosotros, sus clientes.


Lo seremos hasta que dejemos de serlo, uno de estos días. Antes de morir del todo encolumnando la tanda...