Ahora me toca repasar algún volumen ajeno y artículos sueltos, sobre dos prohombres de la Catalunya política contemporánea.
Son, qué duda cabe, Jordi Pujol y Josep Lluís Carod Rovira.
Las distancias de liderazgo son considerables. La ambición un factor común.
El primero controló su coalición interna con guante de seda y puño de hierro. Fue President de la Generalitat durante 18 largos años. El segundo intenta cruzar el rubicón que le separa de ese podio tan anhelado, con rivales de la talla de Artur Mas, Duran i Lleida y algún otro, al que el curso de la Historia viene diciendo no; aunque de momento cuentan con más votos que él y su partido..
Por ahora debe conformarse Carod con ser el segundo de Montilla. Pero con todo, su actual distancia del cargo es producto de una precaria coalición, y la que le separa en carisma y experiencia de quien la desempeñó durante tanto tiempo es aún mayor.
Sin embargo, el perfil de Jordi Pujol (nacido en 1930)y el de su parcial imitador (en 1952), vestido con ropaje republicano aunque de ideología semejante, reconocen un común origen.
Ambos padecieron dos fases de la dictadura franquista, coincidentes en estilo, aunque no en efectos.
Pujol contaba diez años cuando el régimen se impuso. Con la misma edad Carod, la dictadura desarrollaba el país mediante el Plan de Estabilización, aliviando la penuria de casi dos décadas, padecida por la gran mayoría de los españoles.
El factor común que enlaza la vida de ambos personajes bajo el régimen, es un aislamiento individual, marcado en Pujol -hijo de pequeño burgueses acomodados- por su inscripción en un colegio alemán, y la determinante influencia social del catolicismo en su formación; efecto que alcanza a Carod -de familia menos desahogada-, educado en un Seminario tarragonés repleto de textos catalanes.
Se apunta además la influencia de la personalidad materna en ambos casos.
El amor por Catalunya se activa en los dos con gran fuerza, potenciada por el abrumador hecho religioso, trasvasando de misticismo el imaginario.
Si bien la mayoría de los animales políticos guarda trazos místicos de fondo religioso en su personalidad; para el caso cuenta el impulso justiciero de la reparación, en un territorio peligrosamente bilingüe, que el Régimen oprime especialmente.
Es dicho misticismo de origen clerical, tan machacado en el inconsciente colectivo por los triunfadores de la Guerra Civil, el que, trasvasado a la reivindicación nacional por circunstancia e identidad, ha convertido en líderes a Pujol y Carod.
No casualmente ambos purgaron prisión (Pujol dos años; Carod varias semanas) por manifestarse pacíficamente y con el crucifijo en alto, contra el franquismo, desde el catalanismo activo y por los derechos democráticos.
Es justamente ese nacionalismo de factura mística -herencia no deseada de fondo integrista-, el que a menudo los niega. El aislamiento provocado en Pujol y Carod por la omnipresencia de un sistema totalitario, es proyectado a sus maquinaciones políticas; claramente exógenas, poco tolerantes, y dominadas por una sensación de acorralamiento del país, que provendría del nacionalismo español, munido de sus abrumadores ropajes culturales y políticos.
Hombre culto, inteligente y florentino, Pujol supo conservar el poder durante mucho tiempo arropándose en la Senyera, a la vez que conectaba en lenguaje y presencia con botiguers y camperols.
Carod reprodujo la fórmula desde el llano, con muchas menos dotes y otro público, en el que predominan los jóvenes y profesionales cualificados.
El desgaste de la coalición fundada por el primero en base a su empuje y carisma, le brindó una oportunidad, que él y los suyos supieron aprovechar, remontando el pozo en que otro ex seminarista y una tránsfuga convergente habían sumido a la añeja formación del legendario Lluís Companys.
Los problemas de Esquerra Republicana son hoy complejos y diversos.
La cierta insuficiencia de liderazgo de Carod y sus pleitos internos; la dependencia de alianzas y coaliciones ante votos insuficientes, junto a la amenaza que, de no prosperar los acuerdos de hoy con el PSC e IC, representa un futuro pacto con el voraz quinto hijo de Pujol (joven candidato a desbancar en un futuro próximo a Artur Más), presagian tiempos difíciles.
El proyecto independentista de este tarragonense para el 2014, es una expresión de deseos más que una certeza. El Cuento de la Buena Pipa nunca dejará de ser lo que es, aunque nos lo intenten vender a cambio de papeletas que reposarán junto a la urna, y no en su interior.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario