Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 28 de octubre de 2007

EL PLEBISCITO AUSTRAL. CIFRAS Y CONTENIDOS AL BORDE DEL RESULTADO

Al gobierno de Néstor Kirchner lo caracterizó el cesarismo, desarrollado en un marco democrático de graves carencias. A su potestad de elegir miembros del Poder Judicial, según la reforma por él inspirada, sumó poderes que le autorizaron a emitir un total de 249 decretos de necesidad y urgencia.

En vista de la crisis heredada y el atasco social de imprevisibles consecuencias, manejó el timón del Estado con guante de hierro, y el viento a favor de los precios internacionales favoreciendo los rubros exportables y la expansión económica puertas adentro.

La creación de 3.200.000 empleos durante su mandato redujo la pobreza extrema, sin eliminarla para 10.000.000; cerca de un tercio de la población. En paralelo creó pequeñas subvenciones familiares, agregándoles una política de subvención en ciertos artículos de primera necesidad, ya mencionados en el previo artículo. El disparadero de la inflación, como consecuencia de tales medidas, roza este año el 6% según cifras oficiales, que la realidad supera.

El déficit energético y el de infraestructuras crece sin paliativos. El educacional no ofrece variantes pese a anuncios gubernamentales de destinar nuevas y más abultadas partidas. La mortalidad infantil, el desamparo familiar y las altas cotas de delincuencia y corrupción en todos los estamentos, desvelan que, si bien pasó lo peor de la crisis, permanecen intactas muchas de sus consecuencias.

Argentina ya no es un país de fuerte clase media influenciado por la cultura europea. La división social entre ricos y pobres registra un enorme foso más, entre los países de Latinoamérica.

El centro capitalino. otrora blanco y europeo, pertenece al mestizaje. Han llegado del interior del país y los países limítrofes en busca de porvenir, trayendo sus rudimentos e inevitable precariedad.
El deterioro en la vía pública del sector, alcanza todas la aceras, de baldosas que escupen fango de lluvias recientes y orines de perro cuando los pisas. La mendicidad y el vagabundaje, menores que las tan frecuentes del bienio 2001/2002, conserva rasgos de identidad en las ochavas y veredas de los edificios viejos y destartalados.

La Avenida de Mayo, otrora castiza y acogedora, es hoy paradigma de la dejadez, y depende a qué horas, de la inseguridad. Lo mismo ocurre con Lavalle, emporio de salas de cine, hoy convertidas en templos de exóticas religiones o comercios del Soho tercermundista. Florida es peatonal, pero poco tiene que ver con lo que era hace treinta años. En las dos se dejan oír atronadores compases de salsa o ritmos de bailanta, mezclando aires tropicales y percusión de tango.

Corrientes, calle de teatros y emporio tanguero, repleto de pizzerías, librerías y grandes estrenos, conserva su aire, aunque proverbialmente sucio y bastante más envejecido.

Las fachadas de Buenos Aires no se pintan ni adornan hace décadas. Las calles que rodean un casco céntrico, que va desde el bajo hasta Plaza Constitución y la Estación Once tampoco son recomendables al caer la noche.

Las ventanas y escaparates enrejados en negocios y viviendas particulares señalan la inseguridad ante el atraco; más violento del que en España conocemos.

El desamparo de una niñez desescolarizada, y rotosa, a menudo enferma, y que en bandadas ingresa a confiterías, bares al paso o restaurantes, en busca de una moneda o para venderte alguna estampita de la Virgen, integra el sombrío paisaje cotidiano.

En estas vias céntricas, la prostitución y el pase de droga son permanentes. Así como los delitos de toda índole.

El último viaje y sobre las doce de un mediodía soleado, fui testigo de uno frente al obelisco. Todo ocurrió a gran velocidad. De pronto, entre viandantes que circulaban sobre la avenida 9 de Julio veo derrumbarse en la acera a un hombre corpulento, y a otro saltar sobre el asiento trasero de una moto de cilindrada que un compinche comanda motor en marcha. El caído pide auxilio, alertando sobre el ladrón que huye, tras robarle la billetera, mientras la briosa máquina sale pitando a gran velocidad en dirección desconocida.

Los argentinos dicen que la policía nunca está dónde debe. O a lo mejor sí, por que allí no apareció.

Cuando el último atardecer va asomando, llegan con él los cartoneros, con sus improvisados carritos. Son parte de un contingente más amplio, que hurga en los cubos de basura y los containers vecinos a restaurantes. Son familias enteras, con niños pequeños y las mascotas. No se meten con nadie y amontonan sus cartones y periódicos sobre el carro, de grandes asas. Junto a ellos cenan improvisadas bocatas o frutas pasadas.

En zonas alejadas, donde anida el privilegio, están los countries. Urbanizaciones de lujo, vigiladas por guardias armados.

Confieso no haber visitado ninguno de los muchos que hay, durante los siete viajes que realicé a esta otra Argentina. Tan distinta de aquella que pisé en 1948 con mi familia inmigrante, a los cuatro años.

Lo dice a las claras el destartalado tren que me condujo varias veces a Quilmes; el pueblo de mi niñez. La estación de esa villa, un emporio cervecero aún hoy, semeja la de un tren fantasma.
De los viejos, mugrosos y sin pintar del antíguo Parque de diversiones del Retiro, demolido hace años.

La crónica que nos llega de las provincias testimonia más de lo mismo, con menos gente y mayor atraso.

A pesar de que alguna avenida -por ejemplo, la Pavón, que cruza Avellaneda rumbo a las poblaciones vecinas- se ha recuperado extraordinariamente, el rezago del País es el que aún heredará -previsiblemente- Cristina Fernández de Kirchner.

Abogada y ambiciosa, esta madre de dos hijos (una adolescente y otro de 31 años) no ha dado las convenientes señales de humo que permitan adivinar cambios apreciables en la política desplegada por su consorte.

Seguramente intentará prolongar la desarrollada hasta hoy. Yo no creo que haga un mandato independiente del actual mandatario. Los Kirchner han prosperado tanto en los negocios privados, como gobernando Santa Cruz y ahora la nación.

Favorita en las encuestas, a ella le observé a fondo en la TV argentina, en febrero de este año. No me impresionó. Sin embargo, es senadora por el voto popular. Ella y Néstor se han alzado con la mayoría de los cuadros peronistas, jibarizando el antiguo feudo de Duhalde y su mujer, el matrimonio peronista más tradicional, que con ellos rivalizó en vano tiempo atrás.

A diferencia de la más calma "Chiche" Duhalde y haciendo gala de una supuesta modernidad, Cristina enfatiza las frases, dotándolas de un dramatismo innecesario. Su falta de talento y provervbial insinceridad son patentes. Sólo a alguien que hace de la vacuidad un deporte se le ocurre soltar a Hebe de Bonafini: "tú te reinventas todos los días". Es problable que quien en realidad proceda a su reinvención periódica sea esta mujer, menos elegante de lo que cree y mucho menos inteligente de lo que reza la publicidad oficial; con sus labios achorizados por el colágeno, y unos ojos estáticos que carecen de brillo.
La virtual Presidenta no tiene nada especial; como sí acredita su rival, Elisa Carrió; dama que a pesar del sobrepeso es hermosa y maneja un discurso brillante, rico en lenguaje y conceptos.


El tercer puesto de las encuestas lo ocupa el economista Lavagna. La derecha de Ricardo López Murphy tiene pocas perspectivas, y Mauricio Macri no se presenta, en espera de mejores tiempos. De seguro, vendrán; aunque sin la certeza de que le favorezcan.


La crisis, aún reciente en las cabezas y el bombeo público de adrenalina, ha impedido que la oposición al peronismo kirchnerista -más propio del segundo que del primero- articule una propuesta más atractiva que la realidad ofrece hoy mediante el matrimonio y su manejo del Estado.


Diez más hacen tanda, con ninguna chance, como no sea alguna diputación, nacional o provincial.


Sobre 27.037.234 obligados votantes, quien de las dos salga elegida 48 Presidente/a, de la República Argentina, deberá alcanzar el 45% de voto positivo, o bien un 40%, guardando una ventaja de diez puntos sobre su oponente.


El Ballotage (francés) está previsto si en la primera vuelta nadie cumplimenta estos porcentajes.


Dudo que no gane Cristina Fernández en la primera vuelta. Dadas las circunstancias, ésta, más que elección, es un plebiscito de seguro ganador.


Como en el hipódromo, cuando un caballo o una yegua son los favoritos.