La nueva denuncia de Pasqual Maragall sobre la traición perpetrada por Rodríguez Zapatero a su respaldo frente a la candidatura de José Bono, se suma a las denuncias sobre las comisiones del 3% cobradas por Corvergencia i Unió durante su hegemónica gestión en la Generalitat, y la forzada sutitución por Montilla al frente del Govern.
Silencia Maragall su larga complicidad con los desastres y corruptelas del PSOE durante la larga gestión de Felipe González.
Entonces Alcalde (notable, por cierto), este culto y enjundioso compatriota que desciende de notables, vivía en su mundo modernizador, cristalizado por las Olimpíadas barcelonesas, un verdadero hito de trascendencia universal.
Sustituido luego por el pilis milis Joan Clos, se fue a Italia una temporada, para retornar, soñando con una rentrée triunfal en la Generalitat; suerte de nueva olimpiada personal para este fondista; uno de los más emblemáticos y prestigiosos miembros del PCS y el PSOE, desde la Transición.
Como se sabe, la declinación de Convergencia i Unió, paralela al retiro del Virrey (Pujol) no le benefició tal cual aguardaba. La consecuencia fue una debilitada honorabilidad al frente del primer Tripartit. El magno Alcalde era un President empequeñecido por las travesuras de sus socios de Esquerra (pese a la manumisión proverbial de Pilar Rahola) y las murallas alzadas desde La Moncloa.
Haberse tomado unas llargas vacances sabáticas en la tierra del Dante [y Maquiavelo] no le había dado ideas. Es que desde la posguerra, los peninsulares hacen política entre gobiernos inestables y una corrupción tan generalizada de la cosa pública, que la durabilidad en el poder o su extrarradio son representadas hoy con toda claridad por las figuras de Silvio Berlusconi o Romano Prodi.
Mejor hubiese asegurado su meditación, observando atentamente el funcionamiento de las modernas democracias, en Finlandia, Suecia o incluso Irlanda. En aquellos territorios, a diferencia de Italia; Grecia, Portugal o nosotros mismos, se prioriza la cultura; la única base firme, a ciencia cierta, del progreso democrático.
Ahora, con el casco capilar blanqueado por las nieves del tiempo, las viejas ideas marchitándose bajo el mismo y un viejo rencor, reavivado por los desdoros y el ocaso, el Maragall destapa el tarro de las componendas y las traiciones que anidan en su amada formación de otrora.
Lo malo, Pasqual, es que tú, viejo zorro de la política vernácula, conociendo muchas más faltas ajenas de las que confiesas, participaste en todas y cada una. El espíritu de cuerpo y la disciplina partidaria te llamaron a silencio; y el que cede, concede, aunque su intervención no sea activa.
El nuevo chivatazo señalando ingratitudes, seguido por tu definitivo abandono del Partido, no te salva del ocaso. A lo sumo, el testimonio quedará en las hemerotecas y la historia pequeña de los arrepentidos en política. Creo que de acompañarte el brío juvenil o la circunstancia histórica lo propiciase, tendrías, ya liberado de incómodos lazos, una oportunidad.
Mira sino el derrotero de Adolfo Suárez, Manuel Fraga Iribarne o incluso el de Santiago Carrillo; quizá el menos rutilante de todos.
Pero cerrar bajo llave tu tránsito no significa eliminarte como símbolo viviente. A diferencia de la siempre elegante e intrépida Rosa Díez (hay que ver lo bien que le caen sus cazadoras de piel), tu larga trayectoria te habilita para equiparar al llegendari Heribert Barrera en la cantera del nacionalismo catalanista. Quizá puedas, en ERC, formación siempre abierta a los valores con seny (que tanta falta le hacen, a la luz de la vulgaridad macarrónica que proyecta Josep Lluís Carod Rovira), o cualquier otra que se constituya, en esta época de innovaciones grupales minúsculas.
Más allá del símbolo, o el refugio mediático tipo Santiago Carrillo, no te auguro gran porvenir.
Si crees que miento, consulta el espejo. Verás que refleja en gesto y crispación tus amargas confesiones del presente, mientras va dibujándote el futuro.
El de alguien que fue y ya no será. A menos que se te ocurra escribir tus memorias; pese a quien pese y caiga quién caiga.
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