Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 20 de octubre de 2007

ALZHEIMER

Del Parkinson pasamos a un Alzheimer: el de Pasqual Maragall.

Le han diagnosticado su inicio y él lo lo hace público, sincerándose.

El anuncio me conmovió. Está dispuesto a luchar contra el flagelo, demostrando su valentía. Dice que "no perderá su identidad por completo, pues en la calle le reconocerán y se la harán recordar". La broma optimista no deja de ser éso. Por más que te recuerden quién eres, la enfermedad hace que te dure un segundo.


La niebla que te separa del pasado identitario te acompañará hasta el final del viaje, sin vuelta de hoja.


En este honesto hombre público, un nacionalista de izquierdas que supo gestionar los asuntos de Barcelona mucho mejor que otros alcaldes -y aquellos que le sucedieron en el cargo-, la pérdida de la identidad política, previa a la más cruel que hoy le acosa, se inició durante el gobierno socialista de Felipe González.



La realización de buena parte del programa social partidario sucumbió pronto ante la realidad. No fue la única formación de izquierdas en el poder que debió cambiar para permanecer.



Los sueños, sueños eran y quedaron aparcados en el recuerdo. Las leyes económicas determinan pocas opciones al ensayo social.


El Estado benefactor no cesa de retroceder en Europa desde la década de los noventa. Las vecinas convulsiones de hoy no hacen más que reiterarlas. Francia, sobrada de burócratas prendidos a la ubre estatal, carente de los empresarios que precisa, y con ventajas sociales que gravan el erario público, no crece. Sarkozy, en representación de la mayoría que le votó, adopta medidas que siguen el rastro de Margaret Tatcher y el ajuste económico. Los sindicatos y diversos agentes sociales, triunfantes años atrás ante tentativas semejantes, resisten de nuevo.


Pero la crisis es ya insostenible y no hay otro camino que amputar el miembro para detener la gangrena del cuerpo.


Los iniciales turnos socialistas aplicaron esta política realista, evitando lo que no se evitó en Francia. Maragall debió asimilar el cambio de tercio, junto a fatales trasgresiones del Estado de derecho (Léase GAL) y graves casos de corrupción en la esfera gubernamental. También el triunfo permanente de CIU y Jordi Pujol durante muchos años.



Ya dije ayer que Maragall tuvo, para mantener posiciones en el PSC y la alcaldía, que tragarse muchos sapos.


Entonces se volvió contestatario y cargó contra su vieja formación; la de sus amores en los últimos 30 años.


Los póstumos sapos, muy mal digeridos, se atrevió a regurjitarlos horas atrás.


En cierto sentido, Pasqual había ido perdiendo identidad política y personal, junto al poder menguado. Su abandono de la Alcaldía y las vacances en Italia revelaban fatiga. También su largo silencio. Una vez quebrado, tras anunciar su candidatura por el PSC en las Autonómicas, su gran prestigio volvió a generar expectativas.


Pero el pequeño mundo de su querida tierra había cambiado.


A su presentación electoral como President le faltaron los votos que esperaba. La consecuencia fue una gestión personal, menguada por la fórmula tripartita, y las cargas subterráneas de ERC; heredera parcial de los sufragios que aguardaba reunir el ex alcalde.


Tras el albur y su fatigoso trajín, no llegó otra oportunidad. Y ahí quedó; aparcado y echándose puñados de tierra, como un nuevo Job, solitario y amargo.



Ahora nos anuncia su Alzheimer. Es la última y peor de las desgracias, que este caballero de la política debe soportar en el ocaso. No es el único en padecer la desmemoria y el extrañamiento. Adolfo Suárez, otro servidor público de buena voluntad -aunque prefiramos a Pasqual por trayectoria coherente y afinidad política- vive la etapa terminal de una tragedia semejante.



Desde Barcelona, su ciudad y la nuestra, debemos arroparle, y en lo posible atenderle.


Nuestro Alcalde, el mejor de todos, no debe quedar solo...








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