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sábado, 1 de febrero de 2014

LA FRANCIA DE AYER Y LA ESPAÑA DE HOY



Recomiendo a mis lectores leer o visionar documentos sobre la Francia de entreguerras y la ocupación nazi, que partió en dos zonas el territorio, reteniendo el control de ambas. En la del norte y comprendiendo París, operaba la comandancia nazi, en la sureña un gobierno títere, encabezado en la villa de Vichy (famosa a raíz de sus aguas termales) por un viejo héroe de la Primera Guerra, el Mariscal Philipe Pétain, conocido personaje de derechas y embajador en la España franquista. Bajo la apariencia de neutralidad operaba este Estado Francés mutilado y vasallo, recibiendo órdenes de Berlín. 
Al comienzo, muchos franceses, golpeados por la increíble derrota ante las tropas alemanas, celebraron el apaño. Pétain, con su aire circunspecto y paternal, encabezaba una autotitulada "Révolution Nationale", enemiga del comunismo y los judíos, desempeñando un falso neutralismo, sin desmedro de que los nazis manejasen la política interior, auxiliados por milicianos criminales de extrema derecha. Valiéndose de la supresión de sindicatos y partidos, Berlín expolió buena parte de los recursos materiales y humanos del territorio francés, hasta que los aliados, el desarrollo de la resistencia popular y el Ejército gaullista de la Francia Libre, acabaron con los nazis y su experimento.
Todo esto viene a cuento por el desempeño pétainista de Rajoy y el PP en España frente al nuevo expolio alemán. Las semejanzas entre el pétreo marechal y el abstruso registrador de la propiedad, metido a gobernar, son ante todo políticas. Al igual que en la Francia de 1940, el discurso oficial procura acentuar la resignación popular ante "lo inevitable" de una deuda onerosa, ejecutando recortes y expolios a destajo en los salarios y el área social en aras del pronto pago, mientras el paro bate récords en Europa. 
El sacrificio forzoso ha sido el mensaje unívoco en los dos últimos años consumando el genocidio. Si en aquella Francia, la fuerza bruta del ocupante dictaba normas y procedimientos de fuerza demoledora, en esta España, las dicta una telaraña paneuropeísta, enarbolando valores "democráticos" y fiscales poco creíbles.
Para el caso, los resultados son equivalentes: abrumador empobrecimiento colectivo, mientras una minoría redobla su enriquecimiento y buen pasar, corrupción generalizada en el gobierno y las altas esferas de la economía, parejo al retroceso social en varios frentes. 
La clave está en la deuda soberana, pública y privada, sometida a la exigencia de pagos perentorios que, de cumplirse parcialmente, la tornan aún más insaldable, mientras el cepo financiero se administra desde el Euro. 
La aceptación de estas reglas de juego por la mayoría de partidos políticos, brinda chances excepcionales al pétainismo español. Nada ni nadie como Rajoy y su miserable formación son tan efectivos a la hora de cumplir, a cualquier coste, las órdenes que imparten Bruselas y Berlín. Para ese viaje no hacen falta más alforjas que las del odio de clase, la crueldad, y unos cuantos cómplices en busca de futuros votantes.

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