Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 24 de febrero de 2014

LOS JUEGOS MALABARES DEL INCONSCIENTE EN LA RECIENTE HISTORIA DE ESPAÑA

El arte dotado de ingenio hace pensar. La falta del mismo nos sumerge en el lodo cotidiano del silencio.


El desprestigio enorme de las instituciones españolas, de la corona para abajo, hizo posible la media ficción de anoche. Si los entrevistados, de diverso origen político, pusieron el hombro en este espectáculo, es por la misma razón. Más allá del libreto recitado por cada uno de ellos, había dosis de convicción inocultables. A menudo el inconsciente opera sobre las ideas más cerriles, adaptándolas a la realidad. Y la del país en estos años es tan social y económicamente desquiciante, que abre nuevos surcos en caminos de coto secreto sin respetar los viejos principios totémicos. Aquellos que sustentan la tan celebrada Transición Democrática se desmoronan sin remisión, y con ellos sus falsos héroes y paladines de la justicia y la verdad. Juan Carlos I era uno de ellos. El más intocable, tocado y retocado hoy en su decrépita vejez, por bien ganados motivos, económicos, familiares y personales. Lo que cuestionó centralmente la sutil farsa de Évole y sus colaboradores, es su figura, y la razón verdadera de existir por parte de esta corona, heredada del franquismo. Otro de los núcleos alcanzados por esta crítica soterrada son los políticos, periodistas y antiguos funcionarios, beneficiados en el reparto de roles que siguió tras la escena del 23 F. El guión emitido ayer, muestra a algunos de ellos encantados, colaborando en una boutade que, en realidad los afecta tanto como al monarca.
El funcionamiento de estas organizaciones surgidas del posfranquismo, ha sido y es un modelo totalitario, de listas cerradas, y funcionamiento monolítico y caciquil. Los turbios vínculos de estos políticos con sectores de la empresa y las finanzas en todo el territorio, han desarrollado la rampante corrupción que hoy anega la sociedad. Si sectores de la prensa denunciaron estas prácticas, lo hicieron en nombre de intereses partidarios de tal o cual formación. Pero ninguna de las tres grandes formaciones (PSOE, PP y el regional CiU) dejó de respetar formalmente la corrupción de los otros. Pacto sólo quebrado cuando las clamorosas evidencias lo requirieron, elevando cada caso al plano de disputa politica para mellar el poder del rival. Las consecuencias del aborregado voto masivo y clientelar, fruto amargo de una cultura cívica defectuosa e interesadamente promovida, nos ha llevado a constantes estafas electorales. La última es la peor de todas; el tramo final del tobogán.
Vuelvo al 23 F, para señalar el grotesco de un teniente coronel de la Guardia Civil dando a viva voz un Golpe de Estado en las Cortes con respaldo parcial de un general en Valencia, mientras el heredero de Franco se toma su tiempo para condenarlo, con un ojo puesto en la gloria posterior. El interesado comentario sobre los peligrosos involucionistas que atentaban criminalmente en Atocha y otros sitios, ha buscado omitir que el grueso del franquismo, no sus asesinos sueltos, era partidario del pacto consensuado con los jóvenes, y no tan jóvenes políticos de las formaciones existentes. El Partido Comunista, gobernado entonces por Carrillo, La Pasionaria y otros fósiles vivientes, coincidía con este nuevo reparto de roles, aprovechando el prestigio, ganado sobre todo por Comisiones Obreras y los jóvenes universitarios de entonces, en períodos de resistencia clandestina al régimen. De poco les sirvió, al decantarse el voto inmediato hacia las posiciones centristas del PSOE y sus abogados listillos.
La Transición y su código de desmemoria colectiva, respetando a figuras del régimen sin reivindicar la República ni su gesta social, completaron lo iniciado por los Pactos de la Moncloa, redireccionando la economía hacia el encuardamiento fiscal en pos de integrarse, más pronto que tarde, al Mercado Común Europeo.
Esa es la historia, en trazos generales, de un periodo a superar, so pena de permanecer enredados en su vieja tela de araña.

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