Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 28 de febrero de 2014

EL VALOR DE LA LUCIDEZ


Ayer decía el maestro Viçens Navarro que sus artículos no podían ser publicados en los cinco principales periódicos de España. Los míos tampoco. Ni mis libros comentados, ni nada. Yo escribo y opino mejor que muchos y peor que algunos. Sin embargo, para la prensa escrita y los medios no existo. Incluyo a todos sus cronistas oficiales y oficiosos, o no tanto, en este muro de silencio alzado contra los que analizamos a fondo la realidad, desechando las apariencias.
Al menos, Navarro tiene una columna en Público. Se merece mucho más, desde luego. De momento, ese diario virtual la titula "Pensamiento Crítico". Es que acaso, toda opinión de calidad integral no debiera ser crítica con algo o alguien? En tal sentido, la derecha mediática no se priva de nada. Claro que sus presuntos opinantes son meros propagandistas de pago y conveniencia, entregados al insulto, la calumnia, o la mera fantasía barata. En la margen izquierda que alcanza los medios reinan el temor y la aprehensión. Sus patrones mandan y ordenan, condicionando muchas reacciones dignas bajo pena de cese. Con todo, algunos llegan un poco más lejos, aunque sin quebrar ese penoso código de la exagerada "presunción" de inociencia cuando abordan corrupciones y dislates de importantes personajes. Eso es como andar a tientas y en puntas de pie desde un escenario oscuro. El de España lo és, sin duda, por eso me fui a Rio de Janeiro. Llevo años escribiendo y opinando sin pelos en la lengua desde un país culturalmente pobre, donde la debilidad de la democracia actual ha crecido mortecina sobre las tumbas sin nombre y los crímenes del franquismo. El gobierno criminal del país no brotó de la nada. Se fue argamasando acríticamante, sobre principios injustos, aunque aceptados de hecho por la mayoría de sus ciudadanos. Una de las bases de la cultura, capital para cualquier sociedad resuelta a progresar, es su grado de capacidad crítica y autocrítica con los fenómenos históricos, propios y ajenos. Hablo de no transar con qualquier evento o magno acontecer que se pregone como verdad, sin que pueda ser justificada como tal. Y en España se han dejado demasiados cabos sueltos de alto voltaje. Ha bastado una gran crisis económica para que los peores fantasmas del pasado: el hambre, el desempleo y la miseria, acompañen los otros del retroceso político y la opresión, de nuevo cuño y vieja matriz. Si en años de voto adocenado y despolitización, aventando peligrosos recuerdos, no hicieron posible los anticuerpos que rechazasen la infección del cuerpo social, esta ha estallado en cortocircuíto, segregando abundante pus desde sus heridas abiertas. 
Si un partido corrupto y otro complaciente, ambos sucesores del viejo régimen, dominan, aunque malamente, la perspectiva del voto, parece lógico que las voces lúcidas sean poco menos que ignoradas. El economista Juan Laborda integra este pequeño nucleo, desafiante y rebelde. Tiene un sucinto espacio en un periódico digital de centro derecha. Le salva su ciencia, aunque no hasta el punto de alcanzar los medios. Se prefiere a los José Carlos Díez, Ekáizer, Bernardos, o Gay de Liébana. Pertenecen al sistema, y allí hay muchos cómplices. El rebelde con causa siempre tendrá pocos amigos, porque de esos se necesita, al menos en España. Es una verdad amarga. Pero la lucidez y el valor saben asumirla, aunque sus portadores sean proscritos desde el perverso sistema, sin declinar por ello un ápice el optimismo. El toma y daca constante entre crítica y autocítica preserva ese valor, capital en el sentido de la dignidad para la vida humana. Ya lo dije hace poco. De eso se trata, al menos para algunos de nosotros.

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