El
sonido de las palabras al ser leídas o pronunciadas, es una clave básica en cualquier definición que
se precie de esmerada. El término Zonzo, por ejemplo, originado en 1662,
supera en gracia y cadencia a su equivalente, Tonto, más tosco y menos
elegante. Dejó de utilizarse en España en el siglo XIX, y es, creo, una
de nuestras perlas lingüísticas extraviadas que América Latina conservó,
enriqueciendo su uso común. El
político nacionalista y autor, Arturo Jautetche, escribió un "Manual de
las Zonzeras Argentinas" en los años 60, fustigando los usos y
costumbres de lo que denominaba "medio pelo social", referido al
pensamiento oligárquico y sus torticeras ramificaciones en la clase
media.
La España actual es una mina a explorar en la materia. Los zonzos de medio pelo abundan en los medios, propagandizando verdades de fantasía, agenciadas en el rastrillo del lugar común, propio de la insensatez y el timo, que pretenden colarnos desde el gobierno y sus colaterales los poderes fácticos, creyéndonos precisamente zonzos, o tontos del culo. Esta última, conjunción brutal de un término conectado al ano, sus heces y el mal olor.
En Brasil, Zonzo es aquel sujeto que no niega ni afirma; un hipócrita que no deja las cosas claras.
Un personaje como Mariano Rajoy, por ejemplo, siendo un arquetipo universal, monopoliza las dos acepciones. Es zonzo por tonto e hipócrita a la vez. Pero según cómo se mire, también puede caberle ser un tonto del culo. Esta capacidad de absorber términos se extiende a su troupe en La Moncloa y el Partido. A Cuál más zonzo (en las versiones argentina y brasileña), tonto o tonta del culo, y rematadamente miserable. Eso no lo he dicho, pero en verdad, lo pensamos casi todos.
La España actual es una mina a explorar en la materia. Los zonzos de medio pelo abundan en los medios, propagandizando verdades de fantasía, agenciadas en el rastrillo del lugar común, propio de la insensatez y el timo, que pretenden colarnos desde el gobierno y sus colaterales los poderes fácticos, creyéndonos precisamente zonzos, o tontos del culo. Esta última, conjunción brutal de un término conectado al ano, sus heces y el mal olor.
En Brasil, Zonzo es aquel sujeto que no niega ni afirma; un hipócrita que no deja las cosas claras.
Un personaje como Mariano Rajoy, por ejemplo, siendo un arquetipo universal, monopoliza las dos acepciones. Es zonzo por tonto e hipócrita a la vez. Pero según cómo se mire, también puede caberle ser un tonto del culo. Esta capacidad de absorber términos se extiende a su troupe en La Moncloa y el Partido. A Cuál más zonzo (en las versiones argentina y brasileña), tonto o tonta del culo, y rematadamente miserable. Eso no lo he dicho, pero en verdad, lo pensamos casi todos.
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