Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 10 de febrero de 2014

EL CINE DE AYER Y SU LEYENDA EN LA PENUMBRA



Cuando nací no existía la televisión. Por entonces, la pantalla de las salas de cine reunía familias, cinéfilos, parejas de enamorados o personajes solitarios. Se vivía el encanto de una atmósfera tocada por la magia de espectáculos de figuras y rostros gigantes, cuando una vez hecha la oscuridad en el recinto y vuelta penumbra en breves instantes, se iniciaba la proyección de un filme desde el haz de luz, nacido en el habitáculo del operador.
Me inicié en el ritual con muy pocos años, en compañía de mi abuela, mi madre y mi hermana mayor. Fueron mis grandes iniciadoras en la fantasía del relato en imágenes y voces dobladas, al menos en la España de posguerra. Recuerdo como si fuera hoy, la velada en la que mi pequeño intestino de dos o tres años irrumpió despótico en la Barcelona del "Cine Versalles", durante el pase de "Las hermanas", una vieja cinta con Errol Flynn y Bette Davis. Y de cómo las pobres mujeres, privadas del introito apasionante, debieron sacarme de allí a la rastra, mientras yo, de cara a la gran pantalla y fascinado por ese blanco y negro clásico, resistía la emergencia. Fue la única vez que ocurrió, pero mi pasión por el cine ya se había disparado. Hoy, desde hace tiempo no piso una sala de cine. Mi enorme videoteca se ha sumado a la de mi mujer en nuestros ochenta metros cuadrados.
Aparte, disfrutamos del cable y sus semi estrenos. No obstante, recuerdo vivamente muchos filmes clásicos al verlos en DVD, uniéndolos al imaginario de las salas de cine que me permitieron disfrutarlos. Es una forma usual de restaurar el tiempo ido y sus cambios, desde el sabor de la nostalgia. Con ellos, vuelven la "Versalles", el "Rivadavia", o las cinco restantes salas quilmeñas, el "Lorraine" de la calle corrientes, y otros emporios de la proyección en Argentina y España.
Quizá un día de estos, en Río de Janeiro resolvamos con María Aparecida consumir palomitas en alguna sala del centro, o en los "shopping", donde abundan. Aunque comparativamente quedan pocas, igual que en todas partes. Pero el haber vivido mucho, atesora la ventaja de ensayar a menudo el racconto, ofrecido llanamente por el vasto recuerdo de aquello, tan memorable.

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