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sábado, 8 de febrero de 2014

LA MARCA DEL FUEGO Y LAS CARTAS MARCADAS


 En las catacumbas de ciertos amores anidan la codicia del saqueo y la impunidad.

 La imputada real declara ente el juez Castro en Palma de Mallorca. Triunfo parcial de la justicia, porque todos sabemos que, de un modo u otro, esta miserable será eximida de ir a juicio. Que la hayamos condenado la mayoría de ciudadanos por su desvergonzado saqueo de las arcas públicas por valor de quince millones de euros, en compañia de su consorte, le importará muy poco.
Es la característica arrogante de este Reino y sus intocables, empezando por el monarca que Franco nos legó y su parentela. Las presiones de un gobierno corrompido hasta el tuétano desempeñaron, por la vía del ministro de Justicia, el fiscal general y su corte judicial, el efecto procesal posible, aunque no sea el idealmente deseable por todos ellos merced a la que está cayendo. El deterioro moral y físico de Juan Carlos I es tan irreversible como su palpable descrédito. La suma de factores señalan una profunda erosión del tramposo sistema de cartas marcadas, plasmado durante la Transición. Basta escuchar la rechifla que acompañó a esta Lady Macbeth de opereta durante su ingreso al Juzgado, sumándola, a las que secundan como indeseado coro griego las rutilantes presentaciones del resto de la familia, o cualquier integrante del gobierno/basura, y los frecuentes imputados que entran, y tan a menudo salen tras deponer, frente a imputaciones semejantes a la que hoy acapara las primeras planas de mundo entero, para calibrar el enorme suceso alcanzado por la flamígera marca España.
Acreditable por los seis millones de parados, su enorme fractura social y el retroceso cavernario sobre el aborto. Parejo al de muchas otras libertades.

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