La
tragedia ferroviaria acentúa el luto que vive esta España vasalla. Un
juguete más de la UE, sometido al capricho del imperio alemán y los
altos mandos financieros que controlan buena parte de la globalización.
Los responsables de las víctimas, fallecidas, heridas o mutiladas,
deben atribuírse, por orden de importancia, al Gobierno y sus recortes,
afectando áreas del bienestar y la seguridad públicas. El estado y disposición de materiales y personal de la empresa estatal RENFE, dependen a su vez de sus directivos.
En tercer término, parece inocultable la insensata imprudencia de Francisco José Garzón Amo, conductor de ese tren, modelo Alvia.
Según reveló la Caja Negra, enfiló la curva a 190Km/ hora, en vez de los
80 estipulados en su recorrido final, distante tan sólo 4 km de la
estación Santiago de Compostela.
Ya he comentado sus algaradas velocistas en Facebook (borradas luego).
Me decía mi mujer:
"Para ese hombre sólo contaban él y su máquina, no los pasajeros".
Quizá por ello, tras el desastre apuntó:
"Debí morir. Ahora no quiero ver todo esto..."
Hay factores en la crisis generalizada que padecemos, de miedo,
inseguridad colectiva y todo lo que ello conlleva. Son transmisores de
violencia; manifiestos al comando de cualquier vehículo.
Siendo los
dramas personales tan abrumadores, aquellos que afectan a los demás apenas existen. Por esa razón aumentan los accidentes viales en carreteras y cascos urbanos sin
necesidad de ingerir alcohol. También redoblan los delitos contra la
propiedad, y la abrumadora dejadez en los espacios públicos, más
deteriorados que nunca.
En el conductor del tren su afición por la
velocidad lo llevó a instancias criminales, no intencionadas, aunque
manifiestas en ingentes cuotas de sangre y dolor para sus pasajeros.
La afición por la velocidad recoge cualquier pretexto -para el caso devino cumplir un horario a rajatabla- en el desarrollo del cometido: fugarse
de la realidad pisando a fondo el acelerador de un medio apropiado.
Su
deseo posterior de "no ver todo esto" prolonga el mismo impulso, de hecho violento y destructor. La inadecuada disposición de utilizar un sistema
ya obsoleto en el último tramo del viaje facilitó el propósito, desde
luego inconsciente.
Bastante más inconsciente de quienes hoy promueven toda
clase de patologías ciudadanas desde altas instancias de Gobierno,
retaceando fondos que, aplicados a la seguridad, resguardan a la
población de desastres como el acaecido anteayer en Santiago de
Compostela.
"España de Luto", titula la infame hoja de "La Razón",
agregándole la bandera española a media asta. Es la que especialmente
flamea sobre nuestro desdichado país, desde que gobiernan estos malos de
la película.
Los auténticos fabricantes del dolor...
Los auténticos fabricantes del dolor...
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