Escribo
sobre lo que conozco a fondo. Siempre será insuficiente alcanzando la
plena objetividad. Pero le ando cerca, porque me documento activando la
metralla incesante de la reflexión.
Mi actual libro Kindle sobre
Perón -segmentado en dos partes- resume la fusión entre la novela
histórica y el ensayo, sin desplazar el eje fundamental del personaje y
su tiempo. En parte fue el mío, y continuará perviviendo en el conocimiento mientras mi memoria y grado de lucidez lo amparen.
En su momento, ciertos miserables intentaron copiar mi esfuerzo. Cuando
alguien pone el alma en lo que escribe, el ardid no da resultado.
Imposible copiar un alma. Sin embargo esta labor, como casi todas las
que llevo emprendiendo desde hace 17 años, sean novelas, ensayos o
biografías, pasó de largo sin que buenos lectores llegasen a mis
renglones.
En el caso de mi "Perón", tanto en Argentina como en España
fue así. En tierras del Plata porque, aún presas de sus emociones, no
han desglosado la luz y las sombras del personaje. En España se explica
por el desprecio y la simplificación que se destinó al controvertido sujeto. También, me
atrevo a decir, al país de origen, considerado tercermundista aún hoy,
junto al resto de Latinoamérica.
La excusa justificando la
incultura social, en periodos de prosperidad económica de flojo valor
cultural y fiebre consumista, reconoce tal síntoma de insensata
arrogancia. Es el factor que oculta un serio grado de pequeñez.
Lo
que se editó en España durante los últimos treinta años desvela, en
general, ese síntoma de enfermedad. Uno de los que nos ha llevado a esta
encrucijada, tan difícil de superar.
Al reeditar versiones en
papel, corregidas y aumentadas mediante el soporte Kindle, no aspiro a
remediar nada en este campo. Además, las cosas llevan su tiempo de
cambio para mejor. De momento me doy la oportunidad de optimizar lo
viejo, sumándole mayor calidad merced a la pericia y el estímulo de mi
extraordinaria mujer. Ella, doctora en Literatura
Hispanoamericana y co fundadora de la cátedra en la Universidad Federal de
Río de Janeiro durante tres décadas, se hace cargo de las presentes
ediciones, supervisando cada puesta en pantalla y facilitando la mejor
lectura de las piezas.
Es un lujo que me llega desde las Américas, tan amadas
durante y después de una larga estancia, en la que me formé, cultural y
emocionalmente.
No hay en mi labor -creo haberlo señalado- intención
alguna de fama o fortuna. Sólo el deseo de comunicar. En principio lo disfrutamos ella y yo. Si las
urdiembres comunes son útiles a la marcha de la Historia, los lectores
del presente o el futuro acudirán a las mismas.
Uno de los grandes
obstáculos para que ello suceda, es que pocos leen auscultando los
renglones con ojo crítico. Es decir, para aprender algo que no saben y
quieren saber. Todo depende del enfoque dispuesto en la lectura.
Y
del grado de inteligencia emocional. Para leerme, acreditarla es requisito insoslayable, porque transmito emociones y criterios
elaborados desde la conciencia y la inspiración, poniendo el acento en aquello que considero acertado,
justo, y útil para avanzar despejando paisajes sombríos.
La maravillosa complejidad de la existencia lo requiere, a menos que no busquemos ser cada día menos inútiles.
Sólo ante ese desgraciado inmovilismo, tan frecuente, leer o visionar cualquier cosa será vivir en babia.
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