Con fatiga en el alma completé el visionado de
esta telenovela, digna de las viejas efemérides del "Billiken". El
guión de Jorge Coscia, actual Secretario de Cultura, intenta sin éxito
transmitir emoción. Colabora en los bostezos del espectador la directora de un filme lento, solemne e impreso en sucintos interiores, sin la menor imaginación.
Todos fuman en las secuencias, como si en el fondo desearan polucionar
más la atmósfera, surcada de gestos y parlamentos poco ejemplares y
atractivos. Incluso, el fugaz desnudo compartido y los besos parecen sacados de contexto.
El actor que compone al Perón que amanece en el
terremoto de San Juan y se apaga en los brazos de Eva Duarte durante la
madrugada del 18 de octubre y tras una jornada gloriosa, semeja un
cordial y ventrudo almacenero de barrio. O algún oficinista que vuelve a
casa fatigado. La voz real del líder en ciernes, extraordinariamente
contundente en su realidad de seductor integral, suena aquí vulgar y
carente de atractivo. Un error de casting decisivo, tratándose del
coprotagonista principal.
Este fallo es tradición en los actores que
encarnaron a Perón en dos previos filmes. Algo más favorecida es la
encarnación de Eva; inferior sin embargo a la ensayada mucho antes por Esther Goris.
Para el rol de Braden eligieron a un bisoño joven de las tallas
especiales, cuando el real embajador, era hombre maduro y experimentado
sirviendo a Washington en América Latina. Todo un peligro para la estabilidad del "Coronel del Pueblo".
Otras impostaciones son
aún menos felices. Mercante, vital apoyo de Perón entonces y poco
después, no reviste la menor importancia dramática, al igual que el que
interpreta al General Ávalos, o al abogado Bramuglia, el del fallido
Habeas Corpus.
Lo de la temperamental Pierina Dealessi, amiga
teatral y protectora de Eva en sus duros comienzos artísticos, recorre
idénticos caminos.
La banda sonora y la audición del filme son
francamente horribles, hasta el punto de constituírse en factor de
irritación constante.
Creo que lo único auténtico en este
modestísimo engendro son los documentales sobre el 17 de octubre (y
otros eventos posteriores), insertados al finalizar la pieza.
Se la
dedicaron al peor documental de Leonardo Favio, director talentoso
aunque no justamente gracias a "Perón. Sinfonía del sentimiento".
Al menos allí cabía algún gramo. Aquí no.
Decía renglones arriba que no señaló contar la experiencia con buen
presupuesto. Sin embargo, lo que hace falta para imprimir una cinta que
valga la pena es el talento del vigor narrativo. Ausente con aviso, ya
en los iniciales diez minutos.
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