Luis Bárcenas está muy solo.
No es que me apene. Hay otros chorizos como Díaz Ferrán o Ángel de Cabo
en el perímetro vallado de Soto del Real. Pero no es lo mismo hablar
con extraños o gente distante, que con delincuentes de la misma
banda."Coleguis" de su oficio por más de veinte años. Paisanos que
estaban encantados con sus servicios ensobrados, o metidos en cajas de
puros, bolsas de basura o de la compra, y se los festejaban al contado.
Resulta que ahora, aquellos que le "indemnizaban en diferido" tras
jurar que era honorable "y que nadie podría probar la inimaginable
deshonestidad", lo ningunean y escarnecen en público, demonizando una
conducta de cómplice fiel y esbirro ejemplar de la mafia.
Bárcenas y sus ex, son eso: la mafia que supimos conseguir votándoles mansamente como borregos cada cuatro años.
Tocando el tema me vienen a la memoria los "Valachi Papers", aquellos
que desmontaron una parte de la mafia organizada en los EEUU. Joe
Valachi era un testigo protegido del FBI, al que garantizaron la ristra
de chivatazos, sin poder evitar que en la custodiada bañera, harto de
todo y de todos se cortase las venas.
Vuelvo al menos protegido
Bárcenas y sus incriminantes secretos. Consciente de que una cárcel
atiborrada de delincuentes es la localización menos amparante de la
tierra, para alguien que sabe demasiado de quienes gozan de libertad
haciendo de las suyas, anunció que dejaba a buen recaudo un vídeo, y
comprometedores documentos en cierta notaría, "por si le pasaba algo".
A su viejo protector, Alvaro La Puerta, de 85 años, le "pasaron" dos
misteriosas caídas, de las que se repone malamente, y sus hijos han
denunciado.
Abandonado por los abogados que le pagaba el Partido de
sus caudales, encontró Bárcenas en el lagarto Pedro J. Ramirez, el ciego
Durán y el ex juez Gómez de Liaño, columnista del primero, los
servicios con los que paliar en algo una soledad acentuada por los
insultos que sus antiguos camaradas destinan a los cabezas de turco.
También la mayoría de los ciudadanos le odian, aunque menos que a
quienes andan a la fresca, se jactan de cambiar España según el modelo
alemán y, seamos realistas, detentan el poder.
La realidad sugiere
que el hombre de los papeles comprometedores y secretos "capaces de
tumbar el Gobierno", era parte de un engranaje.
El tornillo de mala rosca que ya no sirve a la maquinaria corrupta.
Y ya nadie a estas alturas puede remediar el mal fario. A lo sumo,
muchos aguardamos que lo más pronto posible le acompañen los que
articulan al completo la maquinaria. Sean políticos, constructores, o
quienes probablemente comparten las cuentas suizas, junto a otras que
van amaneciendo en esta olla podrida, rebosante de ladrones, vividores,
hipócritas nada honorables, estafadores políticos y canallas.
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