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jueves, 4 de julio de 2013

LA GIGANTESCA OLA DE TAHRIR

                   
         La juventud egipcia en la vanguardia de la ola. En España, muchos emigran.


Fuera de toda duda, las manifestaciones cairotas que dieron lugar al derrocamiento de Morzi por el Ejército fueron una expresión democrática de la voluntad popular; la muestra palpable de la vitalidad de una Primavera Árabe que aterra a la oligarquía europea y sus sirvientes por el efecto contagio, que de hecho pende como una guillotina sobre la mala cabeza de varios gobiernos. 

El depuesto mandatario no sólo incumplía su programa. También perseguía cambios constitucionales, adaptando la Ley Fundamental al credo retrógrado de Los Hermanos Musulmanes.

La condena que en España -un país de democracia devaluada y clase politica corrupta fraccionada entre dos grandes partidos y un tercero regional- se hace del golpe militar, refiere en muchos casos eje del mismo al cuadro político actual de Egipto, devaluando la gigantesca ola de manifestantes. 

Otros sindican la naturaleza del cuartelazo a los deseos geopolíticos de Washington. En parte así es. Pero grosso modo, no parece que la ola de Tahrir sea un cheque en blanco a la corporación militar, antes prestigiada por deponer a Mubarak convocando elecciones libres en las que triunfó el fanático y megalómano derrocado. Muchos de estos esperanzados votantes cambiaron de humor ante el crecimiento de la miseria, la represión sine die y el flagrante incumplimiento de los compromisos programáticos. Justamente, lo que sucede en la España actual desde hace 17 meses, sin que la respuesta popular sea condigna.
La potencia del espontaneo y vibrante movimiento de masas desborda la perspectiva de que un nuevo dictador surgido de los cuarteles gobierne para el privilegio y los estrictos intereses de EEUU, protegiendo a Israel. 
La arrolladora presencia juvenil y las demandas de justicia social respetando el laicismo que intentaban erradicar Morzi y su banda de fanáticos, sugieren que cualquier barrera alzada contra justas demandas fracase. A pesar de que hoy sean los uniformados quienes hayan asumido el poder. De momento, la ausencia de una élite política de recambio lo hizo posible.

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