Fue la que según declaró en su laxo inglés ante los micrófonos de la BBC el señor Aznar, adoptaron en el cónclave de las Azores, él, Bush, Blair y el portugués Duráo Barroso.
En las sobremesas de Franco, las decisiones cortas y tranquilas representaban el fusilamiento de cautivos republicanos (rojos, dixit). La del cuarteto (es un decir, pues in veritas mandaba Bush) condenó a la muerte o la mutilación a cientos de miles de iraquíes, junto a la destrucción de un país.
A esa tierra arrasada sin agua corriente ni luz, sacudida por incesantes atentados que se cobran decenas de vidas todos los días, le llama "posiblidad de establecer una democracia".
Entre las víctimas que se ha cobrado esta brutal invasión, mezclada con guerra civil entre chiitas, suniies e incesantes incursiones de Al Qaeda, la posibilidad de establecer cualquier forma de convivencia es nula; a menos que sea la de los cementerios.
Aznar hace éstas y otras precisiones sobre la tranquilidad de su conciencia, reiterando belicosidades ("lo volvería a hacer",-dijo) en dirección a España. Concretamente enfiladas al interior del Partido Popular, situado en un debate entre barones, apenas sofocado por la terquedad de Mariano Rajoy, y el tradicional verticalismo que gasta una formación vencida en las recientes elecciones.
La reiterada tesis belicista, es calcada a la que Jiménez Losantos y la Cope han venido agitando desde que el PP perdió las generales del 2004. Ahora, se trata de revalidar el mensaje fortaleciendo a los que en puertas adentro resisten el plante de Rajoy (autocrítico con la invasión de marras) y su anunciado cambio de equipo.
De momento, El Mundo se ha desmarcado de esta provocación. Ella debilita a la derecha en momentos de derrota y crisis programática. A Ramírez, eterno Maquiavelo en busca de su Príncipe, no le apasiona el registrador de la propiedad. Sueña con tutelar a un Sarkozy vernáculo (antes del desbarranque), pese a que por ahora deba sofrenar en tal sentido sus iniciales maniobras de papel.
Tampoco le place el gallego del PP al otro gallego de la Conferencia Episcopal, y a los sectores más intransigentes de su propia formación; entre ellos la expeditiva Esperanza Aguirre. Pero el de la "Jota" es zorro viejo y sabe que por la ruta que señala Aznar el PP jamás llegará a La Moncloa.
Está claro que su cínica y prepotente actitud es indefendible. Desde que abandonó el poder, el del bigote desteñido no ha parado de maquinar e incordiar; sea en la tribuna del FAES o mediante conferencias intemperantes y giras temerarias.
Si sus andanzas caraqueñas -del todo inadecuadas en un ex presidente español- llevaron al borde de una ruptura diplomática con Chávez, ahora pretende atarnos mediante arrogante bando, al averiado carromato de George Bush por conductos del PP.
De éso se trata; en momentos que la estrella de su protecteur tejano emite los póstumos destellos y su partido procura equilibrar fuerzas para enfrentar lo mejor posible y con un programa alternativo, al PSOE y los nacionalistas.
"El destino de Oriente Próximo era de extrema importancia para los europeos; también para los españoles establecer una alianza muy estrecha y sólida con amigos poderosos"
Éso farfulla imaginándose yanqui, quien mide el poder de una inmensa maquinaria bélica y los billones de dólares a su servicio como valor supremo.
La realidad de Irak, otrora el territorio árabe más occidentalizado del Cercano Oriente (a pesar de Saddam Hussein), es hoy la de un país en franca demolición.
"Los amigos poderosos" han abierto la caja de los truenos, y de poco sirven los medios materiales y el sofisticado bulldozer bélico que siguen empleando criminalmente para remediar lo que ellos mismos provocaron.
Los que señalan mentirosos por doquier, han mentido más que nadie. El sátrapa Hussein, carcelero de su pueblo, verdugo de sus disidentes, no almacenaba armas de destrucción masiva. Y aunque así hubiese sido, nada justificaba la guerra, y menos aún nuestra participación, quebrando una tradición centenaria que debió respetar Franco.
Nosotros hemos convalidado con tropas la invasión de una nación soberana, gracias a la mayoría absoluta de la que gozó este lúgubre y descarado glosador de guerras, en las que mueren los hijos, los padres, los abuelos, y los amigos de los demás.
Al inspector de Hacienda, presidente de España por gracia de los votantes, no le tembló el pulso entonces. Tampoco al cruel africanista, Generalísimo por la gracia de Dios y los auspicios del diablo durante cuarenta años.
Con todas las críticas que puedan hacérsele a ZP y los socialistas, ellos restauraron la tradición vulnerada por Aznar y el PP, cumpliendo el compromiso electoral. Los fracasados intentos de paz resolviendo el problema vasco prolongaban el mismo impulso; resistido no casualmente por el principal partido de la oposición durante la pasada legislatura.
Por suerte hemos afincado la democracia, y en ella, ciertos indivíduos no tienen porvenir; aunque los de hoy, ejerciendo su derecho a opinar o justificar lo injustificable, nos enseñen los dientes de tanto en tanto...
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