La condenable ocurrencia del señor Bono nada tiene que ver con ello. Su instinto salvaje propicia otro uso: el de atizar a los nacionalistas con el mamotreto. De erigirse en instrumento de consulta, útil a la comunicación, la guía telefónica pasa a transformarse en arma arrojadiza, sustituyendo a la clásica porra.
Evoco el tormento que en primera instancia se aplicaba sine die en las comisarías argentinas, soviéticas, nazis y fascistas, o sencillamente educadas en el abuso y la golpiza, cuando cualquier chorizo, o militante obrero y anti dictatorial (sin hacer distingos) caía en sus manos.
Ellos te señalaban la guía para que marcases los teléfonos y direcciones de tus camaradas. De negarte, la reacción era encasquetártela para que entraras en razón.
¿A cuántos infelices los policías y torturadores del franquismo habrán atizado con una guía telefónica?
Por si algunos no lo recuerdan, la descargaban con todo su peso sobre la cabeza, órgano de donde brotan ideas especialmente peligrosas para los enemigos de la libertad. Por efecto de los repetidos golpes (o atizamiento, diría el castellano manchego Bono), sobrevenían el desmayo, o bien el derrame cerebral, y en ocasiones la muerte.
Las veces que caí en manos de estos especialistas, me libré por los pelos de un tormento que preludiaba otros más refinados.
Algún amigo mío tuvo menos suerte. Las secuelas le acortaron la vida.
Ahora, formalmente abolida esta práctica -entre nosotros al menos- el señor diputado electo nos la recuerda, probablemente sin la señalada intención, aunque munido del mismo espíritu.
Considera que nuestro nacionalismo es punible empleando la vieja medicina. El suyo ¡faltaría más! queda eximido del recetario.
Llamarle cabestro, según lo hizo nuestro amigo vasco, es insultar al reino animal. Ni la bestia más salvaje o repugnante a nuestros ojos, es perversa. En cambio, los repugnantes de nuestra especie lo son.
Éste es, nada menos, el atizador que ZP y sus amigos pondrán al frente del Congreso. ¡Menuda afrenta a la democracia y el Estado de derecho!
Si fuera un chiste sería malo. De verdad, suena horrible.
Es tan malo como suena. Y lo peor, es de verdad.
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