Está la Espido (Freire, la colegui radiofónica del púmbeo De Prada) desde Público, detallando por segunda vez consecutiva otra de sus tramas en la columnita horizontal de todos los días.
Pues no. Así no se hace, mocita.
El genio de Statford-on-Avon se expresa con asombrosa destreza en cada parlamento que las nutre, joyas de síntesis que enrocan y desenrocan conceptos e ideas francamente extraordinarios. En Shakespeare las palabras tienen el filo y la agilidad de las dagas trazando surcos en el renglón.
No digo que los temas abordados en cada una de sus piezas, imitadas troncalmente hasta la saciedad un siglo tras otro, comporten pedrería.
¡Qué va!
Pero referirlas obviando aquello que las destaca muy por encima de otros clásicos,viene a ser como congelar un paisaje vivo y palpitante, o el majestuoso vuelo del Águila Real contra el azul del cielo, sin que las fotos sean siquiera piezas estimables.
Seré franco y brutal. El único escribidor de esta hoja que construye artículos viscerales con personalidad, es Manolo Saco.
El periódico ganará premios dentro y fuera por el diseño y esas cosas, pero el brillo en las ideas, su desarrollo y el ritmo en los contenidos, apenas justifican los 50 céntimos que cedemos al quiosquero.
Me dirán que la levísima Freire es una niña mona, y es cierto (si bien hay muchas del tenor). También concedo que su reciente afán introduce a ciertos lectores con poco sprint cultural en la obra espléndida e inimitable de mi favorito.
Si. Aunque de esa manera; pequeña y olvidable...
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