No son de los que se posan en una rama cualquiera para picotear algún fruto o refugiarse del viento y la lluvia.
A la referida especie de pájaros les place aposentarse cuatro años en los altos del Palacio de la Moncloa. Uno lo hace aún; al otro le desespera que le toque turno.
Anoche, estos ejemplares de aviario, a los que podemos denominar monclovitas gracias a la afición, se enzarzaron again durante una hora y cuarenta y cinco minutos en el segundo y último gorjeo peleón.
Las encuestas beneficiaron al inquilino actual por un margen mayor que el lunes pasado.
¿Cantó mejor?
Quizá. Pero la calidad del gorjeo en este hijo de Ferraz poco tuvo que ver. Sacudió el plumaje de contínuo frente al rival, viejo y destemplado, sin emplearse a fondo. El otro lo intentó, ensayando los graznidos que le marcaron en la calle Génova. Aunque mentían tanto que su efecto fue limitado.
¡Entonces ganó el otro!
Tampoco exactamente. Ser el menos malo depara un triunfo relativo. Mejor digo, la tan corta distancia es victoria pírrica. Creo que tiene chances de seguir eso sí, en los altos de Palacio, volando de un lado a otro sin convencer del todo, hasta que de un día para otro le perdamos de vista en un oscuro rincón.
Quizá entonces le devolvamos su frase, copiada del antimacartista Ed Murrow en el filme de George Clooney.
Buenas noches y buena suerte...
¿Y el vencido, qué será de él?
De no favorecerlo la suerte a último momento, probablemente le jubilen en una jaula pintada de amarillo y envuelta en lacitos; agregándole esa electrizante música de campaña que ponen todo el tiempo. Parecerá que la jaula es de oro y él un triunfador; pero el patético escenario será acorde con su irremisible ocaso.
¿Qué puntuación les darías de uno a diez?
Al pájaro Leonés, un cuatro. Al de Pontevedra, tres y medio. Verás; pocas veces me aburrí tanto. Observar el vuelo de las aves me produce una irresistible sensación de libertad. Lo malo es que estas no vuelan. Son pipiolos domésticos, habituados a picotear el alpiste que nosotros ensobramos y metemos por la ranura cada cuatrienio.
Humm. No sé porqué me suena obsceno lo que acabas de decir.
La mediocridad no tiene alas. Si finje volar demuestra cuán obscena es...
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