Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 1 de diciembre de 2007

LA SOBERBIA

Al conservar mi blog cerrado a post ajenos, quienes poseen mi EMail privado me piden que aclare el porqué de la ausencia autocrítica en Gelman.

Desde aquí les respondo con una sola palabra: soberbia.

No es el único individuo con pasado terrorista que reacciona cerrándose en banda. Es el que mejor sabe hacerlo en su despliegue de falsa humildad. En vez de premiarlo como poeta, debieran aplaudirle como actor.

Los sobrevivientes de las organizaciones armadas que operaron en los argentinos años ´70 consideran que las Fuerzas Armadas y la mayoría de los políticos de entonces son responsables del desastre nacional, y que ellos respondieron en el único lenguaje que éstos entendían: el de las armas.

Hoy reconocen que no era el remedio adecuado, sin asumir que ese remedio -basado en crímenes, secuestros y atentados contra sindicalistas corruptos, políticos cómplices, militares de alta graduación y represores policiales- acentuó la violencia, precipitando la quiebra absoluta del Estado de derecho.

El ex Presidente Alfonsín promovió el juicio a los principales responsables del llamado Proceso de Reorganización Nacional. Hubo condenas. Sin embargo los continuas presiones militares (incluidos algunos alzamientos) le llevaron a retroceder.

Su sucesor en el cargo acentuó esa política, indultándoles a ellos, y a jefes guerrilleros como Mario Firmenich.

Néstor Kirchner abrió de nuevo la veda a la caza y captura de represores. Pero los sobrevivientes de la guerrilla quedaron excluidos tras un breve conato judicial.

Desde hace años dos notorios ex jerifaltes de la Organización Montoneros intervienen en la vida pública. Uno de estos antiguos pistoleros es Horacio Verbitsky, irreductible enemigo del corrupto Menem, y de los militares que, en una u otra forma intervinieron en los 30.000 asesinatos, realizados tras secuestros, robos y saqueos, afectando cómo se sabe, hasta a recién nacidos; entregados para su crianza a policías y oficiales del Ejército.

Periodista, hijo de un gran escritor y autor él mismo de varios textos políticos e históricos, Verbitsky interviene desde tiempo atrás en foros internacionales con posiciones democráticas, y es un investigador de prestigio.

El otro ex es el también periodista y escritor Miguel Bonasso. Fue director del periódico "Noticias", vehículo de las organizaciones armadas, e integró el gobierno de Cámpora. Desde hace años es legislador nacional con posiciones nacionalistas contrarias al liberalismo menemista, y muy cercano a los gobiernos de Kirchner.

Ni Verbitsky ni Bonasso (que detalló en varios textos el funcionamiento de Montoneros desde el gobierno y el exilio con mucha piedad) se han hecho autocrítica alguna.

El "error" no es acompañado por el "horror" del mea culpa; aunque mencionen con frecuencia el que causaron los militares y su guerra sucia; exaltada con argumentos pseudo patrióticos por la dictadura militar, desde 1976 hasta 1983.

Gelman se atiene al mismo procedimiento que observan Verbitsky, Bonasso y algunos otros antíguos terroristas menos mediáticos.

La soberbia de estos señores está lejos de ser numantina. Cuentan desde hace años con el respaldo de las Madres de la Plaza (en sus dos fracciones) y las colaterales de hijos y abuelas.

Los Kirchner les palmean las espaldas desde que él asumió la Presidencia; así como la izquierda y sus partidos (con diferencias marcadas en algunos casos).

Quién quedó fuera de juego es Mario Firmenich, hoy residente en el Barcelonés. Su soberbia es galáctica y tan manifiestamente descuadrada, que no tiene prestigio alguno.

Yo le conocí aquí, cerca de la Universidad de Barcelona, una mañana de 1999. En ese entonces redactaba los últimos capítulos del primer tomo de "Perón. Luz y Sombras"(que registré a mediados del año siguiente).

Procuraba información sobre el personaje que él había conocido en Roma, durante una reunión top secret. Prometió quedar conmigo para charlar del asunto, pero me envió a su mujer.

Ella y uno de sus hijos bajaron a Vilassar. Luego charlamos otras dos veces en bares céntricos.

En medio de esas reuniones, el marido me llamó por teléfono para invitarme a su doctorado en Ciencias Económicas (había desarrollado aquí parte de la carrera).
Era para demostrarme que seguía siendo alguien.
Proceder que retrata una vez más el complejo de inferioridad que suele atenazar a estos mandones de tres al cuarto.
Allí estaba Manuel Vázquez Montalbán; a quién vi muy desmejorado. Le quedaban años de vida, pero no muchos. Con el otro apenas hablamos. El inminente catedrático me esquivaba todo el tiempo. Su olfato le indicaba mi peligrosidad, desde el punto de vista psicológico.

Rehuye que lo investiguen y descubran aquello que esconde mal.

Su mujer lo admitió la última vez que accedí a reunirme con ella.
"El Pepe" es como Perón. No se deja ni admite nada."
Ya le hubiera gustado a él suceder al dictador. Su militarismo se lo exigió sin pasar por el Colegio Militar ni poseer un ápice de la habilidad operativa del ídolo. Tampoco, por fortuna, le ayudó la Historia.
La mujer asumía la terquedad del marido y el uso que hacía de todo Dios. Pero seguía con él. Al caricato del Líder lo seguía una combinación del de sus últimas dos consortes.
Era la militante del dirigente. La única que le quedaba.

Daba la sensación de que ambos vivían en el pasado. Esa característica se reiteró después con gente que traté hace años y volví a contactar durante mis viajes a Buenos Aires. Habían entregado su vida a una causa y se resistían a abandonar el caserón en ruinas.

La diferencia entre mis contactos y Firmenich eran las armas. Mis viejos amigos de los años ´60 eran obreros de izquierda. A lo más que podían llegar, era a organizar huelgas por mejores condiciones de trabajo o contra algún despido. Ni ellos ni yo manejamos jamás arma alguna.

En cambio, este otro pájaro era un matarife.

El típico candidato a búrocrata de izquierdas ultramilitarista, del que aún se sospecha su pertenencia a algún servicio secreto del Ejército en tiempos del general Onganía.

Él, que antaño se codeaba con Fidel Castro, Gaddafi y Arafat (también con el carnicero Massera en París), mientras su gente era carne de cañón en la Argentina; y que ahora ya no tenía a quién mandar ni sentenciar o joder, apelaba a la parienta para todo servicio.

Esa actitud, torpe y provocadora, sería tan patética como la del "Mono" Gatica (aquél boxeador famoso de la era peronista) en su declive, si el ejemplar no fuera responsable supremo de tantos asesinatos por partida doble.

No fue por cierto el único. Gelman, Verbitsky y Bonasso (entre otros) también participaron. El funcionamiento de los Montoneros, como el de las restantes organizaciones armadas (las FAP o el PRT) era centralista, aunque colegiado en la cúpula.

No soy un mero cronista o historiador. He vivido 33 años en Argentina, milité en la izquierda durante seis(hasta 1969) y conservo los ojos bien abiertos. El Pepe lo captó enseguida.

A mí, los cuadros soberbios del partido o banda qué sean -se trate de Firmenich, Verbitsky, Bonasso o Gelman- no me van a engañar. Así alcen la mandíbula como Mussolini o se disfracen de demócratas que cazan represores; denuncien al imperialismo y los proimperialistas o aparezcan ante nuestros ojos cuál corderos de alma poética; les cazo el pedigrí.

Por cierto, no han participado de los crímenes de Estado, y hasta más de uno se salvó por los pelos de desaparecer junto a los desdichados treinta mil compatriotas.

De dichos latrocinios no son culpables; aunque tampoco del todo inocentes, como nos quieren hacer creer. En realidad ni ellos mismos se lo creen.
Ahí está el detalle, y no es menudo.

La soberbia señores, esconde la verdad a medias. El devenir histórico desentierra sus cadáveres muy pronto.
Y si le ayudamos, más pronto aún.
















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