El día de Navidad, volvió a lucir su impronta rebelde en un reportaje del diario Público; vehículo púbico del otro José Luís (Rodríguez Zapatero).
Como de Luises se trata, el vástago concebido por el guardia civil y la estanquera destinole un requiebro, calificándolo de demócrata español, antes que nacionalista. Quizá no fue prudente en distinguir la condición, pues él mismo es más nacionalista catalán que demócrata. Más bien perfila Carod a un trabucaire ansioso de parecer almogávar.
Cuando afirma que nadie políticamente organizado se cree la España plural se mira el ombligo. Y hasta puede que un poco más allá, recordando su charada en Perpignan con los patriotas enmascarados del tiro en la nuca.
Aclaremos. Oficialmente Carod Rovira condena la violencia. La orgullosa chance de quemar retratos reales "en nombre del pople de Catalunya", la delega en los contestatario de su partido. Expulsados formalmente; aunque no de su tormentoso corazón.
¿Quién les habrá pagado la expiación de la bravuconada, digo yo?
La invocación del poble catalá resulta conmovedora en labios de muchos veteranos catalanistas, combatientes del franquismo Pero en ciertos niñatos que crecieron en la democracia, representa la corporización de un libreto aprehendido en los seminarios políticos de algún cenáculo.
Quizá debieran tomar ejemplo de las diez jóvenes de CIU que fueron a Cuba.
¿O es que estos chavales, amparados desde el biberón por nuestro Estado de derecho, no fueron instruidos sobre el carácter opresivo del comunismo isleño?
Mientras los cachorros independentistas son multados, Carod y sus huestes se benefician de la tan denostada España, cobrando sueldos y dietas, legales por cierto, sin que sean del todo coherentes con lo que apunta en su dietario.
Oficialmente, el lugarteniente ultra de Montilla niega a España; sotto terra, medra con sus "contradicciones".
De su airada comparecencia en el programa famoso, me quedan varios instantes, ya reseñados en otro post. Quizá en más grotesco fue la exhibición de su cartilla sanitaria, en reemplazo del DNI expedido por España.
La identidad sanitaria no deja de ser un referente importante. Acudimos a ella cuando alguna malaltía llama a la puerta. Vale el símbolo que ordena el subconsciente, no el propósito.
Por desgracia, la malaltía espiritual de este querulante no puede atenderla nadie, por más tarjeta que pele.
En su intento de descalificar a CIU y Artur Mas (a quien patrióticamente le birló la Generalitat), les proyecta en caprichosas alianzas con el PP local. Un partido no mucho más españolista que el PSOE; aunque ahora no esté aliado sucursalmente a una trenza tipo Tripartit, de la que el PSC, Montilla y los patéticos de ICV hacen forzosa gala en época de rebajas.
Carod estima que el PP es una sucursal del infierno. Es un pensamiento demasiado irracional para glosarlo fuera de ciertos arrebatos, desgranados entre cuatro paredes, o en alguna manifestación universitaria montada por los de siempre. No lo dice en voz alta, pero lo considera, cuando envía a sus rivales nacionalistas (mayoritarios, por otra parte), al inevitable pecado aliancista con el PP, contra Catalunya. De paso, insiste en la supuesta pasión ministerial de Durán i Lleida, presentándose a sí mismo como un político no apetente de cargo alguno.
¡Cómo si no lo tuviera en la Generalitat, tal como se lo reprochan el disidente esquerrista Joan Carretero y el otro jovencito, de gesto airado!
El reportaje todo va de lo mismo. Insulto tras insulto. Descalificación tras descalificación.
La esencia de su pensamiento vivo, la resume justamente el titular del publireportaje (comprensible viniendo de este medio zapateril).
"La España plural es inviable y nadie políticamente organizado se la cree"
¿A qué organización política se refiere? ¿A la ideológica, a la votante o a la del militante partidario?
Si fuese a esta última, sabemos que en definitiva mandan los votos por encima de cualquier voluntad militante y sagrado fuego partidario.
Y creo, que hoy por hoy y con independencia de lo que yo desee o no, el votante de Catalunya es, pese al cabreo, muy renuente a romper con España. O sea, que se la continúan creyendo.
Otra cosa es el derecho a decidir competencias que faciliten nuestro desarrollo acorde con los tiempos. Transportes, fiscalidad y tributos en el concierto estatal están en entredicho. Y ya, el cumplimiento a rajatabla del Estatut. El que votamos (y ERC rechazó, casualmente, junto al PP); no el que nos quieran imponer.
Lo demás, son pamplinas. O delirios de un ambicioso político populista, de corta estatura y confusa identidad. Un trabucaire ideológico, más cercano al Tercer Mundo que al Mediterráneo en su metodología; en el fondo oportunista y de corte vulgar.
En estos días otro programa mediático tuvo como huésped a Puigcercós. Es el otro aguilucho de dos cabezas que preside ERC; y al preguntársele por las diferencias habidas con su socio de aparato, respondió que a él se debía buena parte del progreso actual de la formación.
Seguro. Al lado de Pilar Rahola y su titella de claustro, cualquiera es Jaume I.
Puigcercós se acredita más técnico y prudente que el refundador partidario. Tan luego debiera promover para el tardío procer una escalada de homenajes que culminaran en su jubilación anticipada, reservándole el derecho a opinar, sin decidir. Cómo el que hoy disfruta y hace valer la Rahola en cualquier parte. Ella se reforzó con el curro sionista. Si a él le gustan los árabes y se pone a escribir, acuñarían la moneda perfecta.
Se me dirá que eso y una untuosa momificación son lo mismo. Puede. Pero aseguro que en el empeño los de Esquerra ganarían votos; y hasta algún aplauso. En principio, por la sanitaria medida. Luego, por la buena salud del nacionalismo catalán.
Y en tercer lugar -que en realidad vendría a ser el más importante- por el progreso y la democracia.
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