Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 18 de diciembre de 2007

EL PRIMERO DE LA LISTA

Fue Gable. Aclaremos, no constituyó el primer icono abordado y desmenuzado. En realidad ya había escrito dos años antes el primer tomo de Perón. Luz y Sombras, cuando su biografía se editó en España.
Abordar el personaje resultó interesante por su calidad estelar, vinculada al público de varias décadas; y también al autorizar una exploración del ambiente de Hollywood en esa época. Sobre todo las alternativas de la Metro Goldwyn Mayer, y los vientos favorables del azar sobre un chaval de Ohio que había perdido a su madre poco después de nacer.
Gable venció la tiranía de un padre rudo, machista y aficionado al alcohol, al precio de ser otro machista de iguales vicios. La presencia de una madrastra joven y bella le aliviaron la carga de un hogar hostil, inclinándole luego a camelar matronas maduras.
De feas orejas y mala dentadura, llegó a triunfar gracias en parte a esas mujeres, corporizadas en dos primeras esposas que le adiestraron, financiando con mimos y dinero el despegue de una fabulosa carrera estelar.
Su estilo rudo cuajó en la MGM en momentos que la depresión económica y la zozobra social alejaba del público fremenino a los galanes románticos y dulzones.
Clark era rudo y primitivo, pero justamente esa tosquedad requería la trágica instancia. Su indudable atractivo ante la cámara y los oficios estelares del Estudio aquél, hicieron el resto.
Mi texto no es sádico ni se solaza en las limitaciones de un hombre bastante desdichado. Gable llevaba encima la doble suerte del triunfo y la autodestrucción.
Su legendario romance con Carole Lombard y la temprana muerte de ella en un accidente de aviación acentuaron esta última. Entre medio ganó un Oscar y llegó a la cumbre con Lo que el viento se llevó.
Mi texto explora sus romances y los pleitos con Mayer, a la vez que analiza a fondo su comportamiento en los asuntos del corazón.
Algunos dicen que es un clásico.
Vuelvo a decir que me interesan las personas. Todos navegamos entre los sueños y la realidad, embastando errores y aciertos. Por lo general en el fiel de la balanza mandan los primeros. Hay sueños que comportan un error vital de elección, para quien no los digiere con alguna templanza una vez realizados. Pocos consiguen hacerlo. El pasaporte casi nunca conduce al paraíso sino al opuesto.
Gable quería triunfar a toda costa y lo consiguió; al precio de morir con sesenta años y un organismo exhausto. Por fortuna nos dejó algunas labores de valor. Consistieron en reflejar, con alguna alquimia proporcionada por buenos guionistas, directores y compañeros de fatiga, algunos comportamiento que le reflejaban en alguna forma.
Ese fue y sigue siendo el estrellato en el cine.
Explorar la naturaleza de una vida significa determinar con cierta exactitud, cuatro elementos, que son, a la postre imprescindibles si se procura lograr una obra más o menos redonda: el dónde, el cómo, el cuándo, y sobre todo el porqué.
Creo que conforman la potestad de todo buen escritor balancear estos factores.
Me dirán ustedes que es y será difícil reunir tanta virtud.
Seguro. Pero hay que intentarlo.

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