Cualquier iniciativa nace de un impulso. Si es necesario a efectos prácticos, triunfa. Si no, demora su efectivización o se diluye.
En manos de los jueces de Estrasburgo está el derrotero de nuestra causa antiterrorista. No digo el destino final, pues el mismo pertenece a lo que palpita detrás de nuestras fronteras. Pero sí la efectividad del más inmediato.
Hasta ahora, la campaña antiterrorista conoció variantes de brutalidad (léase GAL). Pese al traspié de breve curso, el Estado y sus órganos de seguridad no han permanecido silenciosos ni inactivos durante el largo periodo. Se ha combatido el terror con gran decisión y de acuardo a la Ley. Prueba de ello es que una cúpula terrorista tras otra pueblan las cárceles. Pero nunca la sociedad de este territorio, regido por la democracia bajo el formato de una monarquía constitucional, ha llegado a un completo acuerdo acerca de la naturaleza del terror y la sistematización mediática de su combate.
La izquierda abertzale cuenta con votos en Euskadi. Si bien no todos sus votantes respaldan a ETA, sí lo hace la cúpula del sector; aunque parte de ella haya quedado fuera de juego por mandato judicial y condenas firmes. En cuanto al PNV, se observa su marcada resistencia a romper con los batasunos y sus sucedáneos. En especial, tras los cambios producidos en la jefatura del viejo partido nacionalista.
Divisiones regionales y el miedo soterrado a debatir pleitos de sangre que aún perviven en el inconsciente colectivo, trabaron el acuerdo absoluto repudiando a la banda terrorista.
Hoy un alto tribunal se hizo eco de reclamos por parte de sus colaterales políticas. Los mensajeros de la muerte protegen a su elite de asesinos escarbando en las contradicciones jurídicas del Estado de derecho. La ausencia de un debate en el seno de la sociedad las facilita. La insuficiencia crítica y cultural diluyen esfuerzos en ese sentido.
Reclamo iniciativas que superen lo hecho hasta hoy. Y de medios materiales que rebasen la barrera mediática que traba la información destinada a la sociedad. ¿Hablo de marketing?
¿Y por qué no? Es un medio útil, no en este caso para vender un producto, sino para despertar conciencias.
¿Por qué nuestros cineastas -sean jóvenes o menos- no historian el atávico miedo al miedo que nos posee? ¿Qué causa inmersa en el cenegal de nuestro pasado frena el que documentemos el historial de nuestros muertos y mutilados, partiendo de la vida y la muerte, o el dolor?
Seamos realistas. Eisenstein lo fue en El acorazado Potemkin. La escena de la cuna traqueteando escaleras abajo ccon su carga en peligro, o la carne agusanada en las bodegas destinadas al consumo de la tripulación, valen mil palabras. La rebelión de los marineros es un alzamiento contra la penuria y la muerte.
En nuestro caso el régimen político existe.
Cabe luego dinamizarlo.
No creo que sus señorías del alto tribunal europeo desestimasen los vivos testimonios escritos y orales de Irene Villa y sus prótesis, o el cuerpo yaciente de Miguel Ángel Blanco. Al efecto, no debemos retacearles las imágenes y voces que provocan nuestra sed de justicia, sujeta al escrupuloso respeto por la dignidad humana.
Documentemos el terror provocado sin temor alguno ante los encargados de juzgar, lejos de nuestro dolor, despejando de cualquier morbo o sensacionalismo el sufrimiento y la penuria de las víctimas y sus familiares. Recordemos mediante imágenes vivas y voces quebradas, el vía crucis de aquellos cautivos de ETA recuperados para la vida. O el sentimiento de los familiares que perdieron a los suyos en una edad congelada por el adiós brutal del fuego y la sangre derramada por asesinos.
La memoria sólo es útil si se ejercita a efectos inmediatos. Las víctimas mortales no pueden defenderse. A nosotros cabe reivindicar su memoria. Y también el impedir nuevas pérdidas, uniendo nuestro empeño a los que sobrevivieron y sus familias.
Ayer rehuíamos tratar en las charlas familiares y los institutos de enseñanza el tema de la Guerra Civil. Hoy sancionamos una Ley de Memoria Histórica en las Cortes. El tiempo no pasó en vano. En realidad nunca lo hace. Creo, independientemente de lo que lucubren aquellos que no compartieron esta ley, por su precariedad u otras razones, el alto valor que cobra invocar la revisión de algo que se dejó inconcluso durante décadas.
Cabe sin embargo explorar lo acontecido en las últimas. Determinando el talante de los que se oponen a que la nuestra sea una democracia avanzada, donde las naciones que nos habitan convivan como grupo de pertenencia.
Precisamos completos testimonios y reportajes exhaustivos de los desastres causados por estos restos salvajes de fascismo, para terminar de una buena vez con las sombras del pasado y las desigualdades del presente. Pues de una defensa incondicional de la vida se trata.
Las ideologías y tendencias valen, en la medida que consideren la incontrastable valía del ser humano por encima de cualquier consideración.
Lo demás sirve a las hemerotecas, y si me apuran al voto. Está bien y luce normal en democracia. Pero no es todo, sino una parte de la realidad.
El resto debe partir de nuestra iniciativa. Ella se nutre del impulso que le administran el sentimiento y la pasión por la verdad.
Para eso estamos.
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