Matar en cualquier esquina y lugar. A los más que se pueda. Siendo así, la importancia de lo fortuito es mínima. Demasiado a menudo los funcionarios responsables de la seguridad de nuestros efectivos descargan el término en un estilo semejante al de Poncio Pilato.
Da la impresión de que los asesinos vigilaban a los guardias civiles en Capbretón, y que aguardaron el momento propicio para realizar su atentado. También alarma el descuido de ambos. Iban de civiles pero sin armas, en misión de caza y captura, a sabiendas de los servicios de seguridad galos.
Sus jefes son responsables de esta vulnerabilidad. Frente al terrorismo, nada es seguro. Y Francia menos, pues los etarras se sienten allí más cómodos que en España o Euskadi, dónde la vigilancia y el alerta funcionan a todo gas.
Si cómo se dice, el roce entre las víctimas y sus victimarios fue casual, y los guardias fueron identificados por hablar en español sobre asuntos del cuerpo en un bar, nada cambia en la estimación. Está claro que no fueron adiestrados para camuflarse adecuadamente. Hablar el francés con soltura y empleando lenguajes neutros o en clave deberá imponerse como método.
Los que sí estaban bien entrenados para cazar matando, eran los etarras. Credenciales falsas, francés perfecto, y buena puntería masacrando por la espalda; su especialidad.
Por que no fue un tiroteo el de Capbretón, como dice tan suelto de pluma el falso rebelde Javier Ortiz, en "Público".
Fue una doble ejecución.
El ataque a mansalva contra nuestros efectivos, desguarecidos por una mala planificación.
Que conste mi dolor ante esta nueva salvajada. Por ello, lejos estoy de echar las culpas al guardia muerto y al que sobrevive hasta hoy, con heridas terribles que hacen temer por su futuro.
Ellos son nuestros héroes; los de la democracia y la paz. Un nuevo mártir y otro en riesgo de serlo, que ganamos perdiendo.
Los terroristas son culpables. ETA y la muerte comparten cabaña. La voluntad de matar comporta su credo. El nuestro es el de defender la vida, yendo a por ellos allá dónde vayan.
Mientras tanto, lloramos nuevas víctimas. Masticando una rabia nada fortuita.
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