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viernes, 28 de diciembre de 2007

LA HUELLA Y LOS RASTROS DE UN CRIMEN

El asesinato de Benazir Bhutto en Rawalpindi registra más de un culpable.

La tensión social en un país de hambreados con arsenal atómico y una tradicional corrupción de civiles y militares, ha sumado un nuevo abismo a su aislamiento. El terrorismo integrista de Al Qaeda no falló el blanco este segundo atentado, que provocó un total de dieciséis víctimas y muchos heridos.

Airados partidarios de la difunta se manifestaron en varias ciudades de Pakistán, en medio de disturbios que se cobraron nuevas víctimas. Señalan como responsable último al general de la reserva y dictador Pervez Musharraf -respaldado por el Partido de la Liga Musulmana- al no haber proporcionado las medidas de seguridad que requería la candidata del PPP a las próximas elecciones.

Al efecto, si Bhutto resultaba un objetivo apetecible para el terror, también lo era para Musharraf y sus generales; quienes vienen gobernando Pakistán (salvando dos breves ejercicios de Benazir, entre 1988/90 y 1993/96) desde que en 1977 el Ejército, en la persona del general Zia Ul Haq, depuso a Zulkifar Alí Bhutto, político populista al que el nuevo dictador colgó por corrupto dos años después tras un largo juicio.

Durante sus breves mandatos -siempre controlados por militares airados y pro occidentales, prestos a expulsarla del poder y encarcelarla- esta bella heredera del carisma paterno educada en Oxford, manifestó al completo los hábitos heredados. Se sindica como responsable a un marido ambicioso, pero la realidad de maniobras financieras poco honestas de su dominante mujer favorecieron las maniobras de los uniformados.

Musharraf, virtual sucesor de Zia en los tejemanejes del Ejército y la política (tras un sospechoso accidente aéreo que le borró del mapa), permitió, bajo ataques integristas, agitación opositora de masas y la presión de George Bush, el retorno de Benazir. Ella reforzó su peso político aliándose con Nawaz Sharif, un antiguo rival.

El exitoso atentado precipita el caos en Pakistán, dando al traste con la posibilidad inmediata de unas elecciones libres, junto a buenas perspectivas para la democracia y el combate contra el terror; minoritario, aunque muy activo en la zona gracias a la vecindad con Afganistan.

Es probable que ahora Musharraff y Sharif se unan con la bendición del Ejército y la Casa Blanca.

De los 10.000 millones de dólares entregados por Bush al dictador, presuntamente destinados a combatir el terrorismo, ni un céntimo rebasó los bolsillos militares. Pese al armamento adquirido y otros aprestos de seguridad, de poco sirvieron frente al activismo integrista; con bases en el país y en suelo afgano

Para las masas pakistanas, ajenas a la corrupción imperante en las cumbres y la geopolítica del terror y el contraterror, nada mejorará.

Tampoco hubieran cambiado decisivamente las cosas de vivir Bhutto y haber arrasado cómo se preveia en las elecciones. Allí la tradición democrática y la elite correspondiente no existen.

Y es en su ausencia casi absoluta desde la independencia, conseguida al finalizar la Segunda Guerra Mundial, que cualquier mención de la misma genera complots, deposiciones y asesinatos.

Benazir era consciente de ello. El ahorcamiento de su padre, las propias cárceles y el brutal atentado del que salió milagrosamente ilesa al volver al país, lo señalaban. No obstante insistió en quedarse y dar la batalla, a pesar de que el acuerdo inicial con Musharraf para cogobernar estaba roto.

¿Quería reivindicarse ante el pueblo por las contumacias del pasado, o inconscientemente buscaba morir?

La fuerza desbocada de una religión o una causa nacional no sólo fabrica fanáticos criminales. También fabrica arrepentidos, y entre ellos mártires.

¿Significa eso que entre Benazir y el Mahatma Gandhi no hay distancias apreciables?

Desde luego que las hay. El segundo, paradigma de humildad y sencillez, legó su pacifismo combatiente a la humanidad. Ella, rica y elegante dama, no legó tanto, pese a que reconozcamos su valor y honestidad en el tramo final de su vida.

Si Al Qaeda imprimió su huella inconfundible en el escenario del crimen, no será extraño que cualquier pesquisa seria rastree, a corto o largo plazo, la emboscada presencia militar en el laissez faire, otorgado de hecho ,al comando que lo perpetró.

De momento, los gritos de "¡Musharraf perro!"se extienden como reguero de pólvora en las grandes urbes pakistaníes.

La democracia empieza cuando un pueblo repudia a quien lo oprime y explota.

Si los ciudadanos de este país tan castigado por la miseria y la injusticia se unen, la dictadura y los agentes del terror, vengan de dónde vengan y vayan dónde vayan, tendrán los días contados.
Lo que por ahora dibuja el horizonte, es el espectro de la guerra civil.
























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