Las de ayer fueron plausibles. Javier Arenas no es uno de los trogloditas del PP. De manera que el diálogo con Ana Blanco y sus respuestas a los asistentes funcionaron dentro del buen rollo. De no mediar la fuerte entronización de Chávez en el Sur, sería candidato para el relevo.
En cuanto a Artur Mas, demostró una vez más su gran categoría política y charmé personal. Lorenzo Milá y la gente quedaron encantados con él. Repuestas, seguras y puntuales, sin las rebarbas que incordian en tantos políticos, proyectaron una posición cada vez más entradora hacia un electorado disconforme con las temulencias del Tripartit y nuestro colapso vial o ferroviario.
Muy distendido, bromeó Artur sobre lo que en Catalunya lleva significando ganar elecciones. La ruptura unilateral del pacto de caballeros que Rodríguez Zapatero, en nombre del Gobierno y el PSOE, estableció con él, asegurándole que el triunfo de la primera minoría sería respetado, prueba claramente que el candidato de CIU no trató con un caballero, sino con un político de provincias, elevado a la presidencia por imperio de circunstancias, promovidas durante el segundo mandato de Aznar, por el entonces Presidente español y sus halcones partidarios.
En realidad Madrid siempre ha considerado que los catalanes somos los provincianos con delirios de grandeza, aunque nunca tuvieron nuestra cohesión nacional ni un estadista del talento, el honor y la fineza de Jordi Pujol.
Lo dicen las hemerotecas, no yo.
Ahora, observando a Mas en Tengo una pregunta para usted, resulta imposible no comparar, otra vez, las bellas artes de la política con el mercadeo. Cuando se va sobrado de capacidad y se tienen claros los objetivos, la admisión de errores y cortedades del pasado reciente son compatibles con la mención de aciertos en los rivales políticos.
Ante el desafío de un concurrente, la respuesta no se hizo esperar.
Los barones del PSOE están cerrados a cal y canto en tales menesteres.
En dicho campo, las diferencias de saber encajar confusiones como la de "Durán i Mas" -hechas por un participante- transformándolas en una broma ("estamos juntos, pero no tanto") que marca alguna comprensible distancia entre convergentes y unionistas; o definir con precisión porcentajes ("las dos terceras partes") que justificarían una campaña independentista, considerando la voluntad de los catalanes que no adhieren a esta fórmula, despejan cualquier duda sobre la estrategia inclusiva aunque combativa y alerta, de cara a las frecuentes dejaciones de Madrid.
Problemas como el de la inmigración, su planificación y contraprestaciones, la política educativa y el bilingüismo, fueron desgranados con claridad uno a uno. También la actitud futura hacia el PP, libre de todo prejuicio si nos otorga potestad en pactos muy concretos. Sabemos que la formación gobernante (y su sucursal vernácula) no se cortan ante cualquier conveniencia.
Sobran los ejemplos.
Repasando las alternativas de esta comparecencia, no puedo dejar de pensar en el desastre estanquero propiciado por Carod Rovira en el mismo espacio.
Algaradas por un lado, fraternidades poco conducentes por el otro.
Justamente fue ERC, quien objetivamente coincidió en su rechazo con el PP, en cuestiones tan importantes como Estatut y la Memoria Histórica. Los extremos se tocan pese a no coincidir en apariencia. El sectarismo y los complementos viven un secreto romance en los ámbitos del Metro.
Así les va.
Si hay algo que nos hará avanzar en la propia decisión, es la tolerancia y una estrategia de inclusión, dentro de las fronteras que demarcan "nuestro pequeño país".
En realidad es menos pequeño de que que pueda pensarse. Si entre nosotros hay políticos capaces, eso quiere decir que la inteligencia y el sentimiento decisivo, están aquí.
Aunque las cadenas oficiales los programen a horas que no destinan a los suyos, para quitarnos el sueño una vez más.
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