Ridi, pagliaccio.
"...y 2008 no ha sido horrible:ha sido ridículo, porque la que está cayendo no cae por la crisis global, sino por nuestros propios desaguisados, por nuestras propias maldades, por nuestra propia corrupción..."
El párrafo, fue extrapolado de un remate con el que el señor Horacio Vázquez Rial, mediante un balance publicado en Libertad Digital, se despide del Annus Horribilis.
El subrayado en su fraseado me pertenece. También asumo la acreditación de algunos desaguisados que, en una forma u otra comparto con mis congéneres.
Sin embargo, las hermandades siamesas con las maldades y la corrupción me son por completo ajenas.
No lo serán por cierto, a quienes las enuncian mediando un verbo inclusivo. Sino emplearían el ellos, excluyente.
Comparte el nosotros enunciando malas cualidades, aquél que se siente parte de ellas...
En mi reciente crítica a Pilar Rahola señalé la misma característica. En uno de sus bandos que publicó La Vanguardia (de Barcelona), acreditaba la elíptica participación en la Transición Democrática y sus pactos de silencio con el franquismo saliente, incluyéndonos de paso.
Es obvio que se sentía parte del contubernio, aunque también precisaba cómplices. Y yo, escritor, opinante y ciudadano, me negué en redondo a llorar como un cocodrilo en su regazo.
Ahora, otro gran defensor de las ofensivas israelíes (que curiosamente no menciona la actual y devastadora como parte de los horrores del año) transfiere al plural sus propias singularidades.
Pues no señor; yo no me uno a mafiosos, ni maquino perversidades junto a perversos (aprovechándome de la obra de algún escritor desconocido con más talento que yo) o le lamo las botas a quien me suelte un diezmo.
Debo ser uno de sus damnificados. Otros guardarán silencio. Yo no. Me lo impide mi dignidad y el respeto por esta profesión.
La inversión de valores lleva a que, los latidos del corazón en más de un grotesco pagliaccio delaten un sentimiento culposo en eterna fuga hacia adelante...
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