El texto de Krauze sobre el régimen chavista y su jefe es interesante y documentado. Su estilo de redacción no depara sorpresas ni tampoco recoge excelencias. El autor mexicano ya había proyectado virtudes y limitaciones en otras obras. En ésta combina testimonios de políticos y escritores venezolanos (muchos de ellos ex chavistas) con interpretación, dando un marcado toque periodístico y testimonial al trabajo.
Se echa en falta sin embargo, un análisis del nacionalismo militar suramericano y sus muchos exponentes en los últimos setenta años. No sólo me refiero a Perón, que fue el populista más trascendente de todos por sus avanzadas leyes sociales; decisivas en la formación y desarrollo de grandes sindicatos afiliados a una poderosa central única de trabajadores (la CGT).
Entre los generales restantes de la especie, cuentan en distintas épocas, los bolivianos Toro, Busch, Villarruel, Ovando y Juan José Torres; el ecuatoriano Rodríguez Lara; el coronel guatemalteco Jacobo Arbenz; y el peruano Juan Velasco Alvarado.
Krauze apenas menciona a Perón, silenciando la segura influencia que los restantes han desempeñado en el imaginario militar y nacionalista de Hugo Chávez.
Al centrase en la modélica figura de Fidel Castro -decisiva en estos tiempos- omitiendo a los otros, el autor reduce la prospección requerida. Se me dirá que el nacionalismo militar reformista queda representado por su destacada mención de Lázaro Cárdenas. Pero éste era un general sin previa formación académica o cuartelera, improvisado en realidad por las circunstancias "revolucionarias" de México hacia finales de los años ´20 y comienzos de los ´30. Además, y a la inversa de lo que ocurrió en el resto del Continente, el Ejército mexicano, una vez vencida la intentona fascista del general Cedillo por Cárdenas, se subordinó al omnipresente poder político.
Ya dije en otro post lo que opino del tata Cárdenas; ex obrero gráfico, hombre de principios con gran sensibilidad social y buen gobernante (sobre todo ordenancista en lo que atiene a la estabilización política de México tras el asesinato del Presidente y general Alvaro Obregón, reemplazado por el ambicioso y sectario Plutarco Elías Calles, otro general depuesto y expulsado del país por Cárdenas antes de asumir la presidencia por la vía electoral).
Krauze insiste en su admiración por él, trasladándola al sistema presidencialista de un sólo periodo, en el curso de un más o menos reciente programa de entrevistas en la TV venezolana al que fue invitado, parcialmente insertado en su libro.
"...Cárdenas respetó la regla de oro del sistema político mexicano, un precepto que estaban descubriendo, al parecer, los venezolanos..." (se refiere a la época que precedió a la irrupción de Chávez ) "...consistente en no entregar el poder vitalicio y absoluto a una persona bajo ninguna circunstancia". Me faltó agregar que ni Cárdenas ni ningún otro presidente surgido del PRI tuvieron jamás la tentación totalitaria de monopolizar los medios de comunicación".
No es preciso que aclare la escasa importancia del relevo sexenal de la presidencia por parte de la aceitada, corrupta y voraz maquinaria del PRI durante seis largas décadas (sobre todo en la prolongada etapa posterior al sexenio de Cárdenas). El señor Krauze parece añorar a esos caciques poco tentados por el totalitarismo...individual, y tan entregados al colectivo, previo abrazo antes de la farsa electoral con el tata/prócer...
Gracias a ellos, la subvencionada cultura mexicana y sus diligentes representantes (mayoritariamente respetuosos con quienes les daban de comer) podía darse el lujo de financiar a nacionalistas de izquierda y liberales de centro empapados en amor por la patria y la "Revolución".
Debo recordar que el joven (y no tan joven) Octavio Paz fue uno de ellos, y su alumno Krauze otro. Por eso añora el último aquél México y no éste, que al otro heredó en las personas de Fox y ahorita Calderón; impotentes ambos para despejar el territorio de narcotraficantes poderosos conectados a las esferas de poder.
Bien, a Krauze no lo financiarán hoy en México. Pero convengamos en que para premiarlo estamos nosotros, otorgándole "La Gran Cruz de Alfonso X el Sabio", y acreditándolo en el jurado del "Cervantes".
Otro de los ídolos del flamante galardonado, es el finado ex presidente y mentor de la desinflada democracia vernácula, Rómulo Betancourt.
A él se deben notables esfuerzos por desarrollar Venezuela, encuadrándola en la práctica del Estado de derecho. Sin embargo, tales esfuerzos no incluyeron grandes progresos en la eliminación de la miseria de muchos compatriotas, menguando la acusada tendencia de unos pocos a enriquecerse. El boom petrolero de los años ´70 hizo el resto, no sin que antes el pacto de Punto Fijo afincase la repatrija oligárquica de poder, y su correspondiente alternancia presidencial entre Acción Democrática (el partido de Betancourt) y el socialcristiano COPEI (liderado por Rafael Caldera).
No sólo se repartieron las barajas de los tres poderes las dos principales formaciones del país, sino los beneficios de la renta petrolera, abultada por los crecientes precios del oro negro en los años ´70.
En el ínterin, el Presidente Carlos Andrés Pérez (alias "El gocho") hizo de las suyas ante la protesta social, masacrando estudiantes y obreros a plena luz del día. Años antes el mexicano Gustavo Díaz Ordaz, auxiliado por su ministro de Interior (y luego Presidente) Luís Echeverría, anticipó el método empleando tropas bien pertrechadas del Ejército contra cientos de estudiantes en la céntrica Plaza de las Tres Culturas.
De esa enorme corrupción y la permanente injusticia de los poderosos para con los débiles al sur del Río Bravo, surge en tierra venezolana Hugo Chávez Frías.
Intelectual más proclive al academicismo que al buceo en aguas profundas, Krauze es naturalmente crítico (y con justa razón) hacia su figura y la ambición ilimitada de poder que arrastra. Lo malo radica en aquello que el escritor de prestige defiende u omite en su texto. Semejante desequilibrio reduce extraordinariamente su valor, tornándolo útil como documento de una realidad, aunque analizada sin la debida profundidad al serle restados factores históricos y condenas de sistemas que, tras ser liderados por líderes populistas (como Cárdenas) o demócratas de centro izquierda (tal el caso de Betancourt), degeneraron tan rápidamente en México y Venezuela.
Mucho me temo que, a diferencia de sus editores españoles, el señor Enrique Krauze no haya leído mi Perón. Si lo hizo, miró sin ver. Y ahí están las consecuencias...
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