Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 5 de diciembre de 2008

DE SEPTIEMBRE A DICIEMBRE


La foto acredita cinco años; cincuenta y nueve míos y seis meses de Khata, que hoy suma cinco primaveras más.
La sonrisa y las ganas de comunicar son las mismas. De setiembre del 2007 a este diciembre -negro para el planeta, más que nunca para los que jamás tuvieron nada- llevo escritos 424 artículos para éste, mi querido blog.
Os aclaro que las visitas diarias al espacio no desbordaron hasta el presente el listón de la treintena, siendo habitualmente muchas menos. Eso sí, quienes abordan mis ocurrencias repasan el archivo. Tan luego, los hits que acredita el contador (24) duplican o triplican el ingreso desde algún confín de mi tierra o el exterior.
De acuerdo a lo observado, los lectores (fijos u ocasionales) confirman que la mayoría de los artículos no caducan; aunque refieran opiniones sobre asuntos del ayer. A pesar de no publicar en algún periódico (y no desear hacerlo), la red conserva mis piezas, y con ellas su empeño y los cientos y cientos de horas que pasé escribiendo, o corrigiéndolas.
Mi entrega en el ítem es total. Amo experimentar vivencias y analizar las de los demás, como aporte crítico, partiendo de la autocrítica permanente. Hasta hace poco mi blog estaba cerrado a la opinión ajena. Abierto ahora, casi nadie interviene. Los que se atrevieron y se identificaron tuvieron barra libre. Sin embargo, la mayoría prefirió votarme en Wilkio.
Algunos amigos comentan que éste es un vehículo demasiado culto y refinado para Internet. "La gente"-refieren- "no quiere pensar...". Si bien concedo la naturaleza verdadera de esta abstención generalizada, pienso que depende. En cualquier caso, las contadas visitas y el silencio que rodea sus recorridos no me alteran en lo más mínimo. Tampoco quienes me roban palabras, frases o algún concepto. Fue, es o será en vano. No soy de los escritores que se pueda imitar. Tampoco soy de los que imitan. Las influencias que absorbe un autor y vuelca en su estilo, conformando una mirada, son muchas; más aún cuando se ha vivido largo y con intensidad. Yo llegué temprano a la vida consciente, y un poco tarde a la literatura. Leo, observo y medito sobre el mundo y la gente, desde los cinco años, pero he tardado cincuenta más en escribir mi primer libro. Durante el último quinquenio me publicaron o publiqué seis. Ahora, a punto de finalizar el séptimo ya estoy imaginando el octavo. Salvando una decena de amigos, nadie me aconsejó cómo contar una historia, ni me financió desde el mecenazgo o me representó. Soy demasiado independiente para aguantar protecciones o favores. Parte de la actual mediocridad literaria se basa en la declinación cultural de Occidente, patrocinios editoriales de largo aliento una vez establecido el patrón de calidad, y el séquito de mediocres que rodea a determinadas vacas sagradas. Los críticos del medio viven de los ya antiguos hallazgos que registran, entre otros, García Márquez, Borges, Vargas Llosa o Paul Auster antes de la fama. Aquí -y lo menciona José Saramago en reciente reportaje- celebramos medianías notables. El redescubrimiento universal de Shakespeare parece digno de mención, sin que aún se observen discípulos innovadores. Falta redescubrira genios como Lope de Vega y Quevedo para motorizar excelencias literarias que rescaten una visión global de este mundo desigual y su fauna variopinta. En lo que a mi refiere, si en las biografías realizadas ayer me atreví a abordar personajes con fama, poder o ambas cosas, fue gracias a echar primero mano de infinitas lecturas y análisis, sobre la vida y obra de todos y cada uno. Al interés por descubrir los reveses de tramas que para los historiadores o autores cinéfilos pasan desapercibidas, le debo los referentes de 14.000 volúmenes, a lo largo y ancho de mis noventa metros cuadrados.
Menos en el cuarto de baño y el balcón, mandan en todos los recintos y habitáculos de mi piso, junto a los correspondientes y voraces ácaros, imposibles de eliminar de una vez y para siempre mediante la vana destreza con el plumero.
Realizar este blog con entera libertad me hace feliz. De paso me ejercito dejando volar mi pluma. Sabemos que es un decir, pues el preciado instrumento usado durante tantos siglos por mis antecesores, fue desplazado -en la mayoría de los casos- por las teclas del ordenador. Yo escribo con dos o tres dedos, aunque a gran velocidad. Detrás de cada uno de mis libros y artículos, hay eso sí, cantidad de pruebas y descartes. En el primer apartado, puede decirse que cada página fue retocada o reemplazada en un promedio de diez folios, y con renglones apretados. La brevedad de los artículos me lleva a ser algo menos riguroso. Aún así corrijo, dentro de lo posible.
Estimo que las palabras y frases deben transmitir concisión, belleza y cierto grado de contrastes. De ahí que las perciba como fragmentos musicales. Cuando las redacto resuenan bien o mal en mi oído. Y como quiero que suenen bien, cambio las otras o reemplazo la frase, procurando consición y claridad.
Mis padres decían que con siete u ocho meses tarareaba melodías. Creyeron que sería músico y en cierto sentido no erraron el tiro. Mi voz, que nunca dio para el cante, acierta sin embargo en el tono de las melodías.
En las escritas, gusten o no, compongo mis sinfonías y óperas, algunos valses, varias mazurcas, piezas de Jazz o Swing, y muchos, muchísimos tangos...


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