El trío de Krazy Kat en bucólico instante.
En la Red hay millones de blogs informativos. De opinión hay menos. Lo que sucede en la vida lo reproduce Internet.
He dicho que Krazy Kat sigue siendo retrospectivamente una fantástica obra de arte. Verdad redonda en el presente, no es la única. El amor de la gata por el ratón es masoquista; el del ratón por la gata, francamente sádico. La mutua atracción invierte la condición que la naturaleza otorga a los gatos y los ratones. Los últimos son el manjar favorito de los primeros, con el agregado de estimular su instinto predador.
La originalidad del gran creativo consistió en alterar las reglas de juego victimizando a la consentidora gata (nunca definida por el autor como tal) gracias a la perversa afición del ratón, que viene a ser el equivalente de un vulgar maltratador.
El rol del can Offisa Pupp consiste en representar la ley y el orden social enjaulando al trasgresor, a la vez que tributa su indeclinable amor hacia Krazy. Mediante esta sostenida devoción romántica no correspondida, Offisa se nos revela casi tan masoquista como su objeto de deseo.
Capaz de transformar los conflictos frustrantes de un pequeño universo gráfico en algo divertido, Herriman repitió la fórmula de tales desencuentros a tres bandas, matizándolos con ternura y surrealismo durante 31 años, a base de un ingenio narrativo que desarrollaba tiras y planchas dominicales de extraordinaria plasticidad.
En cambio, la vida real proyecta estos conflictos de voluntades e instintos desatados entre los miembros de las especies del Reino Animal, y los menos naturales de los más salvajes seres humanos, sin arte alguno.
El arte sólo existe en el genio de los artistas y la sensibilidad que nos permite apreciar sus obras. Herriman era grande en un apartado que las gentes cultas minimizaban tras una rápida ojeada a las tiras o páginas que reproducían Krazy Kat; igualmente olvidadas por los consumistas habituales de periódicos.
Por fortuna, la pieza de fino humor en idea y trazo no pasó desapercibida para la posteridad. Varios álbumes reeditando en multitud de idiomas y a lo largo de años la obra de Herriman lo atestiguan.
En cierta ocasión y hace ya algunos años, el creativo dibujante Guillermo Mordillo me dijo que "el humor era la ternura del miedo". Probablemente se refería al suyo propio, influenciado sin duda en los filosóficos "cartoons" por los del maestro y su gata.
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